Hace escasos meses, la sociedad civil mexicana mostraba su indignación y su descontento con las palabras que el presidente emitía durante una conferencia donde abordaba la evolución económica del país, entre otros asuntos. Sin embargo, a la hora de hablar de las remesas, y como ha hecho durante toda la pandemia que ocupa nuestras mentes en estos mismos instantes, el presidente no hizo más que mostrar halagos sobre unas remesas que no dejaban de registrar récords de forma consecutiva. Unas remesas que, mes tras mes, dejaban un buen sabor de boca.

La fuerte inyección de estímulos que ha aplicado el Gobierno estadounidense, sumado a una fuerte respuesta fiscal, ha provocado que la economía mexicana se contagie fácilmente de estos estímulos. La onda expansiva de una política económica basada en una respuesta fiscal equivalente al 18% del PIB norteamericano ha llegado a sentirse en suelo mexicano, donde aun no habiendo podido destinar ni el 1% del PIB a combatir con estímulos la pandemia, el crecimiento previsto para final de año no deja de crecer. Y es que las numerosas vías mediante las que fluye capital norteamericano a la economía mexicana presentan una cada vez más destacada importancia en el PIB mexicano; a la vez que lo condiciona.

AMLO, viendo cómo su incapacidad se volvía insignificante ante el todopoderoso Estados Unidos, que amparaba a la economía mexicana con los acuerdos de comercio, el T-MEC, las remesas, entre otros asuntos, podía seguir exhibiendo el músculo de la economía azteca en la recuperación. Incluso el Banco Central de México, Banxico, se permitió revisar al alza las tasas de interés, aplicando una retirada de estímulos que trataba de paliar las presiones inflacionarias que, por otro lado, registraba el país. AMLO, como en la conferencia citada al inicio, se ha podido permitir estar tranquilo, pues el viento soplaba a su favor.

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Sin embargo, los medios de comunicación y la opinión de numerosos economistas en columnas repartidas por todo el país, como es el caso de esta, han calado en la mente de los mexicanos, que han comenzado a comprender realmente cómo funciona la máquina económica, y cómo México presenta un PIB en el que un 80% se encuentra supeditado al comercio exterior, con Estados Unidos como principal socio comercial; que los acuerdos y las maquilas, por malas que puedan ser, son un motor económico para el país, y un generador de empleo; y que las remesas, por muy beneficiosas que sean para las familias mexicanas, no son un éxito de nadie, sino la muestra de cómo en otros países se gana para cubrir gastos y, aun así, ayudar a las familias en el país de origen con lo sobrante; con la consecuencia de que tuvieron que huir del país en busca de una vida mejor.

Las remesas, para que entendamos lo que son, es el envío de dinero que los mexicanos en el exterior hacen a los ciudadanos en el país. En este caso, envíos o ayudas que familiares en el exterior, en los Estados Unidos principalmente, realizan a sus familiares en el país. Estas remesas, a lo largo de la crisis, no han dejado de incrementarse. Y no solo en México, sino en toda Latinoamérica. De no ser por las remesas, los daños hubieran podido ser irreparables. Pues las remesas han contribuido ampliamente a mantener los niveles de renta de las familias en el país, permitiendo a muchas de ellas consumir en un escenario en el que la incapacidad de operar por el COVID, con una marcada informalidad económica, les dejaba sin ingresos. Y todo ello, sumado a que estas mismas remesas, en numerosas ocasiones, han sido el único escudo social para muchos habitantes, que no contaban, por esa informalidad entre otros factores, con un subsidio mínimo para vivir.

En México, las remesas han pasado a representar cerca del 4% del PIB, mientras en años pasados no superaban el 2%. La economía mexicana, como vemos, se ha vuelto mucho más dependiente de las remesas que hace años, mucho más; y eso parece que el presidente AMLO lo ve como un éxito. Pero es que estos datos, si atendemos al volumen que presentan otros países de la región, se repiten en el resto de las economías vecinas. En este sentido, Honduras, el Salvador, República Dominicana, entre otras economías, recibieron un mayor flujo de remesas; incrementándose su volumen, también, respecto a tiempos pasados. Para que nos hagamos una idea, 1.8 millones de hogares mexicanos reciben remesas del exterior y sustentan sus familias gracias a ellas.

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Así, estos datos que hoy publico, y que son de fácil acceso, así como de interpretación aun no siendo economista, la sociedad los ha comprendido y se ha preguntado: ¿En serio puede un presidente vender como un éxito la llegada de ayudas de familiares en exterior que tuvieron que huir del país en busca de una vida mejor? ¿En serio un presidente puede enorgullecerse de que las familias en el país cada vez tengan menos sustento, y el Estado sea incapaz de ofrecérselo, y deban hacerlo los familiares en el extranjero, donde los salarios son muy superiores junto a la calidad de vida? Preguntas que antes podían no hacerse virales, pero que hoy repletan las redes en busca de respuestas.

Y basta ver la evolución de las remesas, de las que tanto presume AMLO, para ver como ha crecido la magnitud del problema en pocos años. Lo que para AMLO es una tendencia creciente muy beneficiosa, para los ciudadanos significa el crecimiento de una miseria que está llevando a la ciudadanía a tener que emigrar en busca de un futuro, donde haya oportunidades. En tanto crece el flujo de remesas al país, de la misma forma que crece la contribución estadounidense con México, crecen los ciudadanos que han tenido que abandonar sus hogares, cruzar la frontera, y vivir dignamente en la economía norteamericana.

Pues AMLO debe entender que la sociedad civil entiende la situación. Que lo que el ve como prosperidad, los ciudadanos lo ven como estancamiento. Los flujos de capital extranjero en América Latina cada vez son menores, desplazándose a oriente en busca de los territorios emergentes asiáticos. El crecimiento en la región se ha desacelerado sustancialmente desde la Gran Recesión, frenando el desarrollo y el progreso. La lucha contra la informalidad económica es crucial, pero los niveles de informalidad económica siguen por las nubes. Y las remesas se incrementan rápidamente, en tanto en cuanto se esfuma el desarrollo y los ciudadanos en el exterior encuentran un lugar mejor en el que vivir.

Por lo que no Sr. Presidente, las remesas ni son su éxito, ni son un éxito que halagar.

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