Qué más quisiéramos, pero los ojos no son luceros ni los dientes son perlas. Nos prometieron tiempos mejores y panorama no luce para dar motivos de entusiasmo. Encima, parece que los fantasmas sí existen y los monstruos se materializan y asustan a los empresarios que se dieron el tiempo para reunirse en Davos para participar en el Foro Económico Mundial. Sí, las voces están alertando sobre este círculo vicioso en el que ha entrado la economía y que puede durar varios años. Sí, el fantasma de la inflación y el monstruo de la recesión dan miedo.

Claro, es de sentirse feliz el hecho de que Davos ya no sea virtual sino presencial. No se trata de dar una imagen pesimista de lo que vendrá en los próximos tiempos ni de pintar oscuras las perspectivas que enfrentaremos en los meses por venir, pero tampoco se trata de andar endulzando las perspectivas. Insisto, quisiéramos creer que vendrán tiempos mejores, pero me parece que una visión ingenua afectaría doblemente al ambiente empresarial.

Nos dijeron que después de la pandemia vendría una euforia, que el consumo se aceleraría y que el frenazo de la economía desaparecería una vez que la Humanidad pudiera retomar algo que se ha denominado “nueva normalidad” y que todavía no nos queda muy claro qué significa eso. Pues, no fue así. No contábamos con que habría una guerra, que la globalización se pondría en pausa, que se enfrentaría una crisis alimentaria y que la inflación haría su graciosa aparición.

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La realidad es que después de tanto encierro, las consecuencias se han hecho sentir. Muchas personas cayeron en pobreza, otros en pobreza extrema y con tristeza hay otros tantos que están en condición de pobreza alimentaria. La situación pone la piel de gallina. El tema es una cuestión de humanidad, es decir, todos los seres humanos estamos implicados.

El lema de Davos es “trabajar juntos, restaurar la confianza”. Son palabras que se pronuncian fácil y que tienen una urgencia verdadera. Es preciso poner a las personas en el centro, establecer una atmosfera de seguridad en la que se pueda desarrollar un ambiente colaborativo. La Humanidad debe dejar de pensar en guerras, en armas, en divisiones y comenzar a extender la mano, aprender a trabajar hombro con hombro y ayudarnos unos a otros para vencer los múltiples desafíos que estamos afrontando.

Empresarios y políticos se están dando cuenta de que esta intervención es muy necesaria. Necesitamos cooperar si queremos evitar un colapso económico que puede tener ramificaciones graves y causar brechas profundas. Las empresas en el mundo, las pequeñas y las enormes, se dan cuenta de cómo se ha complicado generar utilidades en estos tiempos. Hay pérdidas y, además, las múltiples guerras que se libran en el mundo están dejando ruinas, infraestructura devastada y economías destruidas.

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Sí, hay preocupación entre los empresarios. Claro que el conflicto entre Rusia y Ucrania está como telón de fondo. No es para menos. Pero, no es el único tema: alarman los altos precios de los alimentos, el crecimiento del valor de los combustibles; se está hablando de cambio climático —ojalá que sea en serio—. Cómo sucede a menudo en este tipo de reuniones, hay discursos que se pronuncian con mucho sentimiento, gente motivada que vuelve a su cotidianidad a tratar de resolver los problemas mundiales. Claro que, luego vemos que esas palabras se las llevó el viento. No obstante, una cosa son las buenas intenciones y otra es el miedo que generan estos problemas.

Tal vez por eso, tengo esperanza de que en esta oportunidad haya una verdadera intención para que esta no sea una reunión más que será olvidada. Es imprescindible atacar estos problemas porque si el crecimiento mundial es débil o nulo, si caemos en una recesión global, la recuperación va a costar mucho. Si la economía se rompe, habrá muy pocas herramientas para repararla.

Existe una consciencia sobre la urgencia y sobre poner en la mesa el momento histórico que nos toca vivir. “Historia en un punto de inflexión: políticas gubernamentales y estrategias empresariales” es como se denominó este año al tema central de la cumbre de Davos. Ojalá podamos entender que el mundo necesita colaborar y no dividirse. Las voces que desgarraron el tejido social ahora ven como también rompieron el equilibrio. Las coyunturas geopolíticas y geoeconómicas postpandemia son preocupantes.

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Hay muchas preocupaciones. Los riesgos sociales representan una tercera parte de las diez preocupaciones principales mundiales. La erosión de la unidad social y las crisis de las formas de subsistencia, los temas de salud. El fracaso de los esfuerzos en pro de la acción climática también se considera la amenaza más crítica para el mundo tanto a mediano plazo como a largo también. Estos son los argumentos del mayor potencial para dañar gravemente las sociedades, las economías y el planeta. Qué más quisiéramos, pero los ojos no son luceros no los dientes son perlas. Nos prometieron tiempos mejores y panorama no luce para dar motivos de entusiasmo.

No obstante, la buena noticia es que ahora parece que las preocupaciones están pegando en el centro en el que se encuentran las personas que pueden tomar decisiones a favor de las soluciones. Es momento de ponernos de acuerdo, de cooperar para impulsar el crecimiento económico con una forma más igualitaria. El malestar social, la polarización entre la gente, la incertidumbre financiera. Hay que activar las economías y buscar la recuperación social.

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Parece que los fantasmas sí existen y los monstruos se materializan y asustan a los empresarios que se dieron el tiempo para reunirse en Davos para participar en el Foro Económico Mundial. La mejor forma de solucionar lo que nos da miedo, es enfrentarlo. Tomar el toro por los cuernos, desafiar a los monstruos para ver cuáles son sus dimensiones reales y aplicar remedios efectivos.

La situación está para elevar preocupaciones. Da esperanza ver que los asistentes a Davos se están interesando en el tema. Espero que del discurso se pase a la acción y que esta no sea otra reunión memorable, entrañable que se olvida a la semana siguiente. El horno no está para bollos y mientras más nos tardemos en buscar remedios, más caro nos va a salir. De eso, los empresarios sí que saben y se preocupan. Por eso, el temor a la recesión puede traer soluciones.

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