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Estas son las 30 promesas de los negocios 2024

“No busco elevarme de una posición de desventaja a una de privilegio, sino construir un mundo más igualitario”.

Dr. Martin Luther King, Jr. (Memorias)

Estamos viviendo en tiempos rotos. La Humanidad entera está padeciendo momentos de ajustes y pérdidas y aunque es verdad que hoy tenemos razones para sentirnos esperanzados, también es verdad que los anhelos y buenos deseos deben enraizarse en terrenos firmes si no queremos golpearnos contra el muro de la ingenuidad. El mundo rechina desde sus entrañas frente a los movimientos de los que estamos siendo testigos. Ya venía dándonos avisos de que era preciso cambiar y en vez de detenernos a reflexionar el rumbo, a escuchar sus advertencias, nos movíamos como insectos voladores zumbando a toda velocidad sin saber ni para qué ni para dónde. La modernidad nos marca un tiempo en el que es mejor hacer una pausa y reflexionar.

No hay más ciego que el que no quiere ver, reza el dicho popular. Los últimos cuatro años vivimos una euforia supremacista en la que se exhibió sin pudor alguno la intención de muchos para dividir. Se usó como herramienta el miedo y se fincó sobre modelos populistas un patrón que rechinaba desde que se estaba engendrando. Atestiguamos con gran sorpresa, como crecía algo a lo que no le pronosticábamos grandes avances y aumentaba de tamaño y de radio de influencia. Sin embargo, lo que se construye sobre terrenos arenosos, tarde o temprano se vence por su propio peso. Sucedió. El tótem de pies de barro se resquebrajó.

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Los modelos modernos deben dejar de tenerle miedo a lo diferente y ampliar su base de inclusión más que de tolerancia. No podemos continuar despreciando al que siente o piensa o le gustan cosas que a mí no me gustan. Al celebrar la fiesta del Dr. Martin Luther King Jr. esta semana, una semana de cambios importantes —en que Joe Biden llegó a la inauguración de su periodo presidencial—, se requiere pensar en algo profundo para proyectar calma y estabilidad. Para tener esperanza, necesitamos nuevos modelos sociales.

A medida que el planeta en general y los Estados Unidos en particular sigue sumido en la pandemia del coronavirus, los debates sobre la prestación de atención de la salud y la vivienda se han vuelto aún más intensos, si no desesperados. Así como esa preocupación, están las preguntas no resueltas sobre las garras del racismo y las diferencias lacerantes que hay en nuestras sociedades. A pesar de todas las promesas de poner fin al “racismo sistémico” que han hecho los políticos y empresarios en el mundo, la mancha nunca ha sido más evidente. Creció como una plaga incontenible alimentada por el miedo y el odio.

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Es tiempo de movernos a un mejor lugar. No debemos tener miedo de establecer una base que sea amplia, más grande que la gente con la que nos sentimos cómodos. Llegó el tiempo de ampliar las miras. No podemos seguir como camarillas exclusivas de personas que ya se conocen. Tenemos que ir más allá del coro que ya se sabe la canción y tomarnos en serio la tarea de organizar lo desorganizado. Es tiempo de ampliar nuestros límites y tomar en cuenta a las personas que aún no hablan el mismo idioma, las personas que no comen, duermen y respiran justicia social, las personas que tienen todo en juego y buscan estar menos aisladas y más conectadas y que quieren conseguir cambios en sus vidas y en las vidas de las personas que aman. Eso es salirnos de la caja para pensar mejor.

Dejarlos de ver no es opción. Cancelarlos no es buena idea. Borrarlos del panorama no es posible. Esta “cultura de cancelación” es insostenible. Hemos creado caricaturas del poder imaginario para expulsar, desterrar o castigar lo que es distinto a lo que soy. Pero la intolerancia no es una expresión de poder, ni es forma eficiente de gestionar nada. Eso no puede ser el liderazgo de nuestros días. Por el contrario, en ausencia de poder real, si la ira y el odio se convierten en el único bastión donde la gente siente algún mínimo de control, el panorama es peligroso.

En un mundo hasta el tope de discursos racistas de odio y una cultura generalizada de violación, vale la pena detenernos y reflexionar si ese es el rumbo que nos gusta y nos conviene. No creo. En el resentimiento y el desprecio, no florecen las sociedades, se marchitan los negocios, se asfixian las empresas, se pierden los empleos. Para seguir adelante, la Humanidad requiere nuevos modelos: modelos incluyentes, modelos en movimiento, que cambien de lugar.

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Pero hay una diferencia entre establecer modelos mutuamente convenidos de compromiso y respeto y reforzar una cultura de exclusividad que dé lugar a una mayor marginación. Eso sería dorar la píldora. Tal como lo dijo el Dr. Martin Luther King Jr., no se trata de conseguir una situación de privilegio, sino de construir un mundo más igualitario. Elevar un nivel de responsabilidad y, al mismo tiempo, abrir puertas a nuevas personas, a todas las personas: a aquellas que no están escolarizadas, que no conocen el privilegio, que no saben leer. Es tiempo de forjar nuevos modelos que respondan diferentes tipos de preguntas, tales como “¿Qué se necesitará para ampliar nuestras filas y construir modelos eficientes y rentables que incluyan a más personas?

Phillip Agnew, un ex sustituto de la campaña presidencial de Bernie Sanders y organizador de Black Men Build, nos da una respuesta pertinente. Describe el enfoque de los nuevos modelos de la siguiente manera: “Ven como eres, crece a medida que avanzas”. Eso no es cancelar el modelo, eso es el modelo del movimiento. Efectivamente, así no nos movemos a toda prisa y velocidad sin un rumbo concreto y mejor; elegimos una dirección correcta, una meta a la que podemos avanzar.

De esa esperanza es de la que tenemos que estar hablando y esos modelos los que tenemos que construir. Es economía simple: son formas que con base ampliada tienen mayores posibilidades de éxito. Más que divide y vencerás, es la unión hace la fuerza.

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