Los acontecimientos de 2020 sacudieron al mercado, nos movieron la realidad, las cosas cambiaron de lugar y la cotidianidad se movió a espacios totalmente distintos. A estas alturas del año, siempre nos toca hacer una reflexión seria. Las empresas con visión de futuro deben enfrentar un momento de verdad, habrán de ponerse frente al espejo y hacer  balance de lo que ha cambiado y lo que no ha sido en un nuevo entorno operativo.

2020 ha sido un año de desafíos históricos en varios ámbitos relevantes para la Humanidad. Sin duda, los temas de relevancia han sido la salud y la economía. La pregunta que nos ha mancillado el cerebro ha sido una disyuntiva terrible: morimos de enfermedad o de hambre. Pero, ha sucedido algo curioso, a pesar de las disrupciones, ha habido pocas sorpresas. Según McKinsey, incluso en los días más volátiles de los mercados financieros —un episodio de una semana de problemas de liquidez en los ingresos fijos— la rápida intervención de los bancos centrales restableció la confianza del mercado en días, y desde entonces los mercados de capitales han funcionado sin perturbaciones importantes en las principales economías del mundo. La tecnología nos ha permitido seguir adelante.

Además, en el financiero, el rápido repunte de los mercados de renta variable y el aumento de los precios de los bonos han registrando rendimientos planos a ligeramente positivos para 2020 hasta ahora.Dada la incertidumbre en las perspectivas económicas, los mercados de capitales han dado a los gestores de activos un recurso valioso: el tiempo.

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Por lo tanto, las empresas con visión de futuro harán un buen uso de ese recurso haciendo un balance de lo que ha cambiado y lo que no ha sido en un nuevo entorno operativo. En esta reflexión, quienes hagan un análisis serio y profundo, recalibrarán sus posturas estratégicas y acelerarán la modernización de sus modelos operativos. Muchas instituciones se preguntarán qué de lo que estaban haciendo ya no volverá a ser como antes, qué sí y qué de lo que estamos aprendiendo llegó a quedarse para siempre.

Evidentemente, la reflexión debe hacerse, pero es preciso entender que el espacio de respiración es limitado, ya que los eventos de 2020 han acelerado una serie de tendencias que se han estado reproduciendo en los mercados en la última década. Para los mercados financieros, 2020 comenzó en una base sólida. Pero con el surgimiento de Covid-19, entraron en un intenso período de estrés hacia finales de marzo, y el mundo experimentó un año de cambios en sólo varias semanas. Este período inicial de volatilidad e incertidumbre estuvo marcado por un dramático vuelo hacia la seguridad.

Hoy estamos en un escenario en el que ya queremos superar la fatiga por pandemia. Nos preguntamos cómo revitalizar las organizaciones a largo plazo, qué sigue para el trabajo a distancia, ¿queremos volver a las oficinas? ¿estamos enfadados de tanto encierro y extrañamos los días de tráfico y las horas detenidos en los embotellamientos? Debemos plantearnos con seriedad el rumbo al que nos queremos dirigir.

Habrá ganadores y vencidos. Estarán los que pudieron y supieron darle la vuelta a una situación tan terrible y desoladora y los que observaron sin llegar a entender todo lo que estaba sucediendo. Los grandes vencedores son los que hicieron de la resiliencia su mayor fortaleza. Los que vieron su oportunidad de ganar desvanecerse fueron los que se aferraron a sus debilidades y no lograron moverse de ahí. Evidentemente, no todos tuvieron la opción de decidir en qué parte del límite estar.

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Por fortuna, ni todas los fracasos duran para siempre ni las pandemias son eternas. Hay que tomar un turno y formarnos para tomar el vuelo de la transformación. Hoy, las competencias que nos hacen falta para desempeñarnos son las claves fundamentales que nos llevan al lado correcto del mapa. Las fortalezas que debemos cultivar son:

  1. Estar enfocados en lo que realmente importa que es: los negocios están hechos para generar utilidades. En esta condición, tenemos que entender qué es lo que podemos aportar para sostener o aumentar el margen de ganancias de nuestro negocio, proyecto o área de desempeño y darlo a conocer.
  2. Buscar que nuestro desempeño sea consistente con aquello que se considera como exitoso por parte de la organización en la que estamos.
  3. Entender y saber interpretar los retos que tenemos que enfrentar y hacerlo de una forma estratégica.
  4. Ser capaces de reconvertirnos, siempre que eso sea lo que nos acerque a la menta que nos hemos planteado. Por supuesto, esto nos lleva a poner atención sobre los nuevos paradigmas que se presentan.
  5. Comprender de una vez por todas que la inclusión es sinónimo de riqueza y una fuente magnífica de puntos de vista que nos ayudan a ampliar la visión del negocio.

Para ello, no cabe duda, tenemos que seguir manteniendo al cliente en el centro de nuestros planteamientos. Por eso insisto, a pesar de todas las disrupciones que hemos tenido en este 2020, seguimos sin sorpresas. Nuestros esfuerzos deben estar dedicados a complacer a nuestros consumidores y no olvidarnos que ellos son los que nos marcarán el ritmo al que debemos de correr.

Si queremos planear para ganar la recuperación, incluso en los escenarios más pesimistas, los mercados en última instancia se recuperan. Y en todas las narrativas, la alta calidad se mantiene y los modelos de negocios que se centren en lo que los clientes quieren, triunfarán. Por eso, a pesar de las disrupciones, seguimos sin tantas sorpresas a pesar de haber vivido un año como el 2020.

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