La razón de titular estas líneas así es porque solemos pensar, –quizás un poco de forma trillada–, que viajar es vivir. Pero en realidad no siempre sucede así porque la rutina y el ajetreo de la vida moderna puede distraernos de lo que verdaderamente importa.

La tecnología, tan útil y práctica en nuestros días, tan indispensable para muchas de las actividades que realizamos ordinariamente, puede resultar un estorbo cuando se trata de apreciar las bellezas naturales que nuestro país ofrece.

Viajar es descubrir y descubrirnos, pero no podemos hacerlo a través del lente de una cámara, de un teléfono, o detrás del monitor de una computadora, tenemos que abrir los ojos del cuerpo y del alma para encontrar en el atardecer la paz que nos aleja del estrés de la vida cotidiana.

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Descubrir los olores que el alba trae ya sea en la playa, en el campo o en la ciudad puede resultar reconfortante y revitalizante.

Viajar es vivir cuando podemos hacerlo alejándonos de la tecnología, es decir; de nuestra rutina para permitirnos encontrar en el mundo que nos rodea una serie de elementos que suelen escaparse de nuestros sentidos.

Viajar es vivir cuando somos capaces de compartir una sonrisa, una carcajada, un brindis con la familia o con los amigos. Viajar es vivir cuando podemos enseñarles a nuestros hijos a enfrentar su primera ola, cuándo podemos abrazarnos en el frío de la noche, cuando encendemos una chimenea o cuando simplemente nos tendemos sobre la playa para disfrutar del sol.

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Viajar es vivir así cuando conociendo una nueva ciudad descubrimos no solamente una serie de edificios o construcciones sino la riqueza de su gente, su cultura y su gastronomía.

Viajar es vivir cuando lo hacemos en un ambiente que nos permita ser nosotros mismos, sin las apariencias ni las formalidades de los círculos sociales, es decir; cuándo somos auténticos con nosotros mismos y con los demás.

Viajar es vivir cuando somos capaces de descubrir la riqueza de nuestro interior oteando el horizonte.

Viajar es vivir cuando nos atrevemos a realizar experiencias arriesgadas empujando nuestros propios límites a nuevos niveles y descubriendo en ello lo mucho que somos capaces de alcanzar.

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Viajar es vivir cuando nos abrimos a los demás haciendo de la hospitalidad un ejercicio de la voluntad dignificando nuestra propia existencia.

Viajar es vivir cuando dejamos de acostumbrarnos a vivir sin viajar, es decir; a experimentar nuevas sensaciones. Se puede viajar tan lejos como uno quiera o lejos como uno pueda, la distancia no marca el viaje si no las ganas de vivir. Se pueden atravesar montañas, océanos o apenas unas calles, el ardor que produce la vida será el termómetro de nuestro destino.

Más allá de las estadísticas y las necesidades, viajar es vivir y la vida es un viaje apasionante, no dejemos de viajar, no dejemos de vivir.

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Contacto:

Luis Javier Álvarez Alfeirán, MA. Director de Le Cordon Bleu Anáhuac*

[email protected]

twitter: @DirectorLCBMx

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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