La llegada de Biden a la Casa Blanca auguraba un reto para el gobierno de López Obrador que se ha concretado en una serie de desaires y mensajes entre líneas que el actual gobierno de México no ha reparado en notar y atender.

No es únicamente la limitada dirección de la política exterior mexicana, ni la cercanía anterior con Trump; es la imagen que el actual gobierno mexicano da hacia el exterior: de incertidumbre, de desconfianza, de ineptitud y de populismo rancio.

La mala relación con los empresarios, la nula política pública en materia de salud, la falta de una política migratoria progresista y la alineación del presidente de México al bloque de izquierda latinoamericano representan hoy una amenaza a la estabilidad de la región y a la cooperación bilateral.

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Paradójicamente, la visita patria recientemente propuesta por AMLO a Biden, llega además de tarde en un ambiente enrarecido entre las demandas por conflictos laborales, tráfico de armas, planes de atención migratoria y un devastador escenario de condiciones sanitarias en medio de una pandemia que parece interminable, por lo que es poco probable que la visita se concrete. Además, no hay que olvidar que, al actual presidente de los Estados Unidos, la gestión a través de comitivas especializadas le han resultado más adecuadas.

Lo que no se ve a simple vista, pero está ahí es el inicio de una relación bilateral plagada de descalificativos hacia las universidades extranjeras, hacia el capitalismo, hacia la inversión extranjera directa, hacia la recomendación de organismos internacionales en materia sanitaria y hacia la intervención de los EE. UU. en la región.

La reciente designación del Senador Ken Salazar responde a la evidente incertidumbre por la que atraviesan las relaciones bilaterales México-Estados Unidos. El ex secretario del interior durante el gobierno de Barack Obama tiene amplia experiencia en temas coyunturales para la operación del TMEC y ciertamente, su experiencia en el Senado estadounidense le han sensibilizado acerca de la urgente necesidad que hay de recomponer el rumbo de la agenda de cooperación bilateral.

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Sensible ante los temas de la agenda nacional, el Embajador Salazar llegará a México con una visión clara respecto a lo que nuestro país debe atender para reconducir temas prioritarios como la seguridad y la migración.

En este sentido, la mancuerna Harris-Salazar es fundamental para concretar una nueva etapa que permita el desarrollo de mecanismos más progresistas de interacción con el Triángulo Norte, iniciativas para el fortalecimiento económico y la competitividad. Así, sabemos que temas como la lucha contra el narcotráfico, la seguridad y el comercio encabezan la histórica lista de cooperación entre ambos países, sin embargo, considerando las actuales condiciones de violencia, incremento en la desigualdad, el desempleo y el debilitamiento de las empresas mexicanas en ciertos sectores, la administración Biden es clara al afirmar que la vinculación y cooperación con México es inevitable, por lo que sus esfuerzos estarán encaminados a evitar que la relación bilateral continúe siendo tan infructuosa y abismal como lo es desde la gestión de Christopher Landau, el anterior Embajador de EE.UU. en México.

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