Seguridad energética, disminución de la dependencia vía importación de gasolinas y garantizar el abasto del mercado nacional, son algunos de los beneficios de echar adelante la Refinería Bicentenario.       A lo largo de los últimos años he escuchado incontables argumentos sobre por qué no hacer la Refinería Bicentenario. Me atrevo a plantear por qué sí vale la pena apostarle a este proyecto, desde la perspectiva de quienes vivimos el día a día de la industria petrolera nacional:
  1. Se producen 400,000 barriles diarios de gasolinas y la demanda es de 800,000 barriles por día. Prácticamente el 50% del consumo se satisface con importaciones, lo que implica una importante erogación de divisas que impacta significativamente la renta petrolera nacional y que obliga a pensar si sólo está sirviendo para pagar las importaciones de gasolina que abastecen el mercado interno.
  2. La demanda de gasolina crece a un ritmo de 3% anual. Bajo el esquema de refinación actual, ésta no puede ser satisfecha. Por eso gastamos 10,000 millones de dólares en gasolina importada a Estados Unidos cada año. El proyecto de la Refinería Bicentenario, que ampliaría la capacidad de refinación en 250,000 barriles de crudo diarios, más 80,000 barriles de residuales, tiene un costo proyectado de 10,300 millones de dólares.
  3. ¡Claro que hay que reconvertir las refinerías existentes! No hacerlo impediría llegar a la meta establecida por Miguel Tame, director de Pemex Refinación, de reducir en un 25% la importación de gasolinas. Pero ese no es un camino excluyente al de construir la Refinería en Tula, sino eminentemente complementario: con los proyectos de reconfiguración de las seis refinerías del Sistema Nacional de Refinación y la construcción de una nueva refinería, será posible llegar a una producción de 734,000 barriles por día de gasolina, que para una demanda estimada de 804,000 barriles por día, significarían una importación de “solamente” 70,000 barriles por día. No olvidemos que las instalaciones actuales tienen ya un largo ciclo de vida, pues las refinerías más jóvenes se construyeron en los 70 y no fueron diseñadas para procesar crudos pesados ni para producir combustibles con la calidad técnica y ambiental que hoy exige la normativa.
  4. El argumento que opta por una refinería más barata, aunque no esté en México, omite un elemento estrechamente vinculado a los energéticos: la soberanía. Basta recordar que en 2005 el huracán Katrina obligó a suspender actividades en diversas refinerías estadounidenses de la Costa Golfo, lo que puso en riesgo el suministro de gasolina hacia nuestro país. La refinación del petróleo es un área estratégica para México, como lo es para otras naciones. El auto abastecimiento de combustibles es sinónimo de soberanía y forma parte de las estrategias de suministro de combustibles y de comercialización de crudo; independientemente de la condición de importadores o exportadores de crudo, la evidencia muestra que los países desarrollan infraestructura de refinación necesaria para abastecer el mercado interno.
  5. La rentabilidad de la industria de la refinación nunca podrá competir con la rentabilidad de la producción del crudo, sin embargo la gasolina es el hidrocarburo con mayor valor de consumo y demanda. Es urgente edificar y poner en servicio la Refinería Bicentenario de Tula amén de construir otra de mayor capacidad.
  Seguridad energética, disminución de la dependencia vía importación de gasolinas, inclusión de combustibles alternativos y biocombustibles, garantizar el abasto del mercado nacional y detonar a través de las empresas nacionales la generación de empleos, son algunas de las razones para decir “sí” a la Refinería Bicentenario. Se trata de agregar valor. Refinar crudo es negocio. Pemex Refinación podría hacer de esa afirmación una realidad contable si la dotamos de la infraestructura necesaria, aquí y ahora.     Contacto: E-mail: [email protected] Página web: http://www.amipe.com  

 

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