Para algunos especialistas, la apertura de Pemex al capital privado motivaría el mayor repunte económico para México en 100 años.   Por Christopher Helman   México tiene una de las industrias petroleras más cerradas del mundo. La Constitución mexicana establece que es ilegal para cualquier persona, excepto para el monopolio estatal Petróleos Mexicanos (Pemex) incluso poseer un barril de petróleo. Si usted es un agricultor en México y descubre petróleo debajo de sus tierras, ni una gota del oro negro es suya, pertenece al Estado, a la gente. Como resultado de ello, Pemex es el único jugador en el sector. No hay empresas privadas que operen campos petroleros en México, no hay contratos de reparto de producción basados en el riesgo o asociaciones con empresas petroleras internacionales. Eso no podría ser más diferente del modelo de Estados Unidos, donde se da por sentada la propiedad privada de los derechos mineros. Sin embargo, el sector petrolero de México está a punto de empezar una transformación radical. Bajo el liderazgo del Presidente Enrique Peña Nieto, el Congreso aprobará, a finales de este año (de acuerdo con una media docena de analistas con los que he charlado) una enmienda constitucional para abrir el sector a la inversión privada. Para estas fechas del año entrante, empresas de la talla de ExxonMobil, PetroChina y Statoil podrían incluso tener contratos para iniciar la exploración de petróleo y gas en México, áreas desaprovechadas hasta ahora. ¿Cuán importante puede ser esta reforma energética para la economía de México? No sólo sería más grande que la revolución del shale gas para Estados Unidos, dice Duncan Wood, director del Instituto México del Woodrow Wilson Center, “Este será el cambio más significativo en la política económica de México en 100 años.” Es por eso que las reformas energéticas son la pieza más esperada de la ambiciosa agenda de transformaciones que el gobierno que Peña Nieto ha emprendido en apenas su primer año en el cargo. Este paquete, que el presidente ha llamado “La gran transformación” pretende apuntalar a la economía mexicana reduciendo los delitos violentos dando un vuelco a su sistema de educación pública mal administrada y aumentando la recaudación de impuestos. “La oportunidad de acelerar nuestra economía está dentro de nuestro país, está en las decisiones que tomemos como nación”, dijo Peña Nieto en su primer informe de gobierno, en septiembre. ¿Por qué la reformas energética será tan importante para México? Por todo el petróleo y el gas que podría producirse, y la gran riqueza que podría crearse en el proceso. ¿Cuánto? Bueno, de acuerdo con estimaciones del gobierno de México las reservas probadas, probables y posibles suman más 45,000 millones de barriles de petróleo y más de 500 billones de pies cúbicos de gas natural. Si las reformas suceden, “Tendremos una industrialización en México que no existía antes”, según una cita del FT del director general de Pemex, Emilio Lozoya. “Después de todo, compartimos la misma geología con EU.” Sin embargo, sin reformas, todo ese petróleo y gas simplemente permanecerá encerrado en el suelo. ¿Por qué no puede Pemex sacarlo? Debido a que Pemex, a pesar de ser una de las mayores compañías petroleras del mundo, no tiene suficiente experiencia técnica para explorar y desarrollar perspectivas prometedoras, como las aguas profundas del Golfo de México o las capas difíciles de esquisto de Eagle Ford, justo al sur de la frontera de Texas. Además, Pemex no tiene prácticamente ninguna posibilidad de adquirir o tomar prestados esos conocimientos bajo el actual status quo, lo que permite a la compañías privadas participar sólo a través de contratos de servicios. Eso es suficiente para atraer a empresas como Halliburton y Schlumberger, pero las grandes compañías petroleras con experiencia real y balances gigantes como Exxon Mobil o Chevron ni siquiera consideran asumir los riesgos masivos de perforación de pozos complejos si no se les garantiza una participación significativa en el petróleo o gas que pudiera encontrarse. ¿No pudo Pemex desarrollar esa experiencia de forma interna? No. Con México dependiendo de los ingresos de Pemex para financiar un tercio del presupuesto federal, la empresa se ​​ha quedado sin el capital que necesita para perforar, desarrollarse y crecer.   Un poco de historia En 1938, el presidente Lázaro Cárdenas, en respuesta a la especulación desenfrenada de las compañías petroleras estadounidenses, nacionalizó el sector y devolvió el petróleo a la gente. La nacionalización de los recursos funcionó bien para México durante la mayor parte de los últimos 75 años, sobre en los años 80 y 90, cuando Pemex desarrolló el campo Cantarell en el Golfo de México. Descubierto por el pescador Rudesindo Cantarell, que notó petróleo burbujeando en el Golfo, en 1976, el campo Cantarell fue uno de los más grandes del mundo, con un volumen de producción que alcanzó un máximo de 2.1 millones de bpd en 2003. Ese año también marcó el pico en la producción de petróleo de México a 3.4 millones de bpd. Después de eso, Cantarell más o menos expiró. En lo que es quizá la caída más pronunciada de un yacimiento gigante, Cantarell se ha desplomado desde entonces a 400,000 bpd. Pemex ha tratado de sustituir a Cantarell, pero los nuevos avances han sido menores, más complicado y más costosos de desarrollar de lo que fue Cantarell. La producción total de Pemex se ha reducido a 2.5 millones de bpd. Ello ha reducido los ingresos a las arcas gubernamentales. En 2005, los ingresos petroleros representaron el 41% del total de los ingresos del gobierno. Esa cifra ha caído hasta el 30%. Si no se le da la capacidad a Pemex de atraer el capital que necesita para reinvertir y crecer, México tendrá que imponer nuevos impuestos para compensar la diferencia. Considerando que los ejecutivos de Pemex afirman que buscan aumentar el gasto cerca de 50% a 37,000 mdd al año, hablamos de muchísimos nuevos impuestos. Una generación de políticos ha reconocido que algo tiene que cambiar. Vicente Fox , Carlos Salinas, Felipe Calderón, todos expresaron su deseo de abrir a Pemex, pero nunca llegó el momento. Calderón logró algo que se llama “contrato de servicios integrados”, con los cuales Pemex ha sido capaz de traer a compañías petroleras extranjeras para prestar servicios de perforación, pero claramente eso no es suficiente. “Los mexicanos comenzaron a creer que había un problema”, dice Wood. Así que la cuestión pronto se convirtió en “¿cuál es el camino correcto a seguir”. No es suficiente tener un buen plan si no se puede construir el consenso político para lograr su aprobación. En un discurso ofrecido en Houston en septiembre, Calderón expresó su persistente frustración de no haber podido lograr más reformas para ayudar a Pemex a alcanzar la capacidad de cumplir con su “potencial completo”. “La situación política que permite este tipo de reformas es muy diferente a la que había cuando yo estaba en la presidencia”, dijo Calderón. “El PRI se opuso a las reformas cuando yo gobernaba. Ahora en el poder, el PRI está a favor de todas estas reformas.” Pero el presidente Peña Nieto no puede impulsar las reformas más de lo que lo hizo Calderón. La opinión pública mexicano es cautelosa acerca de la “privatización”, y es fácil ver por qué. La desregulación de la industria de las telecomunicaciones que llevó al surgimiento de Telmex, creó la fortuna de Carlos Slim Helú, el hombre más rico del mundo. Aunque los mexicanos pueden sentir algo de orgullo por que su compatriota es el más rico del mundo, el hecho de que alcanzara ese estatus como resultado de la privatización de un monopolio es anatema en un país en el que millones de personas aún viven en la pobreza Así, en su discurso de presentación de su reforma energética, Peña Nieto invocó al fantasma del ex presidente Lázaro Cárdenas y le dio un giro diferente a su legado. Aunque recordado como el presidente que cambió la Constitución para nacionalizar la industria del petróleo de México, Cárdenas, no obstante, durante sus últimos días en el cargo en 1940, modificó la legislación para permitir a Pemex a celebrar contratos de reparto de utilidades de producción compartida con empresas privadas de capital mexicano. El sucesor de Cárdenas, Manuel Ávila Camacho, fue más allá y creó una ley secundaria que permitía a Pemex celebrar esas asociaciones con compañías petroleras de propiedad extranjera, siempre que Pemex controlara la mayor parte del riesgo. Lo que pocos recuerdan ahora es que este sensato acuerdo de producción compartida duró hasta 1958, cuando el presidente Adolfo Ruiz Cortines modificó las leyes de nuevo. Ruiz Cortines mató al potencial de crecimiento para los socios privados de Pemex y eliminó el incentivo para tomar riesgos al exigir que Pemex no les pagara “en especie”, con un porcentaje fijo del petróleo extraído, pero en efectivo. (Standard & Poor’s tiene una interesante texto al respecto.) Lo que Peña Nieto propone es cancelar las restricciones impuestas a Pemex por el presidente Ruiz Cortines y regresar las leyes petroleras de México “a como debn ser”, al estado que tenían antes de que los políticos lo arruinaran todo. Es un movimiento astuto de Peña Nieto remontar el origen su propuesta de nuevo al hombre que los mexicanos consideran el “Papa del petróleo”, dice José Valera, abogado de Mayer Brown en Houston. Duncan Wood compara la labor de Peña Nieto con el milagro de la resurrección de Lázaro de entre los muertos por Jesucristo. “Saben cómo montar un espectáculo”, dice Wood. Las reformas, como el presidente las ha propuesto, dirán tres cosas sencillas: En primer lugar, que todos los hidrocarburos (petróleo y gas) pertenecen al Estado, y por extensión al pueblo de México. En segundo lugar, que México no va a otorgar “concesiones” a los hidrocarburos en el lugar que le confieren ningún derecho de propiedad. En tercer lugar, que el Congreso de México deberá establecer políticas que dicten el desarrollo de los hidrocarburos. Estos cambios están diseñados para ser lo más simple posible, lo necesario para reunir las dos terceras partes del Congreso que se necesitan. “En esencia, Peña Nieto pide un borrón y cuenta nueva a nivel constitucional para que los políticos establezcan los detalles”, dice José Valera. La “legislación secundaria”, como se le llama, requiere sólo de una mayoría simple para ser aprobada, e incluirá las verdaderas entrañas de los cambios a la ley energética mexicana. El resultado final no será ni de lejos tan liberal como el de Estados Unidos, por supuesto, donde los propietarios tienen derechos sobre los minerales en virtud de su tierra. Más bien, se desplazará a México más en la dirección de Brasil y Noruega, que tienen grandes petroleras patrocinadas por el Estado en Petrobras y Statoil, pero también reciben capital extranjero para invertir en exploración y desarrollo de sus yacimientos petrolíferos.   La influencia de los partidos El PRD —aunque está a favor de permitir que Pemex se quede con una cantidad mayor del dinero que genera— se opone a cualquier enmienda constitucional. Andrés Manuel López Obrador ha liderado las tibias protestas contra las reformas, calentando el escenario para que los mexicanos se opongan a permitir que los políticos regalen lo que de nacimiento les corresponden. Incluso el hijo de Lázaro Cárdenas ha sido citado diciendo que está en desacuerdo con el secuestro del legado de su familia por parte de los políticos. Sin embargo, el PRI y el PAN, votando juntos, podrán aprobar las reformas sin el PRD. Las protestas de López Obrador no han sido más que “un fiasco”, dice Wood, especialmente cuando se comparan con las protesta de los maestros. “Ya no tiene la fuerza que tenía”. El PAN está a favor de las reformas y respalda liberalizaciones y privatizaciones integrales que buscan permitir la inversión privada a través de toda la cadena de valor de los hidrocarburos, desde la perforación hasta el refinado, pasando por refinerías, oleoductos y plantas generadoras de energía. “La empresa estatal no tiene el incentivo adecuado para ser eficiente”, dijo Calderón, insistiendo en que Pemex debe ser capaz de compartir el riesgo de nuevas exploraciones con empresas petroleras internacionales y beneficiarse de su experiencia operativa. “En esta economía global, un país sólo puede tener éxito si cuenta con el apoyo de socios estratégicos”, dijo Calderón. Con el PAN y el PRD en lados opuestos de la cancha, Peña Nieto y el PRI tienen “dos postes de una portería para hacer un gol”, dice Wood. Después de la reforma pase y el Congreso se dedique la legislación secundaria, los analistas esperan el surgimiento de una variedad de modificaciones sustanciales. Éstas podrían incluir la creación de una secretaría encargada de la industria petrolera la reorganización de Pemex y el establecimiento de contratos de producción compartida. Probablemente permitirán la inversión privada en oleoductos y refinerías. Tal como está ahora, México envía la mayor parte de su petróleo a EU, donde es refinado, luego tiene que comprar la gasolina de nuevo. El ex presidente Calderón dice que es absurdo que Pemex tenga una empresa asociada de refinación en Texas, pero no en México. “¿Por qué no hacerlo en su propio país? Porque la ley no lo permite.” Esto, insiste, debe cambiar. “Es una contradicción que México, un importante productor de energía, tenga ya que importar gas natural y gasolina”, dijo el director general de Pemex, Emilio Lozoya a principios de este año. Antes de que las compañías petroleras internacionales firmen algún contrato para desarrollar campos de petróleo, Pemex probablemente tendrá la oportunidad de elegir los campos que quiera quedarse. El secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell describió este proceso propuesto en agosto como una “ronda cero”. Cabría suponer que la primera ronda involucraría licitaciones de empresas para ganar el derecho a desarrollar campos particulares. Un punto de conflicto potencial: la forma en que las compañías petroleras internacionales podrán incluir en sus balances el valor de las reservas que lleguen a desarrollar en México. Después de todo, las reformas constitucionales no invalidan el hecho esencial de que sólo el gobierno puede “poseer” el petróleo de México cuando se encuentra en el subsuelo. Esto es importante, porque las compañías petroleras privadas, por su naturaleza, deben ser capaces de incluir las reservas en su contabilidad. Cuando una compañía petrolera incluye en sus libros las reservas, está declarando, con un grado razonable de certeza, la cantidad de petróleo y gas que cree que podrá recuperar en los años por venir de la tierra que controla. Estas reservas ayudan a establecer el valor intrínseco de una empresa. Una vez que las reservas son contabilizadas, los inversionistas pueden dar un valor a la compañía mediante la predicción de cuán hábilmente la empresa será capaz de conseguir esas reservas y convertirlas en dinero en efectivo (después de todo, el valor de todos los activos se basa en la expectativa de que se conviertan en dinero en efectivo). Al incluir las reservas una empresa crea un activo de capital en su balance. Luego, vende acciones o pide prestado contra esta capital con el fin de obtener dinero en efectivo para desarrollar esas reservas. Esta estructura de formación de capital es en la que se basa toda la industria petrolera. Las compañías petroleras sólo estarán interesadas ​​en la celebración de contratos con México si pueden incluir las reservas en sus balances, ¿pero lo permitirá la Constitución (incluso después de las modificaciones)? El PRD ha sido claro en su postura de no permitir que las compañías petroleras internacionales lo hagan ya que ello implicaría que las compañías y no el pueblo de México, fueran las propietarias del petróleo. “Es un argumento falaz”, dice Wood. “El gobierno no es estúpido, sabe las empresas tienen que incluir esas reservas para crear capital para financiar el desarrollo.” La administración encabezada por Peña Nieto ha estado hablando con las compañías petroleras y con la SEC (la reguladora de valores estadounidense) y ha propuesto que las empresas internacionales puedan registrar sus intereses económicos en los contratos de riesgo compartido, de tal manera que puedan incluir esas reservas bajo las reglas de la SEC mientras el estado conserve técnicamente la plena propiedad de los hidrocarburos. A las compañías petroleras no les importa quién “posee” las cosas, siempre y cuando los abogados, reguladores y contadores puedan incorporarlas como un activo.   ¿Qué va a pasar con Pemex? Aunque las fuentes dicen que los altos ejecutivos de Pemex —incluyendo a Lozoya, de 39 años— están íntimamente involucradas en el proceso de “quitar los grilletes”, hay pocas razones para creer que Pemex seguirá siendo el “único jugador en México” en lo que respecta a desarrollo de petróleo y gas en México. “No hay nada que diga que los contratos tienen que estar con Pemex”, dice Manuel Cervantes, de MCM Abogados, en la Ciudad de México. Por el contrario, es muy posible que el Congreso cree una secretaría que supervise toda la industria y que se encargue de las licitaciones y subastas de bloques de exploración y la realización de contratos. Este organismo podría supervisar la creación de una nueva ola de empresas petroleras privadas propiedad de mexicanos. La entrada de otras empresas para trabajar e incluso competir con Pemex será buena para el sector, dice Wood. Pemex no tiene la capacidad técnica suficiente para extraer el petróleo “interesante” en las aguas ultraprofundas del Golfo de México, por ejemplo. Además, la compañía es arrastrada por su enorme nómina, incluyendo un brazo servicios de salud con 12,000 empleados en lista. Como resultado de ello, Pemex tiene una de las tasas más bajas de la productividad —medida en barriles de petróleo por trabajador— entre todas las empresa del mundo. Las obligaciones por pensiones son enormes. “Si se sumara todo la empresa estaría en quiebra”, dice Wood. Esto es, si se tratara de una empresa privada real y no un brazo del Estado. Para Peña es claro el poder del sindicato de trabajadores de Pemex, de tal forma que ha tenido cuidado de no ir en contra de los trabajadores. En lugar de presentar cargos de corrupción contra el poderoso líder del sindicato, Carlos Romero Deschamps, el PRI lo hizo senador. “El sindicato está perfectamente alineado con las propuestas. Sus derechos no están en riesgo”, dice Fernando Alonso, socio de Elias-Calles y Alonso, en Florida. “Cuando detienes la economía de mercado tendrás problemas”, dice Wood. “No hay una sola empresa que pueda hacerlo todo.” Sobre todo en lo que respecta al gas natural. Pemex ha promovido durante mucho tiempo un sesgo institucional contra en contra del gas natural no porque México no lo necesite (importa actualmente cerca de 2,000 millones de pies cúbicos diarios), sino porque el petróleo ha sido siempre donde está el dinero. “El gas no es una prioridad”, dice José Valera. Como resultado, habrá una amplia oportunidad para la entrada de perforadores de gas. Y después de eso vendrá la demanda de grandes inversiones en gasoductos. El país cuenta con 6,000 kilómetros de ellos actualmente, dice Valera, pero podría utilizar tres veces más. Será muy bueno para la economía de México alentar a los empresarios a invertir capital privado en nuevas compañías petroleras. Para sobrevivir, tendrían que ser eficientes y rentables. Con el tiempo, y éxito, las petroleras mexicanas podrían en relieve lo que hay que cambiar de Pemex. En los últimos años los empresarios de México, entre ellos Carlos Slim, ya han formado empresas de perforación para trabajar bajo contrato para Pemex. El punto más atractivo ha estado en el negocio de perforación en aguas profundas. Fuentes de la industria dicen que no hay ningún lugar en el mundo donde las plataformas tengan mayor demanda; la perforación en aguas poco profundas sigue siendo una competencia básica para Pemex. El líder entre los perforadores locales parece ser el Grupo R, (controlado por Ramiro Garza Cantú), que tiene la que se cree que es la mayor flota de plataformas de perforación de poca profundidad en aguas mexicanas y ha pedido cinco nuevas plataformas autoelevables a un costo de aproximadamente 1,000 millones de dólares. Mientras tanto, Guillermo Vogel Hinojosa, vicepresidente de Tenaris-Tamsa se ​​ha posicionado como el principal fabricante de tubos de acero de México. En cuanto a Slim, el Grupo Carso provee servicios de perforación sustanciales a Pemex y a principios de este año firmó un contrato de arrendamiento por 415 MDD y siete años por el arrendamiento de una plataforma de perforación a Pemex. En 2011 Carso adquirió Tabasco Oil, que perfora en Colombia y también posee una participación del 8% en la petrolera estatal YPF de Argentina. También hay operadores de tierra preparándose, como Alfa México (controlada por la familia Garza Sada), que en 2010 hizo una adquisición de un área con valor de 1,300 millones dólares en Eagle Ford, Texas y ya está perforando allí para adquirir la experiencia necesaria para aplicar su experiencia en la misma geología al sur de la frontera. Como el expresidente Calderón explicó en su discurso de septiembre, ha habido miles de pozos perforados en Eagle Ford en el sur de Texas, pero sólo unas pocas docenas en el lado mexicano. La fruta madura está esperando allí. “El petróleo no respeta las fronteras”, dijo. Calderón y sus predecesores podrían haber presionado para lograr las reformas, pero es Peña Nieto que recibirá el lugar en los libros de historia. “Todo el mundo se había dado cuenta del problema, pero nadie quería enfrentar el reto de la reforma constitucional”, dice Steven Ottilar, abogado de Akin Gump en Houston. “En vez de ‘Oh, Dios mío, ¡qué rápido va esto!’, es más como ‘Gracias a Dios por fin estamos ahí.’”  

 

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