Por Aileen Said En República Dominicana sobran ejemplos de cervezas artesanales, pizzas preparadas a la leña, muebles ecológicos, embutidos libre de conservantes artificiales, productos de belleza sin químicos, ropa de acabado único y producción manual, que cada vez más se vuelven favoritos entre los consumidores.En los últimos tiempos se ha vuelto tendencia la elaboración a mano de artículos a base de técnicas tradicionales y con métodos que mantienen los productos tal como los ofrece la naturaleza, tanto en los ámbitos de la gastronomía y las bebidas como en el mundo de la decoración, los textiles y la bisutería. Si bien es cierto que el fenómeno de la Revolución Industrial desplazó la producción artesanal, con el surgimiento de las etiquetas “hecho a mano”, resulta evidente que este proceso de transformación económico, social y tecnológico no borró la existencia de personas dedicadas a la producción independiente y a pequeña escala. Hoy en día los países se interesan por promover el emprendimiento de mentes ingeniosas y productores manuales. A nivel mundial se observa un aumento de los espacios virtuales especializados, a parte de los físicos, donde las personas pueden exhibir, vender y comprar productos hechos a mano, a juicio de Miguel Collado Di Franco, economista senior del Centro Regional de Estrategias Económicas Sostenibles (CREES). Puedes leer: ¿Quieres ser un viajero dinámico o tradicional? El sector artesanal en República Dominicana genera al país 350 millones de dólares (mdd) anuales, según el Ministerio de Industria y Comercio (MIC), lo que representa el 0.5% del producto interno bruto (PIB). No se trata de un dato llamativo o representativo si lo comparamos con la producción industrial, que genera el 8% del PIB. Aunque la participación de estos productos con relación a toda la economía es muy bajo, el gobierno ha considerado el sector de la artesanía como una actividad económica y turística muy importante. En abril de este año emprendedores, sector empresarial, sociedad civil y el Estado firmaron la Alianza Dominicana por el Emprendimiento y la Innovación, que de acuerdo con el Consejo Nacional de la Empresa Privada, se trata de un compromiso país que busca promover las condiciones necesarias para estimular un ecosistema de emprendimiento que fomente y facilite a cualquier ciudadano la posibilidad de emprender, innovar y arriesgarse a un nuevo negocio. Tres meses después, en julio de este año, el MIC  de República Dominicana y Promoción APEC (Promapec), firmaron un acuerdo para la creación de un Centro de Capacitación y Desarrollo, para promover y ofrecer capacitaciones para las micro, pequeñas y medianas empresas del sector artesanal del país. Punto de partida Después de la crisis que en el año artesanales: “Sobre todo en una economía como República Dominicana ante un mercado de trabajo poco flexible que tiene una tasa de desempleo de 13%”. La venta de productos hechos con poco o ningún uso de altas tecnologías y grandes maquinarias empezó a ser una oportunidad de ingresos. El padre del marxismo, Karl Marx, apuntó que “la producción le da al consumo su determinación, su carácter, su finalidad. De la misma forma que el consumo le da al producto su fin como producto… La producción crea, por lo tanto, a los consumidores”. Tomando en consideración esas palabras, se puede concluir que el éxito que está alcanzando la producción manual está basado en que el cliente reconoce la calidad de los productos y está más dispuesto a pagar el valor del mismo, por lo que la misma industria ha creado o acostumbrado a sus clientes a valorar este tipo de productos en República Dominicana. Citlally Miranda, artista y creadora de Lukku Cay, un proyecto de fabricación de artículos hechos a mano, entiende que el consumidor de productos artesanales o consumidor del concepto de arte-objeto ha podido cultivar un sentido de apreciación y sensibilidad que no tiene un consumidor de productos industrializados. “Una pieza artesanal manual siempre deja la huella humana, mediante un trato particular que se estampa en las piezas, dejando una sensación de orgánico, de imperfección casi perfecta, lo que es el atractivo principal”, dice. Para Citlally, esto marca la diferencia en relación con producciones industrializadas. Lukku Cay, que en lenguaje taíno significa gente de isla, es un proyecto que inició en 2004 para hacer producciones de diseños comerciales sin que dejen de ser originales. Citlally Miranda emprende su marca haciendo diseños digitales conceptuales para imprimir en camisetas, confeccionando blusas y accesorios con aplicados de textiles y tejidos (no convencionales), así como creando objetos decorativos y el rediseño de mobiliarios para el hogar. “Elegí desarrollar producciones de arte-objetos para ofrecer artículos innovadores y especiales. Una obra de arte de manera más asequible. Es lo gratificante, el poder suministrar cierto placer estético. Entregar el resultado de un trabajo especial”, indica Citlally. Las ventajas de un consumidor de productos artesanales es que adquiere un artículo especial, mientras que el consumidor de productos industrializados está supliendo su necesidad de una manera ordinaria. Con esta idea concuerda Yndira Concepción, productora de miel y aceite de coco artesanal, quien considera que el cliente está cambiando que tiene poder adquisitivo, está informado y tiene más conciencia de lo que consume. “Los nuevos consumidores lo hacen por conciencia”, expresa esa amante de las abejas, quien también asegura que a nivel nacional los productos artesanales tienen un gran público de extranjeros radicados en el país o turistas que visitan. Costes y escalas: Un valor agregado Citlally explica que los artículos artesanales y manuales deben ser cotizados conforme a la implicación del dominio de las técnicas manuales y creativas, del tiempo humano que se invierte en su realización, lo que será un valor agregado al resultado del producto. Ciertamente, las escalas de fabricación entre un producto hecho a mano y uno en el que se emplean grandes máquinas no son dimensionales. Mientras Citlally confecciona 30 camisetas pintadas a mano o blusas en textiles y tejidos de nudos por mes e Yndira tiene que sacar toda la miel que pueda en seis meses porque la misma naturaleza se vuelve en su contra los otros seis meses restantes del año, grandes cadenas pueden producir miles o millones de sus productos en un tiempo menor. En consecuencia, la producción manual o artesanal nunca representará una amenaza para la producción industrializada, pero sí está permitiendo el establecimiento de una tendencia entre personas emprendedoras y consumidoras que buscan ese valor agregado. Collado di Franco determina que siempre habrá una limitación en ese sentido, por lo que no es la manera más eficiente de producción para cualquier economía del mundo, “ninguna economía se ha desarrollado en base a la producción artesanal”. Aunque enfatiza que la artesanía, en sentido general, existe y existirá siempre. No descarta que sea un fenómeno transitorio determinado por ciertos factores socioeconómicos, pero afirma que la producción industrial siempre será la tendencia porque está atada al progreso maerial de la humanidad.

 

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