Como región, Centroamérica destaca en la implementación de programas de Responsabilidad Social Empresarial, pero cada país aún tiene mucho que trabajar.                              Por Manuel Ramírez La Responsabilidad Social Empresarial (RSE) es más un tema económico que social. Así de contundente y así de claro es el planteamiento que hace esta tendencia, cada vez con mayor fuerza en América Latina. No obstante, todavía está muy lejos de llegar al nivel de maduración que ha alcanzado en otras regiones, principalmente la Unión Europea, donde se han hecho los mayores esfuerzos para incorporar este tema a la gestión empresarial. Mientras que en Europa 16 países ya cuentan con un plan nacional de RSE y seis más están a punto de finalizarlo, en América Latina sólo Chile ha logrado aprobar un plan de acción 2015-2018, creado en el marco del Consejo de Responsabilidad Social Empresarial para el Desarrollo Sostenible, incorporado al Ministerio de Economía. Dejando claro que si bien éste es un tema del ámbito empresarial, los gobiernos de cada país tienen mucho que ver, pues la creación de iniciativas gubernamentales y legislativas es la única forma de poder obligar a las compañías a adoptar prácticas responsables. Si bien la adopción e implementación de programas de RSE es una medida opcional, el cumplimiento de estándares y normas reguladas por la ley no lo es. Mucho más allá de ser una obligación, la RSE puede darles una verdadera ventaja competitiva. Como dice Italo Pizziolante, experto internacional en temas de sostenibilidad: “las empresas valen por la percepción que se tiene de ellas, no por lo que dicen sus libros contables y cuando conectas los negocios  con impactos positivos provocas que la compañía incremente su valor”. De hecho, una de las mayores presiones para las compañías viene por parte de los consumidores, aunque estos “no estén dispuestos a pagar más por los productos de una empresa, sí en condiciones similares escogerían un producto de una empresas que es social o ambientalmente responsable”, resalta Ramón Mendiola, director general de la empresas costarricense Florida Bebidas.   No son donaciones Para que eso suceda, se requiere una verdadera compresión de la Responsabilidad Social Empresarial y no confundirla con temas de filantropía e inversión social: hay una diferencia significativa entre un concepto y el otro. Por eso —dice Pizziolante— puedes tener programas de RSE y no ser socialmente responsable, porque hay inconsistencia entre el manejo de intereses, los conflictos con los accionistas minoritarios, las relaciones con la comunidad, la calidad del empleo, etcétera. De hecho, hasta ahora los mayores esfuerzos se han concentrado no en dar donaciones, sino en atacar los temas transversales de este concepto, como la igualdad de género, el cambio climático, la sostenibilidad y el empleo justo; es decir, muchos de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, los cuales son impulsados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y que han marcado el camino a seguir de la responsabilidad social. “A las iniciativas de la Unión Europea se suman otras como Global Business Iniciative, Human Right o el Pacto Global, en donde se promueven los planes nacionales de acción: de alguna manera, a través de estos mecanismos es más fácil potenciar el concepto amplio de la RSE”, agrega Georgina Núñez, oficial de Asuntos Económicos de la división de Desarrollo Productivo y Empresarial de la Comisión Económica para América Latina (Cepal).  grafico_rse_ca El Istmo en el mapa Hasta ahora ninguna nación de Centroamérica cuenta con un plan nacional de Responsabilidad Social: aunque Nicaragua está trabajando con el objetivo de ser el segundo país de América Latina en tenerlo, después de Chile. Tampoco hay muchas empresas que hayan hecho reportes de sostenibilidad reconocidos por el Global Reporting Iniciative. Esto no quiere decir que no haya avances en esta materia en la región. Como dice Pizziolante, en el Istmo hay un interés similar al resto de las otras subregiones de América Latina, de hecho —afirma— Centroamérica está mejor organizada para poder desarrollar en el corto plazo un cambio importante en la sociedad. “En Sudamérica no existe un acuerdo interempresarial a través de organizaciones no gubernamentales, creadas por el sector privado tan fuerte como la red de Integrarse”. Esta red fue promovida, desde 2002, por algunos de los empresarios más importantes de la región como: Roberto Murray en El Salvador, Julio Herrera en Guatemala, Luis Javier Castro en Costa Rica, Carlos Reynaldo Lacayo en Nicaragua y Stanley Motta en Panamá: concretándose en 2012 el registro, como fundación de la Integración Centroamericana para la Responsabilidad Social Empresarial (Integrarse), proyecto que requirió del apoyo de distintas instancias: como el Gran Ducado de Luxemburgo y la Cooperación de los Países Bajos, lo cual les permitió intercambiar herramientas, conocimientos y experiencias entre las naciones participantes. Esta es una alianza de las asociaciones de RSE de cada uno de los países de la región, reuniendo en total a más de 690 empresas y manejando un presupuesto de 5 millones de dólares por año. Parte de su éxito radica en la creación de estándares e indicadores comunes que son compartidos permanentemente entre estas organizaciones. Esto no quiere decir que Centroamérica pueda equipararse en términos de la RSE a otras regiones del mundo, que tienen mayor avance en estos temas. Uno de los obstáculos más grandes para que eso suceda es, al igual que en el resto de América Latina, un predominio importante de las pymes en el entorno empresarial, las cuales por su tamaño enfrentan diversos problemas derivados de su propia naturaleza. Por ejemplo, sólo 44% de las compañías pequeñas y medianas accede a los mercados financieros en Latinoamérica, mientras que el promedio de pertenecientes a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) alcanza 94%. La Cepal identifica cinco áreas en donde las pymes presentan limitaciones para avanzar en los temas de RSE: el financiamiento, el marco institucional y de apoyo, la capacitación de personal, la articulación productiva, el acceso a cadenas de valor y capacidades de innovación.   Mundos dispares Cuando las corporaciones multinacionales intentan trasladar las prácticas implementadas en sus países de origen, se dan cuenta que no existen los marcos normativos e institucionales a través de los cuales puedan avanzar en RSE. Muestra de ello es que las 12 redes locales de América Latina, asociadas al Centro Regional en la promoción de líneas estratégicas del Pacto Global, representan sólo el 20% del total de los miembros de este instrumento de la ONU; en donde sólo hay dos miembros de Centroamérica: Costa Rica y Panamá. Algo que sí pasa ahí —dice Georgina Núñez— que no he visto en otras subregiones del hemisferio es que la red de Costa Rica realiza un trabajo de promoción de los 10 principios de gobierno corporativo, así como en la gestión y práctica de derechos humanos. Mientras en Panamá las firmas tienen un rol muy activo para alcanzar un diálogo multisectorial, con lo cual buscan impulsar un marco legislativo que ayude al desarrollo sostenible en ese país. Italo Pizziolante agrega: “la única manera de garantizar comportamientos que tengan impacto social es que las compañías cuenten con un gobierno corporativo”. El experto asegura que, en realidad, de lo que se debería estar hablando es de sostenibilidad, es decir de la conexión entre los programas aislados de RSE y los procesos de gestión de las empresas. Como señala Ramón Mendiola, “tenemos que traernos el tema de la RSE al seno de la estrategia de la empresa, desde el más alto nivel, para que esto pueda fluir al resto de las áreas de la compañía e impactar a las empresas y a toda la cadena de valor”. El reto es fuerte. Pero las empresas que entiendan y sepan aprovechar los verdaderos alcances de la RSE podrían obtener ventajas competitivas frente a sus contrapartes. De igual forma, cada vez es más común para los fondos de inversión fijarse en las compañías que tienen gobiernos corporativos para decidir si invierten o no en esas organizaciones. Al final, todo se resumen en tener o no una buena reputación frente a la sociedad, con todo lo que ello implica.

 

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