Ricardo Anaya tomó la decisión de volver a la vida política. Desde que perdió la elección, en 2018, optó por la distancia, estuvo en Estados Unidos, en actividades académicas y se estableció en Querétaro.

El entonces candidato presidencial del PAN sufrió de acoso legal por parte de la Procuraduría General de la República. Desde Los Pinos se ordenó propiciar su derrumbe, o debilitamiento, para en los hechos apoyar a Andrés Manuel López Obrador.

Desde enero de 2018 el presidente Enrique Peña Nieto tenía claro que el PRI perdería la contienda y optó por allanar el camino a quien consideraba menos riesgoso para su futuro.

Si bien el triunfo de López Obrador, por su magnitud y extensión no se puede achacar a un solo factor, no deja de ser un asunto pendiente la revisión y  la valoración para establecer cómo actuaron los grupos de poder en aquella coyuntura, la que en todo caso sí permite vislumbrar que el reparto en las cámaras legislativas habría sido distinto de no mediar un acoso, por demás indebido, contra quien abanderó a PAN, PRD y Movimiento Ciudadano.

Anaya, en todo caso, tiene claridad de la urgencia de establecer un proyecto alternativo a la 4T, que encuentre apoyos en el 2021 y que así consolide posibilidades para el 2024.

Dice que aprendió de los errores y uno de ellos, en nada menor, es que nunca estableció con claridad las líneas esenciales y atractivas de una alianza entre la izquierda y la derecha moderadas.

Ahora esta posibilidad tiene aún más sentido, porque una parte del trabajo que tendrán que hacer las oposiciones, de resultar atractivas al electorado, radicará en la reconstrucción institucional y en el encarrilamiento adecuando de la economía, dos aspectos en los que la actual administración no tiene buenas cuentas.

El retorno de Anaya es interesante, además, porque significa que se hace cargo de la responsabilidad que tiene en un momento como el que se vive, donde guardar silencio más que prudencia pareciera capitulación.

Conoce los riesgos de su decisión y dejó muy claro a lo que se enfrenta, al advertir que se pueden desatar ataques en su contra. ¿Hace bien? ¿Vale la pena?

Supongo que la respuesta la tendremos muy pronto, pero la primera lectura es que Anaya lo intentará, lo que ya hace la diferencia con otros actores políticos que optaron por tirar la toalla y esperar que el tiempo pase, un error que estas alturas es más que notorio.

Son nueve meses los que hay que restar para la jornada electoral, un suspiro, pero en días muy largos y en los que todo puede ocurrir.

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