DW.- En la periferia norte de Río de Janeiro, lejos de las vastas extensiones de arena blanca de la emblemática playa de Copacabana, se mezclan mangos magullados y maduros, pimientos rojos secos y un montón de tubérculos de tapioca con astillas de madera. Lo que a primera vista no parecen ser ingredientes particularmente sabrosos, es el intento de Río de Janeiro de acercarse a las emisiones netas cero para el año 2050. Con este proyecto experimental, la megaciudad brasileña quiere averiguar si la incineración de residuos podría ser parte de la solución. “De lo contrario, toda esta comida simplemente se tiraría a la basura”, dice Bernardo Ornelas Ferreira, investigador del Ecoparque do Caju, que alberga la primera unidad de biometanización de América Latina. Un fuerte y agrio olor se cierne sobre el almacén en el calor del mediodía. Ferreira deja pasar por su lado a una carretilla elevadora. “Hay tanto potencial sin explotar. Tendríamos que hacerlo así en todo el país”, señala. Brasil es uno de los diez mayores productores de residuos de alimentos del mundo. Alrededor del 30% de sus cosechas de frutas y verduras son descartadas. Según la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (EMBRAPA, por sus siglas en portugués), cerca de 40,000 toneladas de alimentos terminan a diario en la basura y se pudren en los vertederos, liberando grandes cantidades de metano. Río de Janeiro tiene alrededor de 6.7 millones de habitantes y es una de las más de 70 ciudades en todo el mundo que se han comprometido a ser carbono neutral para el año 2050. Según las Naciones Unidas, las ciudades son responsables de alrededor del 75 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) en todo el mundo y de más de dos tercios de todo el consumo energético.

Bernardo Ornelas Ferreira, investigador del Ecoparque do Caju.

Generando energía a partir de residuos orgánicos

El proyecto piloto Ecoparque fue lanzado en diciembre de 2018 por la empresa municipal de limpieza urbana, Comlurb. Los materiales orgánicos, principalmente de residuos alimentarios, se convierten en biogás mediante un proceso que genera electricidad, biocombustibles y compostaje para ser utilizado como fertilizante en la agricultura y la silvicultura, que produce emisiones mínimas. La planta procesa entre 35 y 50 toneladas de residuos al día y genera la energía suficiente para abastecerse a sí misma, al gran vertedero y a los 19 vehículos eléctricos de la empresa con electricidad. En base al consumo promedio de Brasil, esto equivale a más de 1,000 hogares, según Ferreira. La planta recibe residuos orgánicos de supermercados y puestos callejeros de frutas y verduras del centro de la ciudad, pero también de los residuos domésticos e incluso de las hamburguesas y papas fritas desechadas en el festival ‘Rock in Rio’ del pasado mes de octubre. Siete reactores de Ecoparque, cada uno del tamaño de un contenedor marítimo, se utilizan para el aprovechamiento de los desechos. En un proceso de varias etapas, cada reactor se llena con residuos orgánicos y se sella durante dos o tres semanas. Se añaden bacterias para ayudar a descomponer las sustancias y así producir metano. El gas se almacena en un gran contenedor encima de la planta y luego se convierte en electricidad. “La idea del Ecoparque es crear un lugar para probar nuevas tecnologías que, una vez que hayan demostrado su viabilidad económica, financiera y ambiental, puedan ser adoptadas por Comlurb en el futuro. Así, con el tiempo, cada vez menos residuos terminarán en los vertederos”, dice José Henrique Monteiro Penido, jefe del departamento de sostenibilidad ambiental de Comlurb. “El modelo puede ser adoptado por otras ciudades y así tener un impacto positivo en todo el país”, añade. Según Comlurb, este es el “primer paso” para la gestión de las 5.000 toneladas de residuos orgánicos que Río de Janeiro produce diariamente. Con la ayuda económica del Fondo Brasileño de Desarrollo Tecnológico y en colaboración con la Universidad Estatal de Minas Gerais, el modelo se extenderá a otras ciudades de Brasil y de toda América Latina. TAMBIÉN LEE: Huevos sin gallina, el invento de la granja más grande de Brasil para cuidar al planeta “En general, es una señal muy positiva y no tengo ninguna duda de que se puede replicar” dice Richard Lowes, investigador de políticas energéticas de la Universidad de Exeter. “Parece ser un proceso eficiente con controles bien medibles en la producción. Cuando los residuos alimentarios terminan en los vertederos, pueden producir metano, un poderoso gas de efecto invernadero, pero con este proceso se obtiene energía y se evitan las emisiones”, explica.

Cumpliendo con los objetivos climáticos

Sin embargo, la biometanización por sí sola no será suficiente para reducir significativamente la huella ecológica de Brasil, según Lowes. “Sería mejor si simplemente no se produjeran desechos. Si no hubiera residuos, no habría necesidad de procesarlos. Como sociedad tendemos a ser muy derrochadores y tenemos que tratar de reducirlos”, advierte. TAMBIÉN LEE:
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Aún así, el ayuntamiento cree que la medida les ayudará a alcanzar su objetivo climático de reducir las emisiones en un 20 por ciento entre 2005 y 2020. Río es miembro de la red de ciudades C40, que trabaja para aumentar la protección climática en el contexto urbano. El llamado Programa de Desarrollo de Ciudades con Baja Emisión de Carbono tiene como objetivo promover el desarrollo urbano con bajas emisiones de gases de efecto invernadero. Como parte de este programa, Río de Janeiro ha implementado varias medidas en los últimos años, como un proyecto de reforestación con 12 millones de árboles y un sistema municipal de alquiler de bicicletas llamado Bike Rio, al mismo tiempo que se amplía la red de caminos de la ciudad. En la planta de Ecoparque, el equipo trabaja para mejorar aún más la producción de biogás y generar energía sostenible de la manera más eficiente posible, utilizando electrónica, sensores y dispositivos de medición. Esperan construir más plantas en el país, cada una de las cuales abastecerá a 50,000 personas. TAMBIÉN LEE: Gases de efecto invernadero se elevan en 2018 a nivel récord: ONU “Hay dos opciones”, dice el investigador Ferreira. “Podemos seguir con el sistema actual de grandes instalaciones de eliminación de residuos, que, sin embargo, requieren considerables capacidades de transporte. O podemos descentralizar el proceso y construir una planta en cada ciudad de Brasil”. Este contenido se publicó originalmente en DW.COM y puedes ver esa nota haciendo click en el logo:

 

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