Un movimiento de software libre permite conjugar el modelado tridimensional y la impresión 3D para crear prótesis accesibles que pueden fabricarse en todo el mundo. Éste es el caso de sus evangelistas en México. Este texto fue publicado originalmente el 27 de marzo de 2015.   Video e imágenes de Julio Hernández.   El único momento en que la existencia de una tecnología adquiere verdadero sentido es cuando mejora la vida de las personas. Tal es el caso del proyecto Robohand, una iniciativa open source (de código abierto) que conjuga el modelaje tridimensional y la impresión 3D para crear prótesis de manos para pacientes con algún mal congénito. Andrea tiene 6 años y nació con una condición conocida como síndrome de banda amniótica, un padecimiento que afecta a una de cada 15,000 personas e impide que se desarrolle parte de una extremidad del cuerpo durante la gestación, por lo que esta pequeña carece de una parte de la palma de la mano derecha y sus dedos son más bien una especie de pequeñas verrugas. A su corta edad, Andrea lleva una vida normal, pero a medida que crece, sus necesidades han ido cambiando, y hoy requiere apoyo para realizar tareas simples, pero que demandan precisión, como recortar ilustraciones para la escuela. La opción que los médicos le ofrecieron a Marisela Sifuentes, madre de Andrea, fue el uso de una prótesis, pero los modelos que le mostraron le resultaron impactantes, aparatosos y, en algunos casos, grotescos. Una de las prótesis más comunes consta de un gancho unido a un soporte que se ajusta en el brazo del paciente y alcanza hasta el hombro; el peso de ese gancho es de más de dos kilos. Marisela buscó alternativas para su pequeña hija, y luego de un largo peregrinar por internet, se enteró del proyecto Robohand, que busca democratizar el acceso a las prótesis. Fue así como Sifuentes se topó con el Estudio Huella Cero, un despacho de innovación sustentable aplicada al diseño, la arquitectura y fabricación digital, como la define Lizette Correro, quien cofundó el espacio junto con Arturo Zamora, en 2011. Andrea visitó el estudio por primera vez a mediados de 2014, y para noviembre de ese año estrenó su nueva mano, impresa en 3D y diseñada en software de código abierto, es decir, tecnología de punta. Para Arturo Zamora, la maravilla del proyecto no recae en la máquina, “sino en ese momento en el que la unes con la gente y empiezas a trabajar bajo plataformas abiertas, empiezas a generar proyectos que impactan verdaderamente la vida de la gente y que no buscan un beneficio económico, y, por tanto, no están limitados por costos, procesos de fabricación, patentes o comercialización, y se enfocan en el objetivo real”, en este caso, la prótesis.  
Qué es Robohand El proyecto Robohand fue iniciado en 2013 por el sudafricano Richard van As, quien luego de perder todos los dedos de la mano derecha en un accidente de trabajo, descubrió que las prótesis convencionales resultan muy costosas y carecen de dedos funcionales. Luego de meses de investigación, Van As contactó a Ivan Owen, un especialista en efectos especiales mecánicos con experiencia en la industria del entretenimiento, y juntos desarrollaron el primer prototipo de una prótesis impresa en 3D resistente y, sobre todo, económica. La primera versión estaba compuesta por distintas piezas de plástico impresas en 3D (con la ayuda de Makerbot, la empresa fabricante de las impresoras 3D), así como tornillería y uniones de aluminio que la dotaban de una ligereza sin comparación entre las opciones disponibles para los pacientes. Owen y Van As han hecho sus diseños de código abierto, lo que permite a cualquier persona interesada acceder a los archivos y modificarlos a su antojo, lo que ha acelerado la velocidad con que se generan nuevos prototipos. La robohand de Andrea, por ejemplo, es la cuarta generación, y ya no cuenta con piezas de metal, ya que las juntas están impresas en 3D, pero en un plástico flexible súper resistente, haciéndola aún más ligera y mucho más segura para su uso en pacientes infantiles. A la fecha, Robohand ha ayudado a imprimir más de 200 manos alrededor del mundo, y el proyecto se está expandiendo a prótesis de antebrazos y brazos completos. Owen relató la historia completa de su proyecto en una charla de TED disponible aquí.   La eterna necesidad de apoyo El costo de una mano como la de Andrea es simbólico, “sólo el material, y no supera los 300 pesos”, asegura Zamora. Eso se debe a que el trabajo que realizan Arturo, Lizette y su equipo para el proyecto Robohand es completamente altruista, pero para Zamora lo que reditúa “no es el aspecto económico, sino el impacto que tiene en la vida de las personas”. Sin embargo, los recursos son limitados. Lizette afirma: “Muchas veces no nos alcanza el tiempo para desarrollar las manos y atender a las personas. Nos gustaría buscar voluntarios que estén interesados en apoyarnos en el ensamble y las pruebas en el paciente. Nosotros pondríamos las instalaciones, el espacio y las herramientas.” Si quieres involucrarte en el proyecto Robohand, puedes ponerte en contacto con el staff de Estudio Huella Cero ([email protected]).
Arturo Zamora, Andrea y Marisela Sifuentes en las oficinas del Estudio Huella Cero. Foto: Julio Hernández.

Arturo Zamora, Andrea y Marisela Sifuentes en las oficinas del Estudio Huella Cero. Foto: Julio Hernández.

 

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