Por: Guillermo Lagarda*

Con la llegada de la fase 3 de la pandemia en México llega el momento de actuar de manera firme para garantizar el distanciamiento social y reducir al mínimo cualquier actividad económica no esencial. La meta es aplanar la curva de contagio y evitar la saturación de la infraestructura de salud. Lo paradójico de lograr exitosamente esta meta, es que inequívocamente se alcanzará a costa de sacrificios que se traducirán en bancarrotas de empresas, desempleo y un importante segmento de hogares en precariedad económica.  

¿Es necesario un plan que ayude temporalmente a las actividades económicas a sobrellevar la coyuntura? Sí. Y aquí está el porqué:

Conforme pasen los días las restricciones de movilidad serán más estrictas y con mayor vigilancia de cumplimiento. Este escenario se convertiría en una tormenta macroeconómica perfecta: una alteración grande por el lado de la oferta, como resultado de las restricciones para movilizar la mano de obra, agravada por las amenazas a la cadena de suministro global. Por otro lado, un ajuste “forzado” de la demanda, en el que las personas evitan gastar, ya sea por el temor a perder el empleo o ante la incertidumbre de percibir menores ingresos futuros. A esto se suma también la reducción de la demanda de bienes y servicios por el temor de salir a la calle, o por la indicación de las autoridades de no salir excepto para realizar compras indispensables. Es casi lo que los economistas llamamos dos choques, uno de oferta y otro -inducido- en la demanda.

Es muy difícil pensar en una industria o servicios que no se verá afectada o que no esté a punto de ser afectada por estos choques. Para darnos una idea, China muestra una caída del 20% en las ventas minoristas en los últimos dos meses y una caída de la producción industrial de casi 13%. China es el segundo proveedor de insumos para Estados Unidos lo que complica aún más el deterioro económico que se espera en ese país. Al mismo tiempo, Estados Unidos es el primer comprador de bienes de México y nuestro principal proveedor de insumos. China, por su parte, es el segundo proveedor de insumos para nuestro país. Estamos estrechamente atados a la realidad económica de esos países.

¿Vamos a tener otra recesión profunda? Es difícil imaginar ¿por qué no? Según la encuesta de empleo sólo cerca de un 25% de la población activa trabaja como autónomo, en su propia oficina -o en casa-. La única forma de enviar al resto a casa sin que esto afecte la producción y la productividad es que los modelos de trabajo estén preparados para acceder y operar remotamente – difícilmente es el caso en México. 

¿Qué tanto afectarán las limitantes de trabajo a la economía?, eso dependerá de qué tan indispensable sea la mano de obra para cada sector y, por supuesto, al valor agregado que aporta éste a la economía. Por ejemplo, el sector turístico requiere en promedio destinar 20% de su valor generado al insumo del trabajo, por lo que enviar a la mitad de los trabajadores a casa en dicho sector implicaría una caída del 0.3% del PIB nacional. Lo anterior sin considerar los efectos indirectos que se reflejarían en las cadenas de suministros como resultado de la repentina caída de las compras a los proveedores del sector turístico. En el caso de los servicios de transportes, detener el equivalente a la mitad de su fuerza de trabajo equivaldría a una caída del PIB nacional de 0.9%. Mientras que en el sector industrial detener la contribución del 50% de la mano de obra supondría inducir una caída promedio de 2% del PIB nacional. De nuevo, sin considerar los efectos indirectos sobre las cadenas de suministros.

Asumiendo que la curva de contagio se aplana, hacia el tercer trimestre las medidas restrictivas continuarían, aunque quizá con un poco más de holgura.  Bajo un escenario como este, tan sólo en estas tres actividades económicas- que corresponden a una cuarta parte del PIB nacional- acumularían ya una caída anual promedio entre 2.5%- 3% del PIB.

La dificultad para ofrecer una respuesta efectiva ante este panorama reside en las complejidades de los “choques”. Por tanto, el plan debe enfocarse en romper las barreras económicas que han resultado tras los choques. Las metas deben ser evitar ex-ante la quiebra de empresas y la destrucción de empleos, mientras que ex-post ofrecer compensación temporal durante el desempleo. Enumero a continuación algunas de estas medidas:

Para contrarrestar los efectos de oferta:

Empresas

Para PyMEs y autónomos: Aliviar los desembolsos de pagos de servicios incluyendo agua, gas, luz o alquileres. El mejor instrumento que en conjunto la banca publica y privada pueden ofrecer son los de invoicing financing o de tipo factoring inverso. La periodicidad ideal es de al menos un trimestre con repagos diferidos en el tiempo. La liquidez indispensable para solventar este instrumento es de un aproximado de 2% del PIB. 

Para empresas grandes: abrir una línea de crédito flexible para diferir los pagos de servicios a tasas de mercado, por ejemplo, los pagos de 3 meses diferirlos entre 12 meses. 

Para PyME: postergación de las contribuciones de Ley al IMSS, INFONAVIT por hasta 2 trimestres y convertirlas en parcialidades futuras con un tipo de interés que compense la inflación. Para empresas grandes: topar hasta el 50%.

Para PyME: Puesto que el salario es 100% deducible, se puede crear un vehículo temporal de devolución mensual de 2 trimestres- que al cabo de un año se compense con el valor que corresponda tras la declaración anual. Esto daría alivio en el corto plazo a las PyME. Las devoluciones máximas de este rubro podrían sumar entre 0.7%-1% del PIB. 

Para empresas que contratan servicios de terceros: evitar un colapso de liquidez y el daño consecuente a cadenas de suministros a través de un plan similar a un invoice financing o factoring de poco menos de 0.1% del PIB). Nuevamente, las PyMEs pueden recibir el 100% del financiamiento, mientras que las grandes topado en algún porcentaje.

Programa de pago de impuestos flexible: 1) División del pago de impuestos 2019 en tres bimestres, 2) una tercera parte a liquidar dentro del periodo usual de pago, 3) las otras dos con opción a un crédito de banca privada o de banca de desarrollo.

Diferir o condonar durante 3 meses el impuesto sobre nómina estatal en algún porcentaje. Nuevamente, topando montos y segmentar entre PyMEs y Grandes Empresas. El valor aproximado de este impuesto se encuentra entre 0.2% y 0.4% del PIB.

Para contrarrestar los efectos de demanda:

Preparar un programa de incentivo al consumo de recolección o entrega a domicilio, ya sea que incluyan beneficios de IVA con una reducción grande durante tres mese o bien, lograr un acuerdo con los bancos para reducir ampliamente los costos del crédito al consumo dentro durante al menos un trimestre.

Enfocar recursos de inversión física en proyectos de rápido arranque y de procesos de procura cortos: Pavimentación de calles, restablecimiento de banquetas, tuberías y sistemas de drenajes, remodelación de parques y áreas públicas, etc.- entendiendo que estos arrancarían conforme se estabiliza la curva de contagio.

En general, agilizar las compras publicas enfocándose en aquellas de responsabilidad social.

Para el sector turismo: Implementar un programa de precompras de fines de semana para 2021 al estilo Black Friday o El Buen Fin, con lo cual se garantiza algún flujo durante la etapa más complicada de contención de la epidemia.  

Para dar soporte a grupos vulnerables: 

Si el padrón del bienestar cubre a la totalidad de las personas vulnerables por medio de pagos de tarjetas: 

Incrementar temporalmente el monto de las transferencias durante dos bimestres en al menos 20%, esto tendría un valor de menos de 0.3% del PIB.

Crear un Programa de Emergencia ante Despidos: Transferencias, a través de mecanismos del IMSS y la SHCP. (Entre febrero y abril de 2020 se han perdido casi 500,000 plazas formales que equivalen a 0.04% del PIB, pero se deben prever recursos para cubrir despidos de hasta 0.1% del PIB).

Ciertamente, estas medidas son onerosas, pero pensemos que de no ejercer un plan económico de soporte la caída esperada podría ser de al menos un 5% del PIB. En cambio, se pueden movilizar un 2.5%-3% del PIB para mitigar tal caída en la medida de lo posible. Pero debe quedar claro: la deuda publica va a subir, tanto por efecto de expansión de acciones de apoyo como resultado de la caída de la actividad económica. Pero el financiar medidas de apoyo permitiría mantener empresas y cadenas de suministros funcionando, de tal forma que, llegado el momento de la normalización de los mercados, el arranque sea mas rápido, mas fácil. En cambio, no hacer nada o simplemente ver la parálisis del país sería altamente irresponsable, ya que conduciría al incremento de la deuda, pero con mercados y cadenas de suministros que necesitarán arrancar desde cero. Recordemos que, durante la crisis de 2009, las medidas contra cíclicas elevaron la deuda en casi 4% del PIB. No habría razón para no admitir lo mismo en esta situación.

Contacto:

Guillermo Lagarda es Investigador del Global Development Policy Center de Boston University. Previamente fungió como Coordinador de Asesores del Secretario Hacienda y Crédito Publico, así como economista principal para México en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Es Doctor en economía por Boston University.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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