Luego de los actos de violencia sucedidos en Charlosttesville, Virginia, se comenzó a evidenciar que son muchos los que en Estados Unidos tienen alguna “pincelada” racista, que no eran capaces de presentar cuando Barack Obama fungía como el primer afroamericano en llegar a la Casa Blanca. No era políticamente correcto. Sin embargo, la llegada de Donald Trump al parecer logró que el clima de pensamiento conservador hiciera que muchos “salieran del closet”, volviendo a recordar aquellos imaginarios donde latinos, indios, musulmanes, y en general gente de todo el mundo ocupa las vacantes (y le quita el trabajo a locales) en la tierra del Tío Sam. Los números no mienten: de acuerdo con el Southern Poverty Law Center, uno de los principales grupos de protección de derechos civiles de Estados Unidos, existen alrededor de 1,600 grupos que se pueden considerar extremistas en ese país (que manifiestan que están en contra de alguna raza, vinculación religiosa, etc), sabiendo que al igual que las cifras de violencia intrafamiliar, la realidad debe ser arrolladora. Uno de estos grupos, llamado ‘Patriot Prayer’ (Oración patriota), comenzó a convocar y pedir permisos para realizar un evento (o “rally” como le llaman en EU) el sábado 26 de agosto en Crissy Field, uno de los parques más emblemáticos de San Francisco, gracias a su calidad como territorio federal. Eso quiere decir que el permiso viene desde Washington y no desde el Estado de California. Mientras que el miedo por la nueva ola de racismo se incrementó considerablemente en el último mes, y los negocios locales comienzan a perder confianza en la contratación de trabajadores inmigrantes (de acuerdo con un estudio desarrollado por el Pew Research Center y el Washington Post), la fuerte influencia liberal de San Francisco no dejó que hubiera un rally en contra del mensaje de igualdad que maneja la ciudad desde los tiempos de Harvey Milk. Grupos en redes sociales invitando a llevar a sus macotas a dejar un “presente” para la manifestación, la policía local logró contar alrededor de 110 marchas realizadas entre viernes y sábado que incluyeron payasos ‘Antifascistas’, un grupo con más de 1,000 personas haciendo yoga, fiestas de la comunidad LGBTI frente a los cuerpos de seguridad que protegían a los ‘Patriot Prayer’, fiestas de piñatas mexicanas (donde Trump recibía los golpes) y múltiples eventos en Castro, Mission, Market, Embarcadero y todos los sitios emblemáticos de la ciudad. El viernes en la noche, Joey Gibson, líder del Patriot Prayer (que como varios de estos manifestantes paradójicamente viene de familias Latinas que viven en Estados Unidos hace varias décadas legalmente) canceló la llamada “Protesta por la libertad”, diciendo que el grupo en su lugar tendría una conferencia de prensa el sábado en Alamo Square Park. Sin embargo, cuando llegaron a Alamo Square Park descubrieron que los manifestantes en contra del racismo eran demasiados y que las famosas ‘Painted Ladies’, las casas victorianas que arman parte del icónico paisaje de la ciudad (célebres por Full House) tenían pancartas de “Love Trumps Hate’” Terminaron desistiendo. Según los organizadores, la culpa fue del alcalde de la ciudad, Ed Lee, y la congresista local Nancy Pelosi (uno de los ‘pesos pesados’ de los demócratas), que movieron a los grandes grupos políticos de la ciudad para mandarle un mensaje al presidente Trump sobre lo que representa y sucede en esta zona del mundo. En una de las ciudades más costosas de Estados Unidos (y el mundo), donde las personas llevan más de tres décadas expresando su amor libremente, la marihuana es parte del día a día (y legal para uso recreativo desde 2017), la comida es orgánica y localmente producida, los inmigrantes son parte de la cotidianidad desde su fundación, los carros que se manejan solos recorren las calles, los viñedos generan un entorno sibarita, las aplicaciones resuelven todos los aspectos de la vida de sus habitantes, los indigentes tienen refugio, la gente se desplaza en bicicleta a todas partes y los grandes magnates de la tierra viven a kilómetros, el racismo y extremismo tienen un competidor fuerte. Por supuesto éste no será el primer encuentro entre San Francisco y la extrema derecha, personas muy importantes deben patrocinar estos grupos de supremacía racial, sabiendo que para la ‘vieja guardia’ esta popular ciudad (que también adoro) representa todo lo que muchos odian: El pensamiento liberal como modelo económico, social y cultural sostenible.

 

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