Si México quiere crecer a un ritmo sostenido de tasas anuales de 5 o 6%, se requiere una política económica que apoye a todos los sectores.     Por Julio A. Millán*   Ésta es una pregunta muy consistente y per­manente que está en la opinión pública, haciendo referencia a los 20 años del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá (TLCAN). Se han vertido todo tipo de opiniones e ideas y existe algo en común: el tlcan ha generado mayor comercio pero sin desarrollo. Ahora, ¿por qué esta apertura sin desarro­llo? Y resulta obvio ver que lo que faltó fue la decisión de tener un plan de Estado de largo plazo con ajustes estructurales. Los datos son dramáticos. En el periodo de 1986-2013, el comercio total creció 2,563%, pasó de 28.59 a 761,360 millones de dólares (mdd); al considerar la entrada en vigor del TLCAN, el crecimiento ha sido de 443%, ya que en 1994 el comercio total era de 140,228 mdd. Y sobre todo al mejoramiento de la población, ya que el crecimiento per cápita sólo se incrementó 0.9% anual, por debajo incluso de América Latina, de 1.6%. Por su parte, el empleo tampoco se ha beneficiado: en el ciclo 1994-2013, el número de asegurados en el imss se expandió 62.9% pasando de 10.1 a 16.4 millones; la tasa pro­medio de crecimiento anual ha sido apenas de 2.6%, cifra insuficiente, pues es necesa­rio crear más de un millón 500 mil nuevos empleos para los jóvenes que cada año ingre­san a la población económicamente activa y ante los rezagos de años anteriores. El tlcan cambió la estructura y la compo­sición de la economía, se consolidaron algu­nos sectores que ya eran parte integral del aparato económico como la industria auto­motriz, pero se disminuyeron otros, como la industria textil y de vestido. ¿Por qué? La razón es porque no hubo una política indus­trial flexible que acompañara una apertura de este tipo y porque hubo muchos proble­mas en política monetaria que, si bien impul­saron en un principio la exportación con las devaluaciones, al final del día costó mucho restablecer el ahorro y la inversión bruta fija (inversión productiva). Nadie pensaría en su justo juicio que el TLCAN nada más benefició a México, porque los beneficios fueron para Estados Unidos y para Canadá, que con este tratado liberó y reajustó las negociaciones comerciales que le molesta­ban con los Estados Unidos; para los canadien­ses, fue un alineamiento de sus programas. En el tintero está todavía la pregunta: ¿La política liberal de globalización que sigue México puede armonizarse con una política de mercado administrado y buscar los equi­librios entre el desarrollo, empleo y la justa distribución de la riqueza? Actualmente, nuestro país se encuen­tra inmerso en otro gran proceso de nego­ciación comercial: el Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica (mejor conocido como TPP), que se pre­senta como un acuerdo de última genera­ción ya que incluye temas como movilidad de personas, servicios financieros, libera­lización de la inversión, comercio electró­nico, entre muchos otros. Sin embargo, vuelven a surgir las mismas interrogantes: ¿Este proceso comercial estará acompañado de una política industrial flexi­ble y de largo plazo? ¿Se han generado los escenarios a cinco, diez y 20 años para ubicar las implicaciones reales que el TPP traerá? Si la respuesta, como parece ser, es no, que nadie se sorprenda entonces que en 20 años estemos cuestionándonos si esto realmente valió la pena o, si por el contrario, sólo contri­buyó a mantener tasas marginales de creci­miento y benefició a un sector exportador de escaso valor agregado. La estrategia de apertura puede ser posi­tiva, más a un país que no puede apostarlo todo a la demanda externa. Además del TPP, vemos cómo las autoridades han anunciado negociaciones para establecer tlcs con Panamá, Turquía, incluso Jordania; además de la ambiciosa y ya firmada iniciativa de la Alianza del Pacífico. Pero poco se escucha sobre medidas para fortalecer el mercado interno, desarrollar cadenas productivas, generar mejores condiciones para las Pymes o generar valor agregado en nuestra indus­tria; todos ellos elementos cruciales que no deben descuidarse al apostarle todo a la apertura comercial. Alrededor de todo esto hay muchas anéc­dotas y por eso hay tantos libros y publicacio­nes, pero es importante no perder el objetivo. Si México quiere crecer a un ritmo sostenido de tasas anuales que oscilen como mínimo entre 5 y 6%, con valores agregados reales, crecimiento en empleo e ingreso per cápita, requiere una política económica muy sensible que apoye a todos los sectores productivos; no solamente al industrial, sino especialmente a los sectores agropecuario, energético, minero, financiero y logístico. Éste es el reto de esta década. ¿Tendremos el valor de hacerlo o nos vale?   *Julio A. Millán es presidente de Consultores Internacionales S.C.     *Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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