Los cárteles de las drogas siempre han tenido fuerza territorial, es una de sus características y tiene el objetivo de asegurar rutas de trasiego y zonas de producción.
A lo largo de la historia, el cártel de Sinaloa ha ejercido un control férreo en algunas regiones del país, pero en particular en el Triángulo Dorado, que es un lugar estratégico para ellos, en la confluencia de Sinaloa, Chihuahua y Durango, porque ahí, además, viven o han vivido algunos de sus líderes.
Es una zona en la que nadie entra sin que los sepan las células de seguridad de la organización criminal. Es un lugar inhóspito y peligroso.
Hace unos días, en la carretera de que va de Badiraguato, Sinaloa a Guadalupe y Calvo, en Chihuahua, un grupo de periodistas fue detenido, momentáneamente, por hombres armados, con uniformes tácticos y equipos de radiocomunicación.
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Los reporteros eran parte de comitiva de la gira del presidente López Obrador por Sinaloa.
Lo ocurrido, que por fortuna no pasó a mayores, es una muestra de cómo están funcionando las organizaciones criminales en este momento. Los hombres armados seguramente estaban ya informados que, kilómetros más adelante, habría actividades del propio gobierno, pero esto no significó que retiraran su puesto de vigilancia.
Al parecer saben que ninguna autoridad los va a molestar y que tienen la facultad de decidir quién ingresa en su terruño, realizar revisiones y quizá informar puntualmente a sus jefes.
El incidente ocurrió el viernes, y tres días después, el secretario de Seguridad de Sinaloa, Cristobal Castañeda, anunció la detención de cuatro sujetos que al parecer participaron en el retén. Las autoridades también confirmaron los ahora detenidos son integrantes de bandas criminales.
Hace algunos meses, el jefe del Comando Norte, el general Glen D. VanHerk, explicó que un 30 por ciento del territorio en México era controlado por el crimen organizado. Su apreciación fue considerada inexacta y la atribuyeron a los prejuicios que existen en Estados Unidos sobre lo que, en materia de seguridad, ocurre en nuestro país.
El general VanHerk no ha dado información, al menos a nivel público, para saber de dónde y cómo obtuvo esos datos, pero ya desde entonces lo grave era que uno de los militares más importante en Estados Unidos creyera eso y lo difundiera.
Sí, el tema de la seguridad es una batalla también con las percepciones, ya que de ellas provienen análisis y toma de decisiones.
Por eso el incidente en el retén ilegal en Sinaloa es grave, aunque el propio presidente López Obrador haya tratado de desinflarlo, advirtiendo que en otros lugares del país también hay gente armada que cree que así está protegiendo a su comunidad.
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La pregunta es sobre ¿qué tanto control territorial tienen las bandas del crimen organizado? No lo sabemos con precisión, porque es un tema complejo, que se escapa a las respuestas tajantes y que inclusive tiene diversos matices.
Por ejemplo, los traficantes de drogas suelen tener aseguradas las rutas por las que viajarán sus productos. Esto es, cuentan con seguridad y protección. La primera la proporcionan sus sicarios y la segunda la complicidad de algunas autoridades corruptas.
Pero esta situación no quiere decir que ejerzan un control sobre el territorio.
En cambio, los grupos que mandan sobre comunidades enteras, que determinan inclusive quién puede ingresar y quién no a los poblados, sí están ejerciendo un control que ya escapa a la capacidad de acción de la autoridad y ello ya es un riesgo para la seguridad pública y, en algunos momentos llega a serlo para la seguridad nacional.
Como sea, los retenes son un muy mal augurio, una pista que nos remite a problemas muy profundos.
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Twitter: @jandradej
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