Por Víctor Hugo Arteaga*

Al final de la semana anterior la candidata de Morena en el Zócalo tuvo un “lapsus sincerus” cuando en medio de su discurso por poquito, pero por dos letras nada más, iba a decir lo que la Biblia explicaría como “de la abundancia del corazón, habla la boca”.

Claudia Sheinbaum dijo que había dos caminos qué tomar en las próximas elecciones y así sin más expresó “seguir el camino de la corrupci”… y de pronto en un acto reflejo, se dio cuenta de lo que estaba diciendo y reviró a “seguir el camino de la transformación”.

Han pasado más de 60 horas desde ese tropezón y la tendencia en las redes sociales y los memes siguen a todo lo que dan. Claudia Sheinbaum no necesito de una contracampaña, una campaña negra o sus rivales políticos para asestarle un golpe que se salió de proporciones.

Lo cierto es que Sheinbaum tiene razón. La corrupción en este sexenio, lejos de desaparecer como quiere hacer creer el Presidente a todos sus seguidores, se ha incrementado a escalas de terror y para quienes reportamos en la calle y en los datos del propio gobierno, las cosas son de esa forma.

Por eso el Presidente quiere desaparecer a los organismos autónomos que le forzan a él y a todo su gabinete a rendir cuentas claras y precisas sobre las finanzas públicas en todo el territorio mexicano.

De una manera impresionante y como nunca antes, las dependencias gubernamentales y los tres niveles de gobierno, emanados de Morena, han marcado agenda y dan cátedra de cómo robarse los recursos públicos y violentas las leyes, sin el menor miramiento.

La corrupción con Morena y con la Transformación de Cuarta se ha disparado a niveles nunca antes vistos. Los gobernadores de Morena dejan de ejercer sus presupuestos federales, para caer en subejercicio de manera sistemática y mandar el recurso público de regreso a las arcas de la Federación.

Una vez ahí el dinero llega al famoso y tristemente célebre Ramo 23, donde el Presidente de manera totalitaria, determina cómo serán usados esos recursos multimillonarios, para seguir orientándolos a los programas sociales y clientelares.

Pero no solo es eso la corrupción. Desde las dependencias federales y estatales, las licitaciones dejaron de serlo y mayormente se asignan contratos a empresas a modo, que en un gran porcentaje siempre terminan acudiendo a sociedades con empresas fantasma para lograr las adjudicaciones.

Las otrora instituciones de respeto como el Ejército Mexicano, la Secretaría de la Defensa Nacional, la Marina Armada de México, reciben contratos, miles de ellos, que van directo a familiares de los altos mandos militares, pero además que van directo a las arcas personales de los familiares del Presidente de la República.

Miles de niños y pacientes con cáncer han muerto por la grave corrupción que aqueja al sistema público de salud, para nadie es un secreto y pruebas existen miles también.

Para confirmarlo hay listados de miles de padres que han visto morir a sus hijos menores por una mala práctica en las políticas públicas de salud que tienen que ver con la atención a los enfermos de cáncer.

La construcción y mantenimiento de hospitales? Bueno, todos hemos visto como se caen elevadores que matan gente, salas de emergencias o de hospitales inundadas por las lluvias en muchísimas partes del país, debido a que alguien prefiero “irse por la fácil” y otorgar adjudicaciones directas a empresas inexistentes o con nula capacidad de atención.

Contratar a médicos cubanos con el cuádruple de salario que los recién graduados especialistas mexicanos, quienes a pesar de recibirse con excelentes credenciales no encuentran trabajo?

Regalar el dinero de los mexicanos a los ciudadanos guatemaltecos o centroamericanos o caribeños con programas sociales, mientras en México siguen muriendo miles de personas que se encuentran en pobreza alimentaria?

No, la corrupción no se ha acabado. Eso solo sucede en la mente del Presidente que sabe manipular a sus seguidores repitiendo una y otra vez sus mentiras hasta volverse, en su mente también, una verdad.

La corrupción en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador es peor de lo que pensábamos cuando muchos votamos por él como una posibilidad de cambio en nuestro país, luego de decenas de años con el PRI o el PAN, que tampoco lo hicieron tan bien que digamos.

La política y los políticos están muertos como los conocemos (metafóricamente), pero nadie, ningún ciudadano normal, común, se atreve a decírselos y los podemos ver aún rumbo a las elecciones del 2024 caminando como zombis.

Es necesario una democracia más participativa, con uso de la tecnología, para mantener vigilados a nuestros representantes populares y que no voten estupideces que sólo les afectan a ellos y sus intereses personales.

Poco a poco los ciudadanos de a pie, tendremos y tendrán que ir ingresando a la política para poder generar los cambios que nuestro país necesita y que sólo se pueden hacer desde adentro del sistema.

Por ahora, sólo nos queda luchar desde nuestra trinchera haciendo lo que nos toca, acudiendo a votar y mediante nuestros sufragios decirle a todos los políticos, de todas las ideologías, que no nos gusta el rumbo por el que nos están llevando.

Que no nos vamos a conformar con que 30 millones de pelados tomen las decisiones por más de 125 millones de ciudadanos, a los que nos deben respetar y nos deben tomar en cuenta.

Pero eso sólo se dará, si cada uno de los electores hacen su trabajo el día 2 de junio, entre más alto el porcentaje de votación, existe la posibilidad de lograr que los políticos y los dueños de la corrupción, tengan menos margen de maniobra para seguir haciendo sus fechorías.

Contacto:

*Víctor Hugo Arteaga es ganador del Premio Nacional de Periodismo 2016 por el reportaje de investigación Las Empresas Fantasma de Javier Duarte, el ex gobernador que se encuentra preso gracias a ese trabajo.

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