Es muy humano que nos acostumbremos a las cosas que tenemos. Aquellas que se convierten en parte de nuestra rutina pierden valor ante nuestros ojos por el hecho de tenerlas siempre a la mano. Nos habituamos a las cosas, aunque realmente sean muy valiosas. El problema de hacerlo es que dejamos de apreciar, por lo que, a la larga, terminaremos convencidos de que las cosas valen menos de lo que en realidad importan y finalmente, el inconveniente de eso es que podemos tomar pésimas decisiones cuando no apreciamos las cosas en su justo valor. Por ejemplo, puedo afirmar que cada vez hay más casos de personas que renuncian a su empresa por un trabajo con mejores condiciones aparentes, sólo para darse cuenta de que dejaron escapar varias cosas valiosas de su empleo anterior. Estos elementos que valoraban ya no los consideraban tan preciados por lo que les pareció muy fácil deshacerse de ellos, recordando su valor real hasta que ya estaban trabajando en la nueva firma y ya los habían perdido. Qué triste es cuando alguien abandona algo de mucha valía por algo de menor importancia y termina dándose cuenta de que tomó una decisión equivocada. En la mayoría de los casos, esto se genera por una baja apreciación. El segundo gran problema de tener una baja valoración por las cosas significativas, es que comenzamos a quejarnos por todo. Nada parece estar bien, todo parece estar mal. Nos quejamos porque no estamos de acuerdo con la realidad, queremos que ésta sea diferente. Los demás están mal, actúan erróneamente, están equivocados. Nosotros sabemos cómo deberían ser las cosas para que todo se resuelva, pero los jefes, los colegas, los equipos y todos los demás, están tomando las decisiones y comportamientos equivocados. ¡Si tan sólo nos escucharan! Estando en esta posición, nos quejaremos de todo y con casi todas las desafortunadas personas con las que tengamos una conversación. Cuando alguien se lamenta demasiado, su descontento inevitablemente llega a oídos de sus jefes y entonces estará condenado a la autodestrucción laboral. La queja es la peor de las actitudes en un ambiente laboral. No sólo es lo que más molesta a los empleadores, también es lo más tóxico y contaminante para todos los colegas. Además, el descontento es contagioso y se esparce como un virus hacia todos los puntos cardinales. Una persona con esta actitud contamina a los demás y va destruyendo poco a poco al equipo. Un buen líder preferirá deshacerse de aquellos elementos que se quejan demasiado y contaminan a los colaboradores, a pesar de que quizá tengan grandes talentos y enormes resultados. La frase que debería existir en todas las compañías, desde los más altos niveles hasta los empleados de más reciente ingreso, es la que escuché de uno de mis maestros: “el que se queja se encarga; si no te vas a encargar, no te puedes quejar”. Si eliminas las quejas, estarás haciendo un enorme cambio positivo en tu vida laboral e incluso en tu vida personal. Ahora bien, una de las maneras más efectivas de eliminarlas, es incrementar la apreciación. Si a estas alturas ya eres una de las personas que pasan más tiempo lamentándose que agradeciendo, quizá es porque en el pasado te contaminó algún otro quejumbroso, o tal vez ya tiene tiempo que dejaste de apreciar. La buena noticia es que siempre estás a tiempo. Sé que es difícil estimar las cosas cuando no eres feliz, pero hay un camino relativamente fácil: si no puedes apreciar las cosas rutinarias que alguna vez te parecieron valiosas, finge que las aprecias, habla y actúa como si las apreciaras, y terminarás pensando que así es. Esto creará una valoración genuina y eliminará la queja. Esto sólo te puede beneficiar a ti, pero una vez que lo logres, también traerá resultados positivos para todos los que te rodean y vivirás más contento apreciando las cosas que tienes, que quejándote por las que no son como quieres que sean. Tus jefes y compañeros lo agradecerán. De todo corazón espero que esta recomendación te resulte útil en tu vida laboral y si la puedes aplicar también a tu vida personal, será verdaderamente genial.   Contacto: Correo: [email protected] Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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