Uno no construye un imperio de millones de dólares de la nada, se requieren visión, talento y, como podemos ver en el caso de los hermanos Meistrell, un buen corazón. Bob Mestrell cumple 85 años y su compañía 60, conozcan su historia.   Por Meghan Casserly   Este verano, Bob Meistrell celebra su cumpleaños número 85 y el 60 aniversario de Body Glove, la icónica marca de surf que construyó hace seis décadas junto a su hermano gemelo Bill, en las playas del sur de California. Los hijos de un banquero del Medio Oeste compraron una tienda de surf en Redondo Beach en 1953 por 1,800 dólares, donde desarrollaron el primer traje de neopreno comercial (“Se ajustaba como un guante”, recuerda Bob). Pronto construyeron un imperio de artículos para los surfers, buceadores y amantes de los deportes acuáticos que se ha convertido en el líder de la industria con más de 80 millones de dólares (mdd) en ventas anuales. Actualmente Meistrell todavía dirige la operación desde la sede de la empresa, en  Redondo Beach. Bill, su hermano, mejor amigo y cofundador, falleció en 2006 después de una batalla contra el Parkinson, y hoy los negocios de Bob se mantienen unidos por sus herederos, sus hijos y nietos que han ayudado a llevar la marca al nuevo milenio con múltiples asociaciones de concesión de licencias. Lo que comenzó con sólo un traje de neopreno y una tienda de surf es ahora un imperio masivo. Según la compañía, sigue siendo completamente familiar. Como cualquier persona con un abuelo o que haya hablado con un emprendedor sabe, este tipo de personas cuentan con la predisposición única de contar historias y compartir consejos. En celebración de los 60 años de éxito de Body Glove, el fundador y líder de la industria, quien se acerca a sus 85 años de edad, habló conmigo para compartir sus secretos de la vida, el amor y las bases para los empresarios de ​​hoy. No. 1 Establece metas y apégate a ellas Bob y Bill tenían tres objetivos cuando se mudaron a California a los 16 años: ser dueños de un submarino, encontrar tesoros enterrados y bucear en aguas profundas. Durante los próximos 60 años, lograron los tres, y si le preguntas a Meistrell, inventar el primer traje de neopreno comercial y construir una marca de surf de millones de dólares fue sólo algo que sucedió en el camino. Más o menos. “Teníamos tres metas para lo que queríamos hacer con el negocio”, me dijo Meistrell por teléfono desde su casa en California Riviera. “Vivir cerca del trabajo, porque en Missouri los caminos eran tan lleno de baches que apenas se podía leer en el autobús; dos, hacer un buen producto y venderlo a un precio justo, y tres, amar lo que hacíamos todos los días.” Sin embargo, eso del submarino, el buceo, el mar y la caza de tesoros no se quedaron en el camino. Bill descubrió más de un millón de dólares en monedas de oro a lo largo de la costa del norte de California y Bob encontró un tesoro de jade en la costa Catalina. “El año pasado, para mi cumpleaños número 84, me sumergí 100 metros en un submarino con mi compañero de buceo”, dice Meistrell, dejando en claro que todavía está en el negocio de ponerse metas y lograrlas. “Ahora creo que estamos comprometidos, porque estábamos muy muy juntos allá abajo.” No. 2 Ama lo que haces, haz lo que amas Cuando Bob y Bill eran nicños en Missouri, donde vivieron hasta que la familia se trasladó a la costa cuando tenían 16, se enamoraron de inmediato del mar. “Habíamos leído todos los libros sobre el océano que habían caído en nuestras manos”, dice Bob. “No conocíamos el mar y estábamos enamorados.” Hoy recuerda la construcción de submarinos con cajas de cartón, electrodomésticos sustraídos de la tienda de un hermano mayor y jugar durante horas y, a los 15 años, la construcción de su primer prototipo de casco de buceo con una jarra de aceite, una manguera de jardín y algo de alquitrán encontrados a lo largo de la carretera. “Habíamos desarrollado una válvula de un muelle y una canica”. Cabe destacar que su invento funcionó cuando lo probaron en un estanque cercano. No es necesario apuntar que cuando por fin llegaron a la costa de California sabían que habían encontrado al amor de su vida, dice Meistrell. “Lo primero que compré fue un casco de buceo usado, porque dejamos el que hicimos en Missouri.” Nos costó 35 dólares, una ganga, dice Meistrell, porque el dueño anterior había muerto bajo el agua, resultado de una válvula de conmutación deficiente, una válvula de seguridad que libera la presión en los trajes de buceo. “Si no tienes una y la bomba falla, la presión puede concentrarse en la parte superior de tu cabeza y matarte”, dice, pero era un trabajo fácil para los hermanos. Una canica y un muelle hicieron el truco. “Nos encanta el mar y todo lo que puedes hacer en él”, dice Meistrell. “Estamos en el salón de la fama del buceo y el salón de la fama del surf. Para dos chicos de granja no está nada mal.” No. 3 Haz un buen producto y véndelo a un precio justo Cuando los Meistrells compraron la tienda de Dive ‘n’ Surf, en Redondo Beach, junto a su amigo y fabricante de tablas de surf Hap Jacobs y el buzo Bev Morgan, pensaron que si podían hacer 100 dólares diarios serían muy afortunados. “Cada uno de nosotros trabajaba allí a tiempo parcial, todos teníamos trabajos de tiempo completo”, dice Meistrell. “Y cerrábamos la tienda un día a la semana para surfear y pasar tiempo con nuestras esposas e hijos.” Por 100 dólares, un cliente puede comprar un “equipo completo”, o un traje de neopreno, aletas y un snorkel. El famoso traje de neopreno, ahora un estándar de la industria con una amplia gama de productos que van desde los 100 hasta los 1,200 dólares cuesta sólo 29.95 dólares. Cuando los ingresos diarios comenzaron a acercarse a los miles, Meistrell dice que recuerda haberse sentido seguro de que su idea podría empezar a dar sus frutos, pero subir los precios nunca fue una opción. “Hay que tratar a la gente como te gustaría ser tratado”, dice. “Pedirles que paguen más de lo que tú pagarías por tu propio producto nunca será lo correcto.” No. 4 Garantiza el producto que vendes y exige una garantía de los proveedores “Una vez, hace unas décadas vendí a un hombre un motor Johnson y me llamó desde catalina diciéndome que la hélice se había roto”, relata Meistrell. “Así que averigüé en dónde estaba y le llevé un motor nuevo en menos de dos horas.” Tres semanas más tarde, el hombre entró en la tienda preguntando por qué no había recibido su nueva factura por correo. “¡Así que le dije que tenía garantía!” El cliente estaba aún más confundido, Meistrell recuerda, llamándolo loco si pensaba que Johnson Motors iba a devolverle a Meistrell el dinero por el motor defectuoso. “Y le dije que una garantía es una garantía. O me devuelven mi dinero o nunca venderé otro de sus motores en mi tienda.” Johnson pagó el dinero y el cliente, hoy de 92 años, continuó siendo cliente toda su vida. “Escucha”, me dijo Meistrell, “no vamos a salir adelante si tratamos a la gente justamente. Eso es lo que hace que los negocios honestos tengan una larga vida, porque la gente va a seguir haciendo negocios con ellos. Es recíproco.” No. 5 No se puedes ganar todas las batallas (sobre todo con el gobierno) Body Glove fabricó sus trajes de neopreno en Estados Unidos hasta la década de los noventa, dice Meistrell, cuando el gobierno les dio un revés. “Vinieron y me dijeron que tenía que poner una etiqueta en cada artículo que fabricaba”, dice, una enorme y costosa tarea para la compañía de California que contaba con más de 100 números de referencia. Cada etiqueta iba a costar Body Glove 2 dólares por artículo. “Tú pones una etiqueta de 2 dólares en cada producto y vas a tener que cobrar al cliente mucho más del punto de equilibrio”, dice. “Impacta en el costo final de la prenda.” Cuando suplicó al gobierno, señalando que los competidores extranjeros podrían mantener sus precios bajos y evitar el costo de etiquetado, sus quejas hundieron como piedras y los Meistrells se angustiaron. “Nos sentimos muy orgullosos de ser una empresa fundada en Estados Unidos”, dice Meistrell. “Los dos estuvimos en el ejército”, pero al final fue una batalla sin fin. “Nos vimos obstaculizados por el gobierno y finalmente nos trasladamos a Tailandia”, dice Meistrell con un dejo de tristeza. “Al igual que todos los demás.” No. 6 No te vuelves líder tratando mal a la gente –clientes o cofundadores– “Bev es un gran tipo, pero tiene mal carácter”, dice Meistrell de su antiguo socio de negocios. Una vez se fue durante días y días, diciéndole al hermano de Meistrell que quería salirse, que el negocio era claramente suyo. “Días después volvió como si nada hubiera ocurrido y se paró detrás de la caja registradora.” Pero cuando los amigos finalmente se decidieron a formar una corporación en 1958, Morgan fue inflexible: se estaba divorciando, el efectivo era escaso y sus días en el comercio minorista de surf habían pasado. Para separarse pidió a los Meistrells que le pagaran el 30% del inventario de la tienda de tablas de surf, trajes de neopreno y equipo de buceo. “El dijo ‘escríbeme un cheque’, y yo le dije que no podía”, dice Meistrell. “Le dije: ‘No tengo dinero en el banco. ¡Si costara un centavo dar la vuelta al mundo, no podríamos subirnos al barco!” Pero Morgan insistió. “Así que escribí el cheque, él firmó en la parte trasera y me lo devolvió y se echó a reír: ‘Ahora tienes que pagarme la pensión alimenticia mientras doy la vuelta al mundo'”, dijo. Y así fue. A pesar de una dramática historia (La ex esposa de Morgan fue prometida de Bill Meistrell y se casó con Morgan mientras Bill peleaba en Corea del Sur), los hermanos Meistrell pagaron una pensión a su amigo por más de una década hasta que la deuda se pagó. No. 7 Elije un nombre que puedas defender Mientas las ventas de Dive ‘n’ Surf comenzaron a repuntar, Bill y Bob se concentraron más y más en su traje de neopreno, el primero de su tipo. Pero para ganar fuerza en la cada vez mayor comunidad de surf de la década de 1950, contrataron a un experto en marketing, Duke Boyd, otro empresario y fundador de la marca de surf Hang Ten. “Él y mi hermano se reunieron una noche y Boyd dijo:” Hay que cambiar el nombre del traje de neopreno. Traje de termoclina de Dive ‘n’ Surf es un nombre terrible.” Los hermanos estaban confundidos, el nombre describe lo que el producto era y de dónde venía, ¿no debería ser suficiente? Boyd se rió en su cara. “Duke dijo: ‘¿Qué hace que su traje sea diferente del de cualquier otra persona?'”Meistrell recuerda. “Y dijo: ‘Bueno, se adapta como un guante.’” En cuestión de horas, dice, Duke había contratado a un diseñador gráfico amigo suyo para elaborar el logotipo de la mano que la empresa utiliza en la actualidad. “Nos cobraron 235 dólares por el logo”, dice Meistrell. “Esa fue una buena oferta por un icono que está en todo el mundo.”  

 

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