Aunque la humanidad entera consume y utiliza la música como nunca antes en la historia, no todos comprenden el verdadero valor de este arte milenario y de su importancia en la formación de auténticos seres humanos.  

“La existencia del ser humano debió de ser muy diferente cuando se desarrollaba en el campo y se basaba en la agricultura; cuando el canto de los pájaros, y no el ruido de la maquinaria, regalaba los oídos; cuando el granjero disfrutaba contemplando el cambio de las estaciones y el paso de las nubes; y cuando, a pesar de su trabajo extenuante, el aislamiento permitía el ejercicio de la imaginación”.

Anthony Storr.

 Durante mucho tiempo antropólogos, sociólogos, compositores, filósofos, músicos, musicólogos, escritores y público en general se han hecho la pregunta ¿qué es la música? Ante la que seguimos sin una respuesta contundente. En ese sentido, como apunta George Steiner, quizá lo mejor sea seguirnos preguntando. Estoy por cumplir 38 años y me confieso melómano. Desde muy pequeño he estado expuesto a diversos géneros y estilos musicales, en gran parte gracias a mi padre, otro melómano. Actualmente tenemos nuevas e interesantes formas de consumir música y hacer uso de ella de una manera prácticamente instantánea. De hecho, mientras escribo este texto, estoy escuchando este magnífico programa británico de música que se llama The Lemon Circus. Todos los días, millones de personas se exponen de una manera voluntaria o involuntaria al lenguaje universal, conocido como música, y lo hacen con los propósitos más dispares: unos escuchan música mientras conducen hacia su trabajo; mientras realizan la compra en un supermercado; durante los quehaceres domésticos; en el gym practicando alguna rutina aérobica; como un tono cada que recibimos o hacemos una llamada telefónica; simplemente mientras comemos en un restaurante con los compañeros del trabajo o cuando nos trasladamos de un lado a otro de esta megalópolis escuchando nuestro Ipod o dispositivo MP3 o teléfono celular. En fin, es inevitable que a lo largo de nuestra cotidianeidad no estemos en contacto con la música. Aunque sigue siendo un tanto raro, saber de personas a las que la música les es como el ombligo: “ni les sirve, ni les estorba”. También existen personas que no entenderían la vida sin la presencia de la misma. De ahí que el título de este artículo retome aquel viejo eslogan de la cadena de discos más grande, durante décadas que se ostentaba como una verdadera Torre de Discos. La música ―al ser uno de los primeros lenguajes desarrollados por nuestra especie― es un gran vehículo de expresión de sentimientos, emociones, ideas y conceptos: muchos de ellos muy tangibles y otros tantos, demasiado etéreos. Al ser en esencia vibración, la música también puede ser un vehículo que nos conecte con la Fuente de todas las cosas, esa de la que todo lo que existe en el Universo proviene, y a la que todo y todos regresaremos algún día. Sin embargo, la música también puede ser utilizada para fines ocultos y negativos, como el de manipular a millones de jóvenes hacia la agresividad, la pasividad, el egoísmo, el conformismo, controlando sus mentes a través del mecanismo del fanatismo y los mensajes subliminales ―de los que hablaré en una entrega posterior.

We don’t need no education We don’t need no thought control

(Another Brick On the Wall, Part 2/ Pink Floyd)

  Podemos decir que hoy todos tenemos acceso libre a la música más variada y especializada, pero lamentablemente aún existen enormes deficiencias en lo referente a la formación de un gusto musical que vaya más allá de lo subjetivo, y se internalice o establezca como una materia oficial de escuelas y universidades. Porque estoy seguro, que son pocos los que tienen una música exclusiva para escuchar música. Me explico: sin bien es cierto que ahora la humanidad entera consume y utiliza la música como nunca antes en la historia; también es cierto que no todos comprenden el verdadero valor de este arte milenario y de su importancia en la formación de auténticos seres humanos, capaces de expresarse por medio de uno de los artes más sublimes de cuantos hemos inventado. Piensa en esto: tan sólo en el siglo XVIII había gente que ¡jamás escuchaba una sola pieza musical en toda su vida! De que muchos especialistas insistan en la necesidad de no trivializar la música, de que su creciente ubicuidad, y el hecho de que podamos oírla en cualquier sitio y momento, no nos haga olvidar la suerte que tenemos al poder disfrutarla, sentirla y vivirla de forma natural e intensamente humana.   Contacto: e-mail: [email protected] Twitter: GarciSalvatore Facebook: Salvador García Alejandro

 

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