¡Qué curioso! Muchas personas, al estar trabajando sueñan con la playa, la montaña o con su lugar ideal de descanso, no obstante, al llegar el periodo vacacional no pueden dejar de pensar en trabajar. ¿Tú puedes o te resulta difícil? Un hecho de nuestra época es que nos es muy complicado encontrar ese estado mental que nos permita descansar y desconectarnos, que es justo el objetivo de las vacaciones.  ¿Y si lo intentamos? Parece ridículo — y tal vez lo sea— que somos nosotros mismos los que alejamos la posibilidad de descansar conectándonos todo el tiempo. ¿Y si lo intentáramos?

De un tiempo para acá, a los seres humanos nos cuesta alcanzar un estado de presencia plena. Es decir, entregarnos conscientemente a las acciones y experiencias cotidianas, conduciendo la mente, focalizándola, vaciándola de los contenidos ansiosos, de las expectativas, aprensiones, prejuicios, anticipaciones, enganches con el pasado o posible futuro. Se trata de aplacar la mente para dejarla en el presente, en vez de dejarla saltar de un lado al otro sin rumbo y sin dirección. Pero, tendemos a distraernos con el pretexto de estar conectados.

La imposibilidad para desconectarse no es una trivialidad, es un tema que nos abruma y que tiene efectos de largo espectro. Para dimensionar el nivel de esta situación, es necesario darle una medida: según el doctor Eduardo Portas, al menos siete de cada diez trabajadores ha tenido que laborar durante su período vacacional, ya sea por temas urgentes o para revisar pendientes.

La imposibilidad para deslindarnos del trabajo, de las redes sociales, de nuestros aparatos, de nuestros correos electrónicos está vinculado con una cultura organizacional e individual que nos impide dar un respiro, lo que se ha acentuado a raíz de la pandemia y su impacto en la disponibilidad de las personas trabajadores por la conexión a medios electrónicos.

Hoy, es difícil declararse no disponible y es fácil, basta apagar nuestros aparatos. Hemos llegado al absurdo. Me ha tocado ver a personas que están usando el baño y en vez de estar concentradas en sus necesidades fisiológicas, están hablando por teléfono y no dudo que muchas estén mandando mensajes o incluso consultando sus redes sociales. Por supuesto, eso nos lleva a tener el cerebro tratando de hacer dos cosas a la vez, por un lado y por el otro, a estar permanentemente distraídos. Hemos perdido la capacidad de estar en presencia plena y de dedicarnos a fondo a aquello que nos ocupa, incluido el descanso.

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En la actualidad, estamos viendo la televisión y consultando redes sociales. Fue impresionante ver, durante los juegos de la Copa del Mundo de Futbol, como la mayoría de las personas encendían el televisor y a la vez estaban pendientes de su celular para ver las reacciones del partido en redes sociales. La capacidad de producción de memes en tiempo real era espeluznante y lo era más la cantidad de veces que se reenviaron, casi sin haberlos visto. El goce del gol ya no se festejó con abrazos y emoción sino pulsando un botón para compartir con una masa anónima de ojos que verán una reacción que seguramente fue prefabricada.

Las personas debemos de tener un espacio para reposar, para poner en pausa los pendientes, emociones y para restaurar nuestra mente y nuestro cuerpo. Eso nos limpia los vicios de la cotidianidad, nos permite refrescar la visión y ampliar las miras. Nos ayuda a reparar las fuerzas y a enderezar los pensamientos. Desde luego, las vacaciones son ese momento en el que abrevamos energía para seguir adelante, para endulzarnos el carácter y recobrar lo que la vida diaria nos quita. ¿Por qué no aprovechamos esa oportunidad?

No logramos hacerlo, sea por nuestras propias fantasías de ser necesarios o de que si no hacemos las cosas personalmente no quedarán bien —puro y banal ego— o porque las circunstancias laborales no nos dan ese espacio. No conseguimos desconectarnos porque tenemos un jefe demasiado entrometido que no sabe respetar los límites de nuestro descanso o un grupo de trabajo súper dependiente que está acostumbrado a moverse en hombros y no adquirir responsabilidad.

Además, de repente no estamos acostumbrados a tomar o a dar vacaciones. Hay la impresión de que la gente es insustituible y que las tareas que llevan a cabo son insalvables por otras personas. Entonces, pedir un periodo vacacional no forma parte de la planeación personal o darlas no se contempló en los planes anuales de operación. Es como si el descanso no fuera parte, como si se tratara de un punto ciego que nadie quiere ver.

Por ello, la solución empieza donde se origina el problema: estoy hablando de un tema de liderazgo. Las áreas de talento deben exigirle a las personas, que tomen sus vacaciones y que se desconecten. también está el factor de que a veces las personas piensan que no pueden descansar porque algo puede pasar en su ausencia. En este sentido, hay desafíos tanto para las empresas como entre los propios empleados para que los días de vacaciones lo sean y realmente se traduzcan en un descanso.

Eduardo Portas sostiene que casi el sesenta por ciento de las personas que consiguen irse de vacaciones no logran una desconexión del trabajo durante sus días de descanso. Entre las razones por las que los colaboradores trabajan en vacaciones se encuentra el contacto directo de la empresa para solicitar tareas, pero también el deseo de los empleados por estar al pendiente de lo que ocurre durante el período de ausencia.

El mito del trabajador siempre disponible es un buen empleado es eso: un mito. A veces creemos que el buen desempeño tiene que ver con estar ahí y no nos damos cuenta del desgaste de las personas. Relacionamos los resultados con estar siempre presentes y estresados, —mientras más tiempo pasamos conectados y nos ven más preocupados, mejor— y si los días libres significan que no nos estamos esforzando lo necesario, hay una preocupación de los colaboradores a quedar mal si se desvinculan. También hay un trabajo pendiente de las empresas en concientizar a los colaboradores de que la desconexión es válida y está bien no estar disponible las veiticuatro horas del día y los siete días de la semana no sólo es sano sino deseable.

No habrá días suficientes ni palabras que nos entren a la cabeza y al corazón si no están profundamente arraigadas en la gran clave del que quiere estar presente. Cuantos más ejercicios hago de supervisar alumnos o asistentes a mis mentorías, más tomo conciencia de gran necesidad que hay de desconectarse y estar en presencia plena: escuchando, comprendiendo el mundo de los sentimientos para ser visto con el ojo del espíritu. Vernos y escucharnos a nosotros mismos y a nuestro entorno, descansar, recargarnos de energía y ampliar la visión.  No es posible escuchar sin lo que hoy, cada vez más, se denomina presencia plena. ¿Te atreves a desconectarte en vacaciones y enfocarte en ti?

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