Por Máximo Santos Miranda* Vivimos en una época en que la electrónica y la digitalización han invadido todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana. Aparatos electrónicos como las tablets o los teléfonos móviles forman hoy parte de nuestras necesidades más básicas y es que para la gran mayoría de las personas salir de casa habiéndose olvidado de su smartphone es algo que causa una enorme ansiedad y desasosiego. Esto es así hasta el punto de que cada vez son más las personas que son incapaces de vivir unas pocas horas o incluso unos cuantos minutos sin todos o alguno de estos gadgets electrónicos que si bien hacen nuestra vida mucho más sencilla, nos han vuelto en mayor o menor medida esclavos de una tecnología que avanza a una enorme velocidad y que nos invita a modernizar nuestros dispositivos electrónicos en cortísimos espacios de tiempo. La electrónica lo domina todo y si bien las ventajas de su uso son muchas y evidentes, también tiene aspectos negativos que es preciso valorar para intentar poner un poco de coherencia a este cambio tecnológico tan acelerado. Uno de los aspectos negativos que tiene este uso masivo de la electrónica y sobre todo el de su rápida obsolescencia es, sin duda, el de la gran cantidad de basura que genera. Según el informe del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) del año 2016, en el mundo se generan 40 millones de toneladas de basura electrónica al año y se calcula que su volumen crecerá, de mantenerse los ritmos actuales, entre 16 y 25 % cada cinco años. Ahora que el concepto de economía sostenible está cada vez más en la boca de todos, nos tiene que hacer reflexionar si este consumo exuberante de tecnología es económica y medioambientalmente sostenible o no. Lo cierto es que hoy en día se produce un volumen de residuos electrónicos a nivel mundial gigantesco y su reciclaje está por lo general muy mal gestionado, lo que pone en peligro el medio ambiente y la salud pública, ya que, por lo general, este tipo de residuos están compuestos por diversos elementos tóxicos. Entre las sustancias tóxicas más habituales que contienen se encuentran elementos como el cadmio, el plomo, el óxido de plomo, plata, cobre, antimonio, el níquel o el mercurio entre otros muchos. Todos estos desechos pueden, igualmente, emitir gases tóxicos que podrían finalizar en nuestro sistema respiratorio, así como en el agua, el suelo o los alimentos que consumimos. A nivel medioambiental lo más lógico sería intentar reparar o reutilizar los aparatos electrónicos cuando se estropeasen con el objetivo de evitar que se conviertan en residuos. Sin embargo, y todo el mundo es consciente de ello, esta es una práctica claramente marginal. En el caso de que estos aparatos no pudieran ser reparados, lo más eficiente sería intentar reaprovecharlos para lo que sería necesario que con su reciclaje se recuperasen las materias primas de las que están compuestos con el objetivo de que éstas entren de nuevo en el ciclo de producción. Los metales constituyen el núcleo de los residuos electrónicos y su reutilización permitiría ahorrar dinero y recursos. La recuperación de estos materiales requiere muchísima menos energía que su extracción de la naturaleza y además se generan muchísimos menos desechos. Por último, no hay que olvidar que muchos de los materiales utilizados en la electrónica, como son los casos de la plata, el oro, el cobre o el aluminio son valiosos por sí mismos. De todos los aparatos electrónicos son los computadores y los smartphones los que más se reemplazan y es que la rapidísima evolución tecnológica hace “obsoletos” a este tipo de artilugios en cortísimos espacios de tiempo. Si a esto le añadimos que el gran problema es que la mayor parte de los residuos se están reciclando de forma ineficaz e insegura el problema se agranda. La ONU estimó en el año 2015 que aproximadamente el 80% de los residuos electrónicos terminan su vida en un incinerador o en un vertedero y ello es desde el punto de vista medioambiental y de nuestra salud es tremendamente dañino, al mismo tiempo que económicamente resulta tremendamente ineficiente. Adicionalmente hay que tener en cuenta que una enorme cantidad de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos se tratan en países que no cuentan con la infraestructura suficiente y en los que con el objeto de abaratar el coste del reciclaje se utilizan métodos que ponen en peligro la salud de los trabajadores y generan un impacto medioambiental extremadamente negativo. Las dos zonas geográficas del mundo en donde se envía gran parte de esta basura electrónica son el África subsahariana y el sudeste asiático. En estas áreas el reciclaje se hace sin ningún tipo de control y sólo se persigue separar aquellas materias primas valiosas que contienen estos aparatos. Para ello se utiliza, normalmente, el llamado “reciclaje informal” que consiste en la utilización de productos tóxicos al aire libre. Estos residuos son tratados, en la mayoría de los casos, por personas que se encuentran en situaciones severas de pobreza y ven en el tratamiento de estos desechos su única vía de supervivencia. Estos colectivos extraen dichos materiales mediante prácticas informales, muchas veces en hogares particulares y en casi todos los casos sin tomar ninguna medida apropiada de protección.  Lo más grave es que muchas veces dicho desmantelamiento es llevado a cabo por niños que ponen su salud en riesgos muy graves, ya que manipulan alegremente gran cantidad de componentes tóxicos sin ser conscientes de ello. El Objetivo número 12 de Desarrollo Sostenible de la ONU remarca la necesidad de garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles. Ello supone lograr una gestión racional de los productos químicos y de todos los desechos que los productos electrónicos producen a lo largo de su ciclo vital, así como reducir al máximo la liberación de sustancias tóxicas a la atmosfera, el agua y suelo con el objeto de minimizar sus efectos perniciosos tanto para la salud como para el medioambiente. Por todo ello, es esencial que las compañías tecnológicas se conviertan en impulsoras de un cambio de modelo que reduzca la producción y el despilfarro de materiales de este tipo de aparatos, mediante la llamada economía circular. De esta forma, los recursos se reutilizarían continuamente. Para ello sería necesario que todos estos dispositivos se lanzaran al mercado con una esperanza de vida más amplia, al tiempo que ya desde la fase de diseño estuvieran preparados para su reutilización y reciclaje, evitando que entre sus componentes se encuentren elementos tóxicos que de alguna u otra manera pudieran afectar negativamente al medioambiente. *Doctor en Economía y experto en temas de banca, finanzas y hacienda.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

Siguientes artículos

Pode, una relajante aventura para dos jugadores
Por

Una aventura de puzzle cooperativo, del estudio Henchman & Goonen, el que dos jugadores deben tomar el lugar de una roca...