Por Dafne Navarro Miranda* El proceso evolutivo de la especie humana tanto en lo individual como en lo colectivo se acelera en función del uso de las tecnologías que hemos creado, primordialmente las aprovechamos para mantenernos vivos en nuestro entorno y consecuentemente para facilitar nuestra estancia en el mismo. Una de las primeras tecnologías creadas por el ser humano fue la comunicación. Sí, ese sencillo proceso de expresar ya sea con gestos, movimientos corporales, sonidos vocales o símbolos escritos; fue lo que posibilitó que hoy estés leyendo este texto a través de un dispositivo electrónico. Se dice que el principio de las relaciones humanas emergió cuando las primeras formas de lenguaje entre dos individuos se manifestaron, cuando la comunicación tuvo lugar y permitió así a nuestros ancestros colaborar para subsistir y con ello compartir en beneficio de su comunidad. Ese histórico instante puso en marcha la tecnología que facilitó las relaciones entre personas. Hoy el salto evolutivo nos coloca en una dinámica de relación digital, que trae consigo un nuevo reto evolutivo para la humanidad; nuestras capacidades de interactuar con otras personas se están transformando y van más allá de la esfera social, implica también una adaptación compleja en los espacios de trabajo. Es innegable que en estos primeros veinte años del siglo XXI todas las organizaciones y empresas han sido intervenidas digitalmente, la llegada de Internet influyó en la manera que las personas se comunican, colaboran y de comparten cotidianamente en su lugar de trabajo; nuevas formas de relación se conforman y con ello la necesidad de adaptar la cultura organizacional. La comunicación digital presenta múltiples ventajas, la inmediatez parece ser la más apreciada, ya que permite mantener relaciones instantáneas con otros a través de un dispositivo electrónico, sin necesidad de levantarnos de nuestro escritorio, podemos mantener un flujo constante de información con las personas que colaboramos. Sin embargo, también conlleva riesgos para el bienestar individual dentro de los lugares de trabajo. La infoxicación caracterizada por una sobrecarga o exceso de información que es posible encontrar o recibir de los múltiples medios de comunicación con los que interactuamos, puede detonar una sensación de agobio por el cotidiano bombardeo de información que reciben los colaboradores. De acuerdo con Castro, W. A en su estudio sobre “El problema de la infoxicación en el manejo de correos electrónicos corporativos”, algunas de las consecuencias que afectan las relaciones laborales son un notable déficit de atención, dispersión de la tarea actual y la acumulación de trabajo incompleto. La información continúa creciendo imparablemente, existe un flujo constante de transferencia de datos entre las personas y la mayor parte del tiempo estamos produciendo contenidos. Para asegurarse de que la información correcta llegue a la audiencia correcta, en los mejores lugares para trabajar, los colaboradores son dotados con herramientas que soporten la comunicación en ambos sentidos y facilitan la personalización del contenido. Es imperante que en los espacios de trabajo se promuevan prácticas para que las personas tomen mayor consciencia de esta situación, racionalicen el uso de los mensajes instantáneos y correo electrónico, empleándolos para notificar situaciones que requieren atención inmediata y postergando aquellos otros asuntos que pueden tratarse personalmente. Las relaciones digitales en el espacio de trabajo no sólo refieren a los momentos de comunicación, hoy  las tecnologías informáticas también están apoyando a que las personas puedan colaborar más allá de la oficina o la planta de producción. Tradicionalmente la colaboración sucede en salas de juntas, con pizarrones blancos, galletas y café; hoy  la colaboración es un documento que se encuentra alojado en la nube, editado en tiempo real, por muchas personas dispersas en diferentes ciudades. Es compartir pantallas y enviar mensajes sobre la misma. Sin embargo, la colaboración digital va más allá, se trata de preservar el conocimiento a través de toda la organización. Javier Celaya en su libro “La empresa en la web 2.0” argumenta que el alto grado de colaboración e intercambio de información entre millones de ciudadanos ya existente en la web social, será lo que propicie el cambio en las organizaciones empresariales En un momento donde la generación Baby Boomer empieza a despedirse de los centros de trabajo, es necesario preservar toda esa capacidad, experiencia y talento que durante la segunda mitad del siglo XX permitió a las organizaciones emerger al término de la postguerra. Pronto la Generación Z que se están formando en escuelas y universidades, utilizando las nuevas tecnologías en procesos de aprendizaje e intercambio de conocimiento, se encontrarán colaborando en las organizaciones y demandarán empleos donde tengan en cuenta esta nueva forma de intercambiar y gestionar el conocimiento. Para algunas personas el mundo digital se percibe frio y ajeno a la expresión emocional que también forma parte de nuestra comunicación, demostrar aprecio hacia una persona se resume usualmente en un simple like en la nueva foto perfil dentro de las redes sociales. Sin embargo, en las organizaciones se enfrentan retos que envuelven a las personas en relaciones reales y en compartir emociones. Mucho se dice que la llegada de la era digital está promoviendo la autosuficiencia y el aislamiento de las personas, esta hipótesis resulta poco alentadora en Los Mejores Lugares para Trabajar ya que en ellos más que garantizar únicamente la efectividad de corto plazo, se promueve el enfrentar los desafíos que envuelven a las relaciones cotidianas, una confrontación cara a cara y la inversión de la energía de una persona dispuesta a escuchar a un compañero de trabajo que está sufriendo. Los colaboradores necesitan programas culturales que les permita mantener una conexión con toda la organización, atractivos espacios de convivencia en las áreas comunes para incentivar la participación dentro de actividades colectivas, tecnología que facilite la creación de grupos de comunicación instantánea para compartir experiencias más allá de asuntos relacionados de trabajo. En el portal de la tercera década del siglo XXI las organizaciones tienen en claro que al menos uno de sus objetivos estratégicos, debe estar alineado a la inversión en Tecnologías de la Información y la Comunicación; ante la demanda de posicionarse en la vanguardia de sus sectores. Pero ¿qué ocurre con las personas que aprovecharán esta inversión, sus colaboradores? Si la supervivencia de la humanidad se posibilitó con la evolución de una tecnología tan compleja como el lenguaje, hoy es necesario dentro de las organizaciones replantear cuáles serán las estrategias por seguir para que sus colaboradores aprendan a desarrollar relaciones digitales efectivas, que promuevan comportamientos colectivos de colaboración, comunicación y encuentro compartido entre las personas. Podemos confiar en que el poder de las relaciones humanas trascenderá a esta maravillosa nueva era digital. *Dafne Navarro Miranda es Asociada de Gestión del Conocimiento de Great Place to Work® México.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @Dfnv Página web: greatplacetowork.com.mx Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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