Algo extraño está pasando en algunos círculos de la comunidad de negocios en México. Una sensación de intranquilidad, acompañada por una buena dosis de escepticismo y zozobra, se hace sentir en muchos corporativos. No es necesariamente la volatilidad financiera el factor que provoca estos sinsabores. Su inquietud tiene nombre y apellido (y una fortuna estimada en 4,500 millones de dólares): Donald Trump. Los vientos electorales que provienen de Estados Unidos están provocando un efecto colateral en México, que se manifiesta a través de un silencio, a regañadientes, por parte de altos ejecutivos de empresas de origen estadounidense con presencia en el país. Sí, un silencio a regañadientes, porque ganas de hablar tienen, pero prefieren omitir sus comentarios sobre los incentivos que ofrece México para hacer negocios y sobre la calidad de su mano de obra, por temor a que el precandidato republicano tome represalias en su contra, en caso de que convenza a muchas conciencias y suceda a Barack Obama. Los bad feelings de Donald Trump en contra de todo aquello que huela a México están incomodando a varios ejecutivos. Así, mientras esta mala vibra es un secreto a voces en México, los periodistas en Estados Unidos ya han dado cuenta de los llamados a boicot que el Sr. Trump ha lanzado en contra de empresas con conexiones mexicanas. El 31 de marzo, en el Chicago Tribune, Paula Dwyer sostenía que el primer llamado a un boicot por parte del Sr. Trump fue contra Nabisco, después de que la empresa anunció que planeaba hacer sus galletas Oreo en México. “Nunca las volveré a comer”, prometió. Trump, escribió Paula, incorrectamente dijo que el desplazamiento tendría un costo de 2,000 empleos (en realidad fueron cerca de 600). También dijo que la planta en Chicago que hacía las galletas cerraría (actualmente sigue operando). En esa nota del Chicago Tribune también se desempolvaba un comentario hecho por el precandidato republicano en el que acusaba que México también acababa de “robarse” a Ford. “Están construyendo una fábrica de 2,500 millones de dólares”, decía la nota, a pesar de que Ford anteriormente había expresado su deseo en invertir en motores y unidades de transmisión mexicanas ya existentes. “Ford incrementó sus inversiones en sus instalaciones de Ohio y trasladó empleos de México a su planta de Ohio, pero Trump no hizo mención de esto”, sostenía Paula Dwyer. Trump también atacó a Carrier, fabricante de unidades de aire acondicionado, por sus planes de trasladar su producción de Indiana a México. Trump no amenazó con un boicot, pero dijo: “Obtendré consenso por parte del Congreso para imponerle impuestos de 35% por cada unidad”. Para ser un candidato a la Presidencia que promete hacer que Estados Unidos sea grande otra vez, Donald Trump tiene una graciosa forma de demostrarlo. Al pedir boicots de los productos de empresas como Apple, Nabisco, Ford y de todo México, parece que él está haciendo su mejor esfuerzo para lograr lo opuesto, concluía el reporte periodístico. De acuerdo con el Registro Nacional de Inversiones Extranjeras en México existen 720 empresas estadounidenses que realizan algún acto de comercio en el país. Más de 50,000 sociedades mexicanas tienen algún monto de inversión estadunidense en su capital social. Durante 2015, la Inversión Extranjera Directa proveniente de Estados Unidos fue de 15,078 millones de dólares, que equivalen al 53.1% del total de la Inversión Extranjera Directa. La narrativa antimexicana del Sr. Trump ha puesto bajo cuestionamiento el paradigma en la relación bilateral que, por siempre, ha ubicado a México como un vecino estratégico para el comercio. Ahora, en cambio, el aspirante a la Casa Blanca acusa que México es un vecino muy, muy incómodo. ¿Hasta dónde llegará la diatriba de Donald Trump? Sin duda, es imposible seguirlo ignorando como si fuera un personaje sin futuro. Urge, en el sector público y privado, una postura contundente.

 

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