Por Antonio Ocaranza

El entorno en que se realiza la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) es más retador y adverso que el que rodeó a la negociación original entre 1990 y 1993.

El proceso actual cuenta con la oposición del gobierno de Trump y la marca TLCAN tiene una carga negativa para un amplio sector de la población de Estados Unidos y también, aunque en menor medida, en México y Canadá.

Además, hay otras cinco profundas diferencias entre el proceso actual y el original. 

1.- Visión cautivadora: el éxito del TLCAN se fundó en proyectar una visión novedosa y aspiracional sobre el futuro común de los tres países. El tratado vendía la propuesta de construir el bloque económico más poderoso del mundo, con más de 360 millones de habitantes y un Producto Interno Bruto (PIB) de más de 6 millones de millones de dólares. Se trataba de sustituir un pasado de antagonismo y suspicacia con una asociación fundada en la confianza y colaboración con la cual podía identificarse la mayoría de las personas de Norteamérica. Hoy nadie sabe que tipo de región construirá la renegociación del TLCAN, no existe una visión común que atrape la imaginación de los jóvenes en los tres países y que genere un respaldo para los negociadores.

2.- Propósito común: en los noventa, a pesar de que en la negociación cada país buscaba las mayores ventajas, los tres países tenían claro que deseaban tener una proceso exitoso y que tenían que ser flexibles en sus posturas para sacar adelante el Tratado. Hoy no está claro qué producto final de la renegociación podría ser aceptable para todos.

3.- Mensajes similares: en sus discursos e intervenciones públicas, Carlos Salinas de Gortari, George W. Bush y Brian Mulroney, y sus gobiernos, usaban un lenguaje muy parecido. Frases como “es una negociación ganar-ganar-ganar” (win-win-win); “México quiere exportar productos no personas” o “el tratado será un generador neto de empleos”, eran repetidas en los tres países. Hoy es difícil encontrar coincidencias en las declaraciones de los líderes de América del Norte.

4.- Beneficiarios: actualmente existe una abundante lista de sectores y empresas que se benefician del comercio interregional y cuyo ejemplo respalda el éxito del TLCAN. Estos ejemplos eran muy limitados en la negociación de los años 90, los beneficios eran una simple especulación que no estaba respaldada más que por modelos econométricos y buenos deseos.

5.- Promoción activa: Durante la negociación, a petición del gobierno del Presidente Bush, México desplegó la más intensa campaña de diplomacia pública que México haya hecho en territorio estadounidense. El Presidente Salinas de Gortari visitó intensamente Estados Unidos para reunirse con cámaras de comercio e industria, asociaciones, consejos editoriales de medios de comunicación, representantes de comunidades mexicanoamericanas, hispanas y afroamericanas, empresarios, académicos y cualquier líder con peso y influencia. Hoy México mantiene el más bajo perfil posible en Estados Unidos como para evitar crear una corriente de respaldo al TLCAN que incomode al gobierno de Trump.

La rica experiencia de la negociación de los años 90 puede inspirar la exitosa renegociación del TLCAN. Más allá del contenido comercial el nuevo TLCAN debe transmitir una visión inspiradora, aspiracional, que mueva a la sociedad de América del Norte hacia un nuevo estadio de integración y que de a los jóvenes de los tres países motivos para construir una nueva identidad regional.

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