En promedio, la población de más de 25 años en México apenas suma ocho años de escolaridad, mientras que en Canadá, República Checa, Estados Unidos, Noruega y Suiza, ese mismo sector tiene cinco años más.   Por Luis Rodríguez Munguía   En los últimos 30 años, el promedio de escolaridad de los mexicanos apenas pasó de cuarto de primaria a segundo de secundaria. Las deficiencias del modelo educativo –un problema sobrediagnosticado y a la vez falto de propuestas de solución integrales– tienen un impacto directo en el desarrollo humano y en el desempeño económico y competitivo del país frente a otras naciones. En las naciones más productivas la gente va más años a la escuela. En promedio, la población de más de 25 años en México apenas suma ocho años de escolaridad, mientras que en países como Canadá, República Checa, Estados Unidos, Noruega y Suiza, ese mismo sector tiene cinco años más. Paralelamente, en tanto un mexicano en activo produce en promedio menos de 20,000 dólares en un año, un trabajador francés, holandés, italiano o estadounidense produce cinco veces más, dice Armando Chacón, director del Instituto Mexicana de la Competitividad (IMCO). El costo de una mala educación se convierte en un catálogo de desventajas individuales y colectivas, pues la generación de riqueza y bienestar está proporcionalmente ligada a la educación. Conforme avanza el nivel académico, mejora la capacidad para comprender, analizar y usar textos escritos, de modo que casi la mitad de estudiantes de bachillerato no son capaces de relacionar la información que lee con tablas y esquemas. El investigador del IMCO agrega que un mexicano que termina la preparatoria ganará en promedio 33% más que uno que terminó la secundaria, en tanto que quien concluye la universidad obtendrá ingreso un 152% mayor. Pero el rezago educativo nacional se ha medido no sólo por el bajo nivel de escolaridad, sino que la calidad también ha sido cuestionada. Las pruebas que ha hecho el gobierno federal en el último lustro, tanto a estudiantes como a maestros de nivel básico y educación media superior, arrojan malas notas. Según la prueba Evaluación Nacional del Logro Académico en Centros Escolares (ENLACE), los estudiantes de primaria, secundaria y bachillerato tienen serias deficiencias en matemáticas, español y en comprensión de lectura. Como es lógico, los alumnos no son los únicos con malas notas. En la evaluación de este año de la SEP a docentes, el 70% de ellos sacó menos de seis de calificación en una prueba que midió sus habilidades y competencias para enseñar. Los especialistas indican que los países que más invierten en capacitación son los más competitivos, y México se ubica hoy en lugar 53 del índice de competitividad del Foro Económico Mundial que enlista a 140 países. “El problema educativo es un asunto de política pública acentuado por la falta de programas contundentes de desarrollo de habilidades que requiere la cadena productiva”, señala Verónica Baz, directora del Centro de Investigación para el Desarrollo (CIDAC). Los especialistas coinciden en que urge que el nuevo gobierno de Enrique Peña Nieto cambie el enfoque de la enseñanza basado en la memorización y lo sustituya por uno basado en el desarrollo de habilidades y razonamiento. “El beneficio social y económico se verá en por lo menos una generación”, añade Baz. En el equipo del Presidente electo hay un diagnóstico distinto y un enfoque dominante: el relativo con la productividad. A juicio de Enrique Jacob Rocha, presidente del Instituto Nacional del Emprendedor, las habilidades técnicas por parte de los profesionales de la educación no representan algo que esté en crisis. Acepta que hay ciertas deficiencias, pero también hace un llamado a dirigir la atención a los casos de éxito, y pone de ejemplo el clúster automotriz y aeronáutico que se desarrolló en Querétaro.   Crisis de capital humano En efecto: México no ha podido superar la brecha entre escuela y empresa, opina la investigadora del CIDAC. “Encontramos una enorme brecha entre lo que las empresas necesitan y lo que los egresados de las universidades pueden ofrecer”, señala Baz. “Y no es una brecha de conocimientos sino de habilidades”. Más aún, existe una crisis de capital humano, especialmente en perfiles con ausencia de inglés, computación, uso de software, razonamiento lógico y matemático, añade la investigadora. Las deficiencias en matemáticas y de comprensión de lectura se reflejan en que ocho de cada diez egresados universitarios enfrentan un mercado laboral que exige esas habilidades. En tanto, las empresas tratan de atenuar los efectos de esas deficiencias en su negocio. Se estima que ocho de cada diez compañías capacitan a sus empleados con habilidades básicas. Es el caso de la farmacéutica Sanfer, que montó una escuela primaria en sus instalaciones para la capacitación de sus obreros. De acuerdo con una investigación de la American Society of Training and Development, las empresas que invierten 1,500 dólares anuales en capacitación por empleado –en comparación con aquellas que invierten 125 dólares– registran en promedio un aumento del 24% en margen de ganancia y 218% mayor productividad por empleado. Fuera de las paredes de las empresas la tarea aún no comienza. “Se podría empezar por atender la educación de los sectores más vulnerables”, dice Chacón, donde la deserción es alta y termina por afectar el PIB del país, por doble partida: su baja productividad y débil poder adquisitivo.

 

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