La presidenta Dilma Rousseff, o quien gane la elección, tendrá que implementar profundos recortes al presupuesto, elevar impuestos y tomar otras medidas dolorosas para hacerse cargo de los crecientes desequilibrios financieros.   Reuters Con el Mundial de fútbol de mitad de año y las elecciones presidenciales en octubre, muchos brasileños no piensan más allá del 2014. Pero es probable que el 2015 sea memorable para la mayor economía de América Latina por las razones equivocadas. La presidenta Dilma Rousseff, o quien gane la elección, tendrá que implementar profundos recortes al presupuesto, elevar impuestos y tomar otras medidas dolorosas para hacerse cargo de los crecientes desequilibrios financieros. Los efectos secundarios probablemente sean más dañinos de lo que muchos inversionistas anticipan, lo que puede resultar en un cuarto año consecutivo de crecimiento decepcionante en un país que en la década pasada fue uno de los mercados emergentes más dinámicos del mundo. Los economistas actualmente esperan que el Producto Bruto Interno (PIB) de Brasil crezca un 1.68% este año, y un 2% en 2015, según un sondeo semanal del banco central. Sin embargo, la última proyección es un poco engañosa porque muchos economistas admiten que sus estimaciones se basan en modelos de computadora que no tienen en cuenta por completo lo que los políticos harán después de la elección. “Sin importar quién gane (la elección), será un año difícil, peor de lo que muchos creen”, dijo Fernando Henrique Cardoso, quien fue presidente de 1995 a 2003 y aún tiene una influencia considerable en círculos financieros como líder del principal partido de oposición. Un funcionario cercano a Rousseff, que habló bajo condición de anonimato, coincidió en términos generales: “Pocas personas están hablando de 2015 ahora. Pero será duro, sin duda”. La mayor y más problemática tarea será recortar el déficit fiscal del país, que inversionistas y agencias de calificación de riesgo dicen que ha sido muy alto en los últimos años. Nadie espera que Rousseff, una izquierdista pragmática, realice dolorosos recortes de gastos mientras hace campaña para la reelección. El resultado es que los recortes deberían de ser mayores cuando comience el próximo periodo presidencial el 1 de enero del 2015, especialmente si Standard & Poor’s baja la nota soberana de Brasil, como muchos en Brasilia anticipan. También es probable que aumenten los impuestos, además del boleto de autobús, el combustible y otros precios administrados por el Gobierno, que Rousseff ha mantenido a raya para evitar que la inflación, actualmente alrededor de un 6%, suba aún más. Si se hace adecuadamente, las políticas restrictivas podrían devolver el equilibrio a la economía y recuperar la golpeada credibilidad de Brasil ante el sector privado. Sin embargo, incluso en el mejor escenario, las medidas podrían frenar la demanda doméstica en el corto plazo, tal vez no tanto como para causar una recesión, dicen funcionarios y economistas, pero lo suficiente para que sea otro año perdido en términos de crecimiento económico. “El 2015 será el gran año de ajuste”, dijo Marcelo Salomon, economista en jefe para Brasil en Nueva York. “Lo que debe ocurrir es un shock de credibilidad para que el Gobierno muestre que no está pensando sólo en el corto plazo”, agregó.

 

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