Cindy Fazzi se acercaba a sus 50 años, y aunque había editado algunos libros de no ficción, quería publicar una gran novela, pero para lograrlo tenía que reinventarse. Así lo hizo.   Post invitado de Cindy Fazzi* Tomó 20 años construir la Gran Pirámide de Giza. Me tomó casi lo mismo entrar en la degollada industria editorial. Podría haber pasado aún más tiempo si no hubiera sido por la improbable combinación de Tom Hardy, Italia, y el valor de reinventar mi carrera como escritora. En julio de 2013 viajé a la Toscana con mi marido y mi hija como una celebración anticipada de nuestro vigésimo aniversario de bodas. Pero yo no me sentía con ganas de celebrar; estaba desesperado por conseguir publicar mi novela. Sí, había sido periodista y había publicado libros para niños de no ficción y cuentos en revistas literarias. Pero tras 18 años de intentos, todavía no había sido capaz de conseguir que una obra de ficción de la extensión de un libro fuera publicada. Al acercarme a mis 50 años, mi reloj novelista seguía corriendo con más saña que mi reloj biológico cuando tenía 30. Claro, la mayoría de ese tiempo yo hacía malabares entre un trabajo de marketing a tiempo completo y mis responsabilidades familiares, pero ése no era el problema. Tuve la disciplina de escribir por las noches, y había sacrificado mucho picnics, fiestas, fines de semana y muchas vacaciones para escribir. No. El problema era el tipo de novelas que estaba escribiendo. Soy una filipino-estadounidense y todas mis novelas no vendidas trataban sobre las Filipinas y eran consideradas “no comerciales” por los agentes literarios y los editores. En Florencia, mientras admiraba La Anunciación de Leonardo da Vinci y el David de Miguel Ángel, tuve la loca idea de que trataría de escribir un libro comercial, un romance, no menos. La asociación Romance Writers of America estima que el valor total de las ventas de libros de romance en 2013 fue de 1,080 millones de dólares (mdd), y Danielle Steel ha vendido más libros que Stephen King. El género romántico era realmente lucrativo, pero ¿podría trabajarlo? En nuestro quinto día en la Toscana, mientras escalábamos la colina de Siena, yo aún pensaba en escribir algo de romance. No, no las Cincuenta sombras de Grey de E. L. James, sino algo más tradicional: chico conoce a chica, se enamoran, enfrentan conflictos, pero al final viven felices para siempre, o al menos felices por ahora. ¿Por qué no? Yo había crecido devorando novelas clásicas, Orgullo y prejuicio de Jane Austen, Una habitación con vistas de E. M. Forster y Jane Ayre de Charlotte Brontë. Como adulto, he disfrutado de las novelas de Nora Roberts y el Sylvia Day. Mientras pensaba en escribir algo comercial, me cautivó la idea de escribir un final feliz, lo que está mal visto en la ficción “seria”. Tenía un héroe en mente, un macho alfa perfecto. Como muchas mujeres, me desmayé por el impresionante físico potente de Tom Hardy en la película Warrior. Mientras que otras mujeres compartían su entusiasmo por el actor británico en Twitter, yo planeé escribir una novela romántica basándome en su personaje. Me gustaría hacer de mi protagonista un boxeador, medallista de oro olímpico, y llamarlo Juggernaut. Yo estaba segura de mi héroe, pero aún faltaba mi heroína. Por suerte, no pasaría mucho tiempo para que la encontrara. Recorriendo una catedral del siglo XII en Siena y callejoneando por la ciudad, comencé a imaginarme a mi protagonista femenina. Cuando mi mirada escaló la torre Il Campo en la plaza principal de la ciudad, supe que la había encontrado. Su nombre era Siena, rica como el Duomo, exquisita como una pintura de Botticelli, y cultivada como su ciudad homónima. Ella y el Juggernaut tendría una relación tempestuosa, tumultuosa y memorable sin el excéntrico sexo que caracteriza a Fifty shades… Llámenme ingenua, pero no dudo de mi capacidad para escribir romance. Escribir una buena historia es independiente del género y he estado practicando durante 18 años. Como dijo Jack Kerouac: “No es lo que escribes, es la forma como lo haces.” La verdadera pregunta era si yo podía vender mi libro en un mercado grande pero abarrotado. (No, nunca consideré la autopublicación. Esto era, después de todo, una idea comercial.) No sentí la necesidad de inscribirme en una clase de escritura de romance porque ya he asistido a muchos talleres de escritura creativa. Los principios del desarrollo del personaje y los conflictos son los mismos en todos los géneros. La inspiración se combinó con la desesperación y alimentó el frenesí creativo en los meses siguientes a nuestro viaje por Italia. En cuatro meses terminé de escribir mi manuscrito. Cinco meses más tarde, lo envié con correcciones a Lyrical Press, una editorial de Kensington Publishing Corp., aunque no tenía un agente literario. Es cierto que mi libro es corto –110 páginas en formato publicado–, pero mi editor y yo estábamos muy contentos con eso. Usé un seudónimo para separar mis obras, una práctica común entre los autores románticos, incluyendo a James, cuyo verdadero nombre es Erika Leonard. Mi seudónimo es Vina Arno. Vina combina el primer nombre de mi marido, Vincent, y el nombre de nuestra hija, Nina. Arno vino del famoso río que atraviesa Florencia, un guiño a Italia, donde se produjo mi momento “ahá”. En retrospectiva, mi avance editorial fue increíble, pero estuvo lejos de ser fantástico. Fue el resultado de la perseverancia y la casualidad, y demuestra tres lecciones que deben servir a los demás con el objetivo de reinventar su carrera:
  1. Sé abierto a nuevas ideas. La inspiración es azarosa, así que mantén los ojos abiertos en todo momento. Aunque me gustaban otras películas de Hardy, al principio me resistía a ver Warrior porque era una película machista. ¿Quién diría que inspiraría a mi héroe romántico? Lo mismo va para mi viaje por Italia. Si yo hubiera sucumbido al jet lag y me hubiera comportado como turista en vez de escritora, me habría perdido a la musa que me esperaba en Siena.
  2. Adáptate al mercado. Me tomó casi dos décadas aprender que cuando no estás vendiendo, es momento de intentar algo más. No voy a renunciar a mis novelas con temas filipinos. Por el contrario, mi descubrimiento del romanticismo me dio la confianza para lanzar una de mis novelas con temas filipinos en una conferencia de escritores en Nueva York el año pasado. Eso llevó a un contrato con un agente literario y ha inyectado nuevo vigor a mi escritura.
  3. Da el salto al vacío. Incluso cuando escribía mi libro romántico me invadía una sensación de incredulidad. Apenas había terminado de escribir otra novela antes de hacer mi primera incursión en el romance. Ese manuscrito, sobre el romance del general Douglas MacArthur con una mujer filipina en la década de 1930, me tomó 10 años de investigación y redacción. El cambio radical en mi tema (de MacArthur al Juggernaut) y en mis aspiraciones (de literario a comercial) fue muy divergente. A pesar de eso, yo hice caso a mi inspiración, di un salto al vacío y me concentré en mi libro de romance hasta su publicación.
  *Cindy Fazzi es una escritora estadounidense de origen filipino y exreportera de AP. Su libro, In His Corner, será publicado por Lyrical Press bajo el seudónimo Vina Arno.

 

Siguientes artículos

Impacto de enfermedades en la productividad laboral
Por

Muchos enfermos sufren complicaciones que les impiden trabajar, empujándolos a la pobreza en países sin protección socia...