A solo un mes de las elecciones, el vigente presidente de los Estados Unidos, el magnate Donald Trump, así como su rival, el vicepresidente de los Estados Unidos durante la presidencia de Barack Obama, el demócrata Joe Biden, se ven las caras en lo que se consideró como uno de los peores debates presidenciales en años de historia. A unas pocas semanas de los comicios, los candidatos a la presidencia se miden las caras en tres debates que, ante los precedentes que deja el primero, darán mucho de que hablar en las próximas semanas.

En un momento donde la talla política brilla por su ausencia, el multimillonario y actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, se enfrenta al mayor reto en años de gobierno. Con una crisis económica sin precedentes a la vuelta de la esquina, con una pandemia que ha devastado el país y su ciudadanía, con una gestión muy cuestionada y puesta en entredicho, con un sinfín de motivos para “apretar las tuercas” al vigente mandatario, el candidato demócrata, Biden, encarrila su campaña con todo el optimismo que unas encuestas pueden aportar; pero teniendo presente que, ante lo ocurrido con Hillary, cantar victoria, todavía, no es posible para los demócratas.

Por suerte para Biden, las elecciones se celebran en unas fechas que no animan a la fiesta de la democracia. El viento, en estos momentos, sopla a favor de los demócratas ante el escenario que presenta el país. El coronavirus, así como los efectos causados en la sociedad y en el propio país, desaniman a una ciudadanía que trata de centrar sus preocupaciones en una pandemia que ya suma más de 1 millón de fallecidos en el planeta. Una pandemia que afectó, y en gran medida, a los Estados Unidos, así como a su mandatario, sumiendo al país en un caos que, como se pudo observar, dejó al descubierto las más destacadas vulnerabilidades de un país que, hasta el momento, había liderado la respuesta global en todas las grandes crisis que han ido dándose a lo largo de la historia.

Ante semejante situación, los demócratas habían centrado su estrategia, muy acertadamente, en desarticular a un presidente devastado y superado por la pandemia. Sin embargo, la inteligencia de Trump, ultimando sus fuerzas para seguir en el poder, en un escenario en el que Biden se dejó llevar por la persuasión del magnate, provocó que dicha baza quedase desarticulada en un debate que el presidente logró focalizar en el insulto, el menosprecio y la discusión informal. Los programas, la economía, la pandemia, todo lo que daba fuerza al candidato demócrata quedó en un segundo plano, al igual que los programas electorales de ambos mandatarios, que estuvieron ocultos entre acusaciones y falsedades.

Y es que el presidente de los Estados Unidos sabe que no cuenta con capacidad de ganar en un debate que se ciña a lo estrictamente formal de un debate político. La incapacidad en la gestión contra la pandemia ha dejado al descubierto la falta de estrategia del magnate. Por esta razón, la estrategia de Trump fue llevarse a Biden a su terreno, sabiendo además que dicho rival, pese a ser el candidato de la oposición y conociendo las encuestas, no cuenta con todo el apoyo que los demócratas podían ofrecerle. Pues, como sabemos, el voto demócrata, en estos momentos, es un voto en contra de Trump, pero no necesariamente es un voto a favor de Biden.

Podríamos decir que fue una guerra donde no hubo ganador, pero eso sería mentir. Y no me refiero, como han hecho otros expertos, a la supuesta victoria otorgada al presentador, muy a la altura de las circunstancias; sino a la victoria del Presidente Trump, ante el exitoso tapón que, al más puro estilo de la NBA, realizó a Biden. Pues, ante lo ocurrido, el primer encuentro se salda sin la comparecencia de Trump ante cuestiones que son clave para decantar la balanza de la indecisión; una indecisión que Trump está manejando muy bien. Ante esa incapacidad, Trump esquivó los ataques, aun suponiendo eso el no poder mostrar sus fortalezas; sin embargo, la estrategia estaba servida, y el desquicio de Biden valía la pena. Pues, con un Biden nervioso y a la defensiva, centrar la estrategia en aspectos que desacreditaban la gestión del republicano fue una misión imposible para los demócratas.

Como diría aquel, desesperanza ver esa bajeza política, además, en un país en el que la batalla política ha sido un ejemplo en todo el planeta. Sin embargo, la estrategia republicana salió a pedir de boca y los comicios se acercan, con una bala menos, junto a la campaña salpicada por la pandemia, en la recámara de Biden y el partido demócrata. Sabiendo todos que Trump iba a ser el centro de las acusaciones, la pelea y la alteración del debate rebajó al mismo nivel a un Biden que ya de por sí, despertaba pocas esperanzas en los demócratas, como decíamos. Pues la estrategia, aunque pueda creerse que Trump estuvo muy desacertado, no fue reforzar la figura del presidente, sino rebajar, a la misma altura, a un candidato demócrata que, pese al asesoramiento de su gabinete, calló de lleno en la trampa.

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