Ucrania termina el año con el frente estancado debido a la escasez de munición y en medio de la incertidumbre sobre la continuidad de la asistencia militar estadounidense, mientras el Ejército ruso ha recuperado un año después la iniciativa en varios sectores del frente.

La falta de resultados en el campo de batalla también ha tenido un coste político en la retaguardia. El jefe de las Fuerzas Armadas ucranianas, Valeri Zaluzhni, admitió en un polémico artículo que la contraofensiva se había atascado, lo que amenazaba con congelar el conflicto y favorecer claramente al Kremlin.

Su grito de auxilio no gustó nada al optimista presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, quien le recomendó que no se metiera en política. A las críticas al hasta hace poco intocable líder se sumó el alcalde de Kiev y su antiguo asesor, Oleksi Arestóvich.

Después de muchos meses de espera, tanto en Kiev como en Occidente, el Ejército ucraniano lanzó el 4 de junio la esperada contraofensiva en el frente sur con la vista puesta en el mar de Azov.

Pero era demasiado tarde como se demostró después, ya que a las tropas rusas les dio tiempo a preparar una línea de defensa casi impenetrable compuesta por fortificaciones e intransitables campos de minas.

Los ucranianos lograron tomar algunas valiosas localidades y unos 500 kilómetros cuadrados de territorio, pero perdieron muchos hombres y equipos occidentales en el camino y nunca tuvieron a tiro de cañón Melitópol, principal bastión enemigo en la región de Zaporiyia.

En las últimas semanas la prensa estadounidense sacó a la luz las discrepancias entre los generales ucranianos y estadounidenses, tanto en materia de estrategia militar como de cuestiones logísticas.

Para deshacer las tablas, Zaluzhni cree necesario que los aliados doten a Kiev de una superioridad tecnológica clara sobre el enemigo, algo que por el momento está lejos de producirse.

Mientras la contraofensiva zozobraba, Ucrania sí logró éxitos inesperados en el mar Negro, donde Rusia también cuenta con una clara superioridad naval.

Con incisivas operaciones de sabotaje terrestres, marítimas y aéreas, que golpearon las bases, arsenales y los propios buques de la flota rusa, Kiev obligó a la Armada rusa a trasladar el grueso de sus barcos a la Rusia continental.

Ahora que se acerca el décimo aniversario de la anexión de la península, Kiev también logró su objetivo de convertir Crimea en una región inestable con oleadas de ataques con drones y misiles.

El puente de Crimea, el único eslabón entre la península y la Rusia continental también volvió a tambalearse, aunque resiste por el momento las intentonas ucranianas de cortar esa estratégica vía de suministro de armamento.

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Ucrania cierra el año con el frente estancado y el temor a que EU ‘cierre el grifo’

Los ucranianos también lograron después de innumerables intentos poner sus botas al sur del río Dniéper, en la región de Jersón, un quebradero de cabeza para Moscú, aunque la cabeza de playa no tiene más que unos pocos kilómetros de ancho.

En este contexto, Moscú se ha aplicado para retomar la iniciativa en distintos sectores del frente, aunque sin lanzar una ofensiva general, esperando el desgaste de las fuerzas ucranianas y el decaimiento de la asistencia financiera y militar occidental.

En los últimos doce meses el Ejército ruso únicamente conquistó Bajmut, bastión tomado por los mercenarios del Grupo Wagner, pero desde octubre ha intensificado considerablemente la presión para cercar la ciudad de Avdivka, situada a escasos kilómetros de Donetsk, y acercarse a Kúpiansk, en la región nororiental de Járkiv.

En todo caso, la apuesta del Kremlin es a todas luces convertir la guerra en una carrera de fondo en la que Rusia pueda hacer valer sus mayores recursos.

Por lo pronto, para el próximo año Rusia aumentará casi el 68% el gasto militar, que ascenderá a 10.8 billones de rublos (111,870 millones de dólares), más del doble que su enemigo.

Además, el presidente, Vladímir Putin, ordenó incrementar en 170,000 hombres el número de soldados que integran las fuerzas de combate (1.3 millones).

Al tiempo que su industria militar multiplica la producción, Moscú ha encontrado apoyo en otros países sujetos a sanciones internacionales, como Irán y Corea del Norte, que le proporcionan misiles, drones y munición, según fuentes occidentales.

A la complicada realidad sobre el terreno para Ucrania se ha sumado en esta recta final del año el riesgo de que su principal suministrador de armamento, EU, le deje indefensa ante la maquinaria de guerra rusa.

Por eso, después de que los republicanos frenaran la aprobación de la partida de 61,400 millones de euros propuesta por la Casa Blanca, Zelenski viajó en diciembre a Washington a invitación del presidente, Joe Biden, aunque no fue capaz de desencallar dicha asistencia.

El jefe de la oficina presidencial ucraniana y mano derecha de Zelenski, Andrí Yermak, puso los puntos sobre las íes al admitir que existe un “gran riesgo” de que Ucrania pierda la guerra si deja de recibir apoyo de EU.

La Unión Europea (UE), que le ha abierto la puerta de ingreso, también admitió que no podrá cumplir su promesa de suplir a Ucrania en marzo un millón de proyectiles, mientras Kiev aún está a la espera de recibir los prometidos cazas F-16.

Con información de EFE.

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