La economía mexicana ya comienza a notar el pesimismo pronosticado en los últimos meses. Pese a los pronósticos de AMLO, donde preveía una tasa de crecimiento cercana al 2%, la economía mexicana no se encuentra en una situación donde pueda crecer a ritmos superiores al 0,5%. Hablamos de que el deterioro que está experimentando la economía global, en su conjunto, está atacando, como cabía de esperar, a la economía mexicana y a sus crecimientos.

Ya hemos hablado, en numerosas ocasiones además, la importancia de tener una noción real sobre la economía nacional, así como un diagnóstico realista y al hilo con el escenario económico. Un factor que parece no haber tenido en cuenta el mandatario mexicano, cuando proyectaba una tasa de crecimiento que ni en las economías más desarrolladas se esperaba. De acuerdo con Moody’s, la agencia de calificación crediticia, la economía crecerá bastante menos de lo esperado; ya que sitúa la tasa de crecimiento para este año en el 0,3%.

Y es que, los datos que muestran la realidad económica en el país, y no los de AMLO, registran lecturas más negativas de lo esperado. Además, como digo, esto ya no es una competencia nacional, pues estamos hablando que hace apenas unos días, escuchábamos al Organismo para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE) reajustar las previsiones del PIB mundial a la baja, situando la tasa de crecimiento para el mismo en el 2,9%. Una tasa muy distante a ese 4% que registraba la economía en 2018.

Como digo, este deterioro que está sufriendo la economía global, en su conjunto, está afectando a todas las economías, pues no olvidemos que el PIB Mundial no es más que un agregado del conjunto de economías que integran el planeta. Razón por la que, ante una desaceleración generalizada en toda la economía mundial, no podemos seguir afirmando, además de con total rotundidad, que la economía mexicana, sabiendo las vulnerabilidades estructurales y coyunturales que presenta, va a crecer más que el resto de las economías.

Estados Unidos, al igual que lo hace la Zona Euro o China, ya ha comenzado a notar los efectos de la desaceleración, provocando la actuación de la Reserva Federal (FED), que ya ha previsto nuevos planes de estímulo para devolver un mayor dinamismo a la economía. Una desaceleración que, como digo, ha provocado la rebaja de los tipos de interés en el país, previendo una nueva rebaja futura en caso de que así lo precise la economía estadounidense.

Esto, como es obvio, tiene un efecto contagio en la economía Mexicana, pues hablamos de casi la totalidad de las exportaciones mexicanas, ya que las mismas tienen como destino a su vecino del norte. Por lo que, ante una caída en la economía, el consumo y la demanda externa, como estamos viviendo en estos momentos, la economía mexicana se ve directamente afectada, ya que hablamos del primer socio comercial que posee la economía azteca, ocurriendo lo mismo a la inversa.

México es un país altamente dependiente del comercio exterior. El sector exterior, a fecha de 2017 y de acuerdo con el portal de Santander Bank, representa casi el 80% del PIB mexicano. Es decir, la exposición que posee México a una caída en las exportaciones es casi la totalidad, como decíamos de su PIB. A su vez, el 80% de estas exportaciones, tienen como destino los Estados Unidos, por lo que, ante la caída en la demanda externa que vive la economía global, dado el tortuoso escenario comercial derivado de la guerra arancelaria y las tensiones entre los dos principales bloques económicos del planeta, sitúa a México en una situación complicada.

Pero no todo son exportaciones. La actividad de la industria en el país sigue moderándose a ritmos acelerados, lo que dificulta la creación de empleo, que también se está viendo lastrada. El nuevo gobierno y sus planes económicos, así como fiscales, los cuales muestran grandes fragilidades y un duro cuestionamiento acerca de lo que va a ocurrir en el país. La situación que vive la economía mexicana, en resumen, se encuentra bajo una incertidumbre pasmosa.

Tampoco le está beneficiando la caída de la demanda interna, así como las políticas de austeridad en materia de gasto público e inversión. El desempleo, la caída de los salarios, así como las elevadas tasas de corrupción en el país, incapacitan el crecimiento de una economía que, como estamos viendo a lo largo del año, se encuentra prácticamente estancada. Una economía dependiente de que se cumplan muchos factores para lograr un mayor empuje de la misma.

En resumen, como decía, estamos ante una situación donde la economía mexicana no atraviesa un buen momento. Una razón para que el Presidente AMLO tome conciencia de lo ocurrido y empiece a activar nuevos planes de contingencia para paliar la situación. Una situación que, como decía anteriormente, se le escapa de las manos, ya que hablamos de una desaceleración económica global. No obstante, de cara a salvaguardar los muebles, como se suele decir, AMLO no debe caer en garrafales fallos de diagnóstico, pues ante unas expectativas incumplidas y la no activación de políticas de choque, podríamos ver un mayor deterioro de la economía en el país.

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