A menos de tres meses de las elecciones presidenciales, nos falta ponernos de acuerdo en muchos temas fundamentales, como el económico. Ante el riesgo de que esta coyuntura nos pueda dirigir a la polarización y a extremos ideológicos históricamente dañinos para las sociedades, propongo empezar el análisis económico desde lo más básico: buscando coincidencias. Para empezar, los inversionistas, gobernantes y ciudadanos coinciden en que es benéfico que la economía crezca a tasas altas y sostenidas y que esta dinámica sea incluyente, por lo que la capacitación del capital humano y el aumento de la productividad son necesidades básicas, pues la producción de un país es el resultado del número de personas que están disponibles para producir, por la cantidad que puede producir cada persona, con base en las herramientas a su alcance. También encontramos coincidencias sobre las “condiciones idóneas” para que este potencial económico germine. Numerosos autores suelen coincidir en los siguientes requisitos que afectan el potencial de crecimiento económico de un país: Que haya:
  1. Ahorro e inversión pública y privada que ofrezcan el nivel de infraestructura y capital necesarios para incrementar la productividad.
  2. Mercados financieros e intermediarios que canalicen recursos de manera eficiente y provean de la liquidez necesaria para concretar proyectos de gran escala.
  3. Estabilidad política, Estado de derecho y respeto a la propiedad intelectual, ya que las instituciones sólidas reducen los riesgos de inversión y aumentan la atracción de capital.
  4. Inversión en salud, educación y las capacidades técnicas del capital humano.
  5. Sistemas tributarios y regulatorios eficientes.
  6. Libre comercio y flujos de capital que aumenten la competencia y mitiguen los efectos negativos de la insuficiencia de ahorro nacional. A la anterior batería, habría que sumar la deuda, pues juega un papel importante para permitir o frenar el desarrollo económico.
Una vez identificados estos factores y condiciones para el crecimiento económico, podemos generar un marco de referencia general para medir con la misma “vara” las diferentes propuestas de políticas públicas que hoy están sobre la mesa y sus probables efectos en el crecimiento económico futuro. Considero de suma importancia poner énfasis en nuestra economía, sobre todo por el potencial que tiene México, el cual podríamos detonar en caso de seguir las políticas económicas adecuadas. Por ejemplo, somos el país emergente con la mejor expectativa de relación entre población en edad productiva y no productiva. Esta población, además de ser joven y numerosa, representa un capital humano competitivo entre los países emergentes, según el índice del Foro Económico Mundial, además de que, en general, produce bienes de mayor valor agregado, como explica el “Índice de Complejidad Económica” de la Universidad de Harvard. Por si fuera poco, México es uno de los países con menor “carga de deuda” (84% vs 225% de promedio mundial), indica el estudio “Fórmula para el éxito económico”, de Ray Dalio, fundador de Bridgewater Associates, lo que permite reaccionar con mayor flexibilidad ante ciclos económicos adversos y multiplicar el efecto de la productividad. Si entendemos el potencial de producción como el resultado de:
  • El número de personas y su tiempo estimado de vida productiva.
  • Su productividad actual, la tecnología disponible y la probabilidad de que éstas se incrementen, es evidente que somos dueños de un gran potencial económico que no se puede desaprovechar.
Por esto, propongo que, en materia económica, enfoquemos nuestros cuestionamientos a las personas e instituciones que piden nuestro voto. ¿Qué proponen los candidatos para mejorar las condiciones de inversión, deuda, mercados financieros, estabilidad, Estado de derecho, capital humano, regulación, inclusión social y apertura comercial? Debemos saber dónde estamos parados y cuáles son los indicadores objetivos que nos permitirán alcanzar nuestro potencial. Son temas como éste, y no otros superficiales, en donde en verdad nos jugamos el futuro de México.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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