Por Nora Méndez*

La vuelta a clases solía marcar para las familias el regreso a la cotidianeidad. Los hijos sufrían para despertarse temprano nuevamente y las mamás nos quejábamos de lo difícil que era volver a encauzar a los retoños en los horarios y de lo pesado que se había vuelto nuevamente el tránsito en nuestros traslados a la escuela o a nuestros trabajos, ya fuera en transporte público o privado.

Cada año veíamos en todos los noticieros la misma crónica que retrataba a una o varias familias, desde el despertar del niño hasta la llegada al colegio, donde lo recibía una sonriente educadora, mientras una voz en off nos recitaba los millones de escolares que estaban regresando ese día a las aulas.

Hoy la realidad es diametralmente distinta y nos encantaría estar preocupándonos o quejándonos de aquello que nos agobiaba hace un año.

Para los más afortunados, este regreso a clases ha implicado retos de conectividad, adaptación a nuevas plataformas y dinámicas de grupo. Añoranza por los amigos y los juegos en los descansos. Para las mamás de estos chicos tratar de entender cómo acompañarlos mejor, al tiempo que realizan sus tareas domésticas y laborales.

Para la vasta mayoría de los niños y jóvenes mexicanos la realidad es muy distinta. Clases por televisión -si es que la hay- compitiendo por el aparato con sus hermanos, acompañadas, en el mejor de los casos, por tareas que les enviarán por mensajes de teléfono o tendrán que recoger periódicamente en sus escuelas. En muchos casos, sus papás no podrán acompañar sus esfuerzos pues no cuentan con el tiempo o los conocimientos. Extrañarán igualmente a los amigos y, en muchos casos, también ese alimento que recibían en el plantel.

Las maestras y maestros están haciendo un esfuerzo extraordinario por adaptarse a estas circunstancias extrañas, la mayoría de ellos sin los recursos o la capacitación necesarias para este enorme reto, en el que procurarán que sus alumnos adquieran los aprendizajes requeridos para el grado, intentando mantener a niños y jóvenes en sus trayectos académicos, conscientes de que muchos pueden quedarse en el camino.

Si bien sabemos que todo lo anterior no es exclusivo a México, también sabemos que en nuestro país las circunstancias se agudizan a partir de las ya profundas desigualdades existentes y de un sistema educativo que venía arrastrando ya enormes rezagos en cobertura y calidad y, que hoy, se profundizan con graves repercusiones en la vida de esta generación de estudiantes.

Sí, los gobiernos tienen el mandato legal y deben tener un papel relevante en la atención de esta problemática, pero no tienen la capacidad de hacerlo solos. Debemos reconocer que, más allá de decisiones de cursos de acción y presupuestales que podemos considerar erróneas o insuficientes, también es cierto que, de lo individual a lo social, el desafío que nos impone el contexto es monumental, con un peligro real ante una enfermedad que está lejos de ser domada y una contracción económica de gran magnitud e incertidumbre en todos los sentidos.

Las plataformas de redes sociales han explotado en críticas ante muchas de las decisiones gubernamentales y podemos coincidir en muchas de ellas, pero también necesitamos asumirnos como participantes activos para hacer frente a los retos, yendo más allá del limitado alcance de nuestras autoridades.

El ciclo escolar que apenas comienza en situación tan inédita se constituye en un desafío enorme en nuestro papel de padres, docentes y estudiantes, pero también como ciudadanos que debemos entender y atender las circunstancias mirando más allá de nuestro propio hogar, apoyando con todo lo que esté en nuestras manos a quienes se encuentran en mayor desventaja.

Es lo correcto, pero también lo que nos conviene como sociedad, si queremos trascender exitosamente este aciago episodio, aunque aún no sepamos cuándo y cómo habrá de terminar.

Como le escuché decir a una amiga, este año no volvemos a la cotidianeidad, que hoy recordamos con nostalgia, sino a la covidianeidad. Esta es la realidad que hoy nos toca vivir y que requiere de nuestros mayores arrestos, pero también de paciencia y tolerancia hacia los otros y hacia nosotros mismos.

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LinkedIn: Nora Méndez

*La autora es Directora de Fundación Aliat – Aliat Universidades.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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