- Cero automatización
- Asistencia de manejo
- Automatización parcial.
- Automatización condicional (requiere de intervención humana, es similar a la vista en el Auto Pilot de los vehículos de Tesla).
- Alta automatización (no requiere de intervención humana, pero no funciona en ciertas condiciones).
- Automatización completa.
Un viaje en el Uber autónomo, el taxi menos ordinario del mundo
Decenas de compañías luchan por ser las primeras en desarrollar la conducción autónoma, pero ésta, que hasta hace poco no era propietaria de un solo vehículo, se ha colocado entre los punteros de la carrera. ¿Su secreto? Objetivos menos ambiciosos y más alcanzables. Visitamos Pittsburgh y rodamos a bordo del robotaxi de Uber, un futuro que está, casi, a la vuelta de la esquina.
PITTSBURGH, Pensilvania. Contrario a lo que pudiera pensarse, después de dos cuadras, viajar en un vehículo autónomo es de lo más ordinario del mundo.
Sin embargo, eso está lejos de ser algo negativo. Hacer de la conducción autónoma lo más parecido a transitar en un auto conducido por un humano es uno de los objetivos que Uber se fijó cuando comenzó su programa de conducción autónoma hace un par de años. Ese esfuerzo, al que la empresa ha dedicado cientos de millones de dólares, comienza a dar frutos y, si estás de visita en Pittsburgh y tienes un poco de suerte, es posible que puedas abordar uno de los 200 volvos autónomos en circulación, y de paso ayudar a la startup más valiosa del mundo a ganar la carrera de los autos sin chofer.
Todo comienza, claro, con la app de Uber, con la que el usuario solicita un viaje. Si hay algún vehículo disponible, el sistema lo despacha y un par de minutos después una Volvo XC90 híbrida recoge a su pasajero. En los asientos del piloto y el copiloto hay dos ingenieros de la compañía, el primero se mantiene al tanto de lo que ocurre en el camino y está siempre listo para intervenir en caso de que el sistema de conducción autónoma se deshabilite, mientras que el segundo monitorea en una computadora portátil la información generada por las decenas de sensores integrados en la camioneta.
“Sorprendentemente, en algunas ocasiones la reacción de la gente después del viaje es ‘ok, eso fue aburrido’, y esa es justo la reacción que buscamos, que sea un viaje común y corriente”, explica Noah Zych, director de Seguridad del Sistema en el Uber Advanced Technologies Group (ATG).
Al solicitar el viaje, explica Zych, los pasajeros son informados de que viajarán en un vehículo autónomo y tienen la posibilidad de declinarlo, pero la gran mayoría ha mostrado interés en vivir esa experiencia.
El viaje hacia la autonomía
Uber nació en 2009 cuando sus cofundadores, Travis Kalanick y Garret Camp, idearon una aplicación que permitiera llamar a un vehículo para moverse del punto A al punto B de forma fácil y conveniente. La solución que encontraron fue la creación de un mercado virtual que conecta a pasajeros con dueños de vehículos particulares y habilita el proceso integrando las funciones de un GPS, Google Maps, Waze y servicios de pago móvil.
Esa idea opera actualmente en más de 600 ciudades en 78 países, ha ofrecido más de 5,000 millones de viajes —4,000 millones de ellos sólo en 2017—, vale 68,000 millones de dólares y ha dado pie a un nuevo término, uberización, el cual puede definirse como la transformación que sufre una industria cuando se da a los usuarios la posibilidad de solicitar prácticamente cualquier cosa a través de un tap en su teléfono inteligente.
El modelo de negocio sería perfecto si no fuera por un pequeño detalle: el factor humano. Hasta ahora, el servicio de Uber depende completamente de la intervención de un conductor de carne y hueso detrás del volante, lo que representa un alto porcentaje de sus costos de operación y muchos dolores de cabeza.
Durante el tercer trimestre de 2017, la compañía reportó 9,700 millones de dólares en viajes, que se tradujeron en ingresos netos de 2,000 MDD y, al final, en una pérdida de 743 millones. No está claro qué proporción de los gastos representa el pago a los conductores, lo que sí está claro es que cualquier reducción que pueda hacerse a ese rubro sería clave para la viabilidad de la compañía, y los autos autónomos son una opción cada vez más viable para lograrlo.
Aún más, los conductores han mostrado cierta tendencia a afectar la operación de la empresa. El pasado enero, la empresa alcanzó un acuerdo con un grupo de 2,421 conductores que entabló una demanda colectiva en Nueva York acusándola de cobrar tarifas excesivas. Ese pago es el más reciente de una serie de acuerdos extrajudiciales que se pueden rastrear casi hasta el nacimiento de la compañía y demuestran cuán vulnerable es la hoja de balance al factor humano.
Los conductores son, al final, los responsables de la mano de obra, así como del pago del vehículo, el equipamiento, el mantenimiento, el seguro y el combustible, y con frecuencia la dura competencia de Uber en los distintos mercados alrededor del mundo ha redundado en recortes al pago que reciben por cada viaje. De acuerdo con un análisis realizado por Apptopia, la retención de los conductores nuevos luego de 30 días cayó 47% durante los primeros seis meses de 2017.
Al final, aunque los robotaxis pueden ayudar a aligerar su carga financiera en el futuro, Uber no tiene planes de tener una flota 100% autónoma, sino que ve un futuro en el que los vehículos automatizados se encarguen sólo de áreas específicas en zonas urbanas, dejando a los humanos el resto.
La llegada de los robotaxis
La conducción autónoma se ha vuelto una de las grandes obsesiones de la década. A las empresas automotrices se han sumado otras de tecnología y de movilidad en la búsqueda de un modelo que permita eliminar el factor humano detrás del volante.
Hasta el momento esa hoja de ruta tiene 5 niveles, de acuerdo con la SAE (siglas en inglés de la Asociación de Ingenieros Automotrices):