Apenas el año anterior, el informe 2015: Panorama de Inversión Española en Iberoamérica daba cuenta del potencial que significaba para la región latinoamericana la Alianza del Pacífico, conformada en 2011 por Chile, Colombia, México y Perú, y de las nuevas oportunidades que esto representaba para los inversionistas españoles. En los últimos 12 meses, la Alianza del Pacífico, un mercado de 200 millones de personas y un PIB estimado en 2.22 trillones de dólares, no sólo ha fortalecido los lazos comerciales de la región, sino que ha salido a la conquista de nuevos mercados internacionales; uno de ellos, el chino. Los Pumas del Pacífico ―como han llamado a estos cuatro países analistas como Samuel George― han generado con éxito rutas con una amplia oferta para el turismo internacional, uno de los sectores preferidos de los inversionistas españoles. El objetivo, comentan involucrados en la planeación de estas rutas como Enrique Stellabatti, vicepresidente de Turismo de ProColombia, es ofrecer lo que un país de éstos por sí solo no podría. “Un chino no va a ocupar 13 horas de viaje para estar cinco días sólo en México, pero sí varios días más si tenemos una oferta complementaria en Colombia, Chile y Perú, que incluya historia, ecoturismo, playa, entretenimiento, etc.”, me comentó un directivo. El resultado: más de 60,000 chinos viajando tan sólo a México en 2015, contra 28,400 que lo hacían en 2010. Pero si la Alianza del Pacífico tiene a sus cuatro ‘pumas’, el istmo latinoamericano, un mercado de 45 millones de personas, tiene lo que Forbes nombró en 2014 como los seis Jaguares Centroamericanos (Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador, Costa Rica y Panamá), que en extensión territorial pueden ser pequeños, pero que en un entorno mundial de estancamiento económico no dejan de sorprender por el crecimiento de sus economías y las oportunidades de negocio que ahí se gestan. Para el año en curso, de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), se estima que el PIB de Panamá crezca 6.2%, el de Nicaragua 4.3%, el de Guatemala 4%, el de Costa Rica y Honduras 3.3%, y el de El Salvador 2.4%. Los principales motores de esto países son sectores como el financiero, construcción, turismo, bienes raíces, tecnologías de la información, energías renovables, bebidas y alimentos, y minería. En este entramado de oportunidades latinoamericanas, en el futuro próximo podríamos comenzar a ver una especie de felinos híbridos, mitad ‘puma’, mitad ‘jaguar’, y podría ser Costa Rica el primer país que experimente esta mutación, toda vez que desde hace más de dos años la nación tica se debate entre ingresar o no a la Alianza del Pacífico, sin definir aún su futuro en este sentido. Más allá de esto, una nueva realidad está a la vuelta de la esquina, lo que algunos llaman la versión 2.0 de la Alianza del Pacífico, el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés), que integran Chile, México, Perú, Australia, Brunéi, Canadá, Estados Unidos, Japón, Malasia, Nueva Zelanda, Singapur y Vietnam. Este tratado, al que sólo le falta el consenso de las reglas de operación, generará un nuevo impacto en el comercio global, y Latinoamérica no será la excepción. Las oportunidades para inversionistas con el TPP se vislumbran en los sectores automotor, petróleo, lácteos, pescado, oro, cobre, zapatos, textiles, aceite de palma, minerales de hierro y circuitos integrados, industrias en que los países del tratado son líderes a nivel mundial. Los números de este tratado hablan por sí solos de su potencial: representa 38% del PIB mundial, un mercado de 800 millones de habitantes, 28% de la inversión extranjera directa global y 25% del comercio mundial. Los países que conforman la Unión Europea no participan del TPP. Pero si bien para algunos son los grandes ausentes de este tratado, la oportunidad que justo ofrece a países como España es abrirle las puertas a nuevos mercados de bajos aranceles y alto consumo vía México, Chile o Perú, hablando exclusivamente del caso Latinoamérica. La pregunta que se plantea en foros empresariales —en el Foro Forbes Centroamérica que se llevó a cabo en noviembre pasado en Guatemala hubo un espacio donde se debatió sobre este tratado— suele ser: ¿Y qué sucede con los países de América Latina que no están involucrados de manera directa con el TPP? Analistas coinciden en que el TTP puede ser tan excluyente como lapidario, pero también en que representa una oportunidad para que otros países de la región se eslabonen a las cadenas productivas de las industrias de las naciones latinoamericanas que participarán en el tratado. Si Guatemala es reconocido por sus textiles, El Salvador por sus plásticos, Panamá por su capacidad logística y crediticia, y Honduras por su maquila, ¿por qué no participar, por ejemplo, con México en la cadena automotriz de exportación? Hoy, los 10 ‘felinos’ latinoamericanos corren en dos ‘manadas’ distintas, pero una integración regional estratégica podría llevarlos a extender sus garras fuera del continente. (Columna publicada en la IX edición del informe. Panorama de Inversión Española en Iberoamérica, elaborado por IE Business School y Air France KLM.)

 

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