Como venimos analizando desde hace meses, lo ocurrido con la pandemia, así como las consecuencias que de esta crisis se derivan, han provocado numerosos cambios en la economía que, con el paso del tiempo, pretenden ser parte de la “nueva normalidad”. Entre estos cambios, la ruptura de las cadenas de suministro, provocada en parte por la dependencia de la producción asiática, podría motivar a los empresarios de cara a iniciar una relocalización de sus centros de producción, y ello, a través del nearshoring, podría beneficiar a unas economías que, a la luz de los datos, precisan más herramientas para salir del atolladero en el que se encuentran; máxime cuando se avecina una recesión  económica en el país vecino y, a su vez, la primera economía del mundo.

Resulta preciso destacar que empresas como Tesla, DHL, entre otras, o fabricantes de ropa y calzado como Vans, atendiendo a lo ocurrido durante la pandemia, a esa dependencia asiática, así como al cocktail en el que derivó todo esto que mencionamos, están preparándose, a la vez que reorganizan su cadena de suministro, priorizando la relocalización de la producción a zonas más cercanas al punto de consumo. En otras palabras, los productores están relocalizando sus centros de producción, priorizando el nearshoring para, en primer lugar, seguir aprovechándose de las ventajas que ofrece la deslocalización y, en segundo lugar, evitar riesgos como el asumido durante esta pandemia y diversificarlos.

Antes de nada, resulta conveniente explicar qué es el nearshoring y, posteriormente, veremos qué ocurre con este y porqué es preferible.

El nearshoring, al igual que el offshoring, es una práctica muy común en el mundo empresarial y, especialmente, en aquellas empresas que trabajan en entornos globalizados. En esta práctica, la empresa, aprovechando las ventajas que ofrece la globalización, subcontrata la producción en países en los que los costes de producción son inferiores. No obstante, a diferencia del offshoring, en el nearshoring se subcontrata a empresas de países extranjeros, pero con la objeción de que estos son relativamente cercanos. En otras palabras, el nearshoring consiste en externalizar la producción o parte de ella, pero la externaliza en territorios cercanos al país en el que, posteriormente, se pretende distribuir el producto.

En una economía globalizada, y en la que China se convertía en la opción principal debido a sus bajos costos de producción, el offshoring era la estrategia a seguir; y así se ha hecho desde el nacimiento de la especialización del trabajo hasta nuestros días. Sin embargo, en un entorno en el que el 35% de la producción manufacturera se ha concentrado en China, en un momento en el que las dos principales economías del mundo se han enfrentado en una guerra comercial, y en un escenario en el que el planeta se ha dividido en dos por conflictos bélicos que ponen en riesgo la economía a nivel mundial, el offshoring ha sido reemplazado por el nearshoring, que viene a ser lo mismo, pero con la salvedad de que la producción se concentra cerca de nuestra frontera y, a poder ser, en territorio amigo.

Y la realidad es que hoy, atendiendo a los informes que publica Bank of América Global Research, el 83% de las compañías norteamericanas tiene planes de relocalización.

En esta ocasión hablamos de Vans, pero hay que decir que son miles las empresas que se encuentran en la búsqueda de nuevos emplazamientos en los que instalar sus centros de producción y, de esta manera, huir de una China que sigue administrando el comercio exterior a su interés, y pretende seguir ensanchando su poder con la constitución de la Nueva Ruta de la Seda. Otro ejemplo podría ser el de Tesla y su centro de producción en Nuevo León o DHL en Ciudad de México. Incluso los bancos y los servicios financieros han optado por aplicar este mecanismo en un escenario tan incierto como el actual. Y México es una economía que, en caso de seguir así, podría beneficiarse de toda esta deslocalización y relocalización de empresas e inversiones con la atracción de las mismas.

Y es que hay que decir que si hay un país candidato a hacerse con una gran mayoría de estas empresas, ese es México. Tanto su posición geográfica como su tratado comercial con el país vecino le convierten en la mejor opción para esa relocalización de la que hablamos. En otras palabras, hablamos del país vecino de la primera economía del mundo, así como del país que mejor relación comercial tiene con dicho país, siendo este su principal socio comercial. Por esta razón, el BID, la CEPAL, así como numerosos organismos, han recomendado al país azteca centrarse en este nearshoring y, atendiendo a la situación que atraviesa el país, atraer todo lo posible.

Sin embargo y en conclusión, esa misma situación económica que presenta el país, sumado a otras situaciones que ponen en riesgo la buena imagen de México y sus relaciones con el exterior, frenan las intenciones de unos empresarios que, pese a todas las bondades que ofrece el país, temen a las debilidades que, de la misma manera, presenta. Pues debemos señalar que el nearshoring es una oportunidad para el país azteca, pero antes de atraer los capitales debemos apostar por generar las condiciones propicias para que los inversores traigan su capital y, más importante aún, confíen en este para quedarse permanentemente en él.

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