No hay duda. Será una cita histórica. Una fecha indeleble. Un concierto imperdible. Vaya, “El Día D”: The Who desembarcará en la Ciudad de México por primera vez. Y perdón por la efusividad. Sucede que The Who es una de las pocas grandes bandas clásicas en activo que quedaba por actuar en México. Uno de los grupos que, en los sesenta, le disputó protagonismo a los Beatles, a los Rolling Stones, a los Kinks, a los Animals. (Pero que, junto con ellos, participó en la “llamada invasión británica” u “ola inglesa” a Estados Unidos, la cual modificaría en varios sentidos el devenir de esta música.) Así que hablamos de una de las agrupaciones más influyentes en la historia del rock. Por muchas razones. Desde luego, por su cancionero imperecedero, lleno de clásicos incontestables (algunos de ellos, incluso, catalogados himnos generacionales, como Who are you, My generation, Behind blue eyes, Baba O’Riley, Won’t get fooled again, The kids are alright, You better you bet, o Pinball wizard). También, por su exploración musical: son uno de los principales impulsores de los álbumes conceptuales y de la ópera rock. De igual manera, ellos fueron pioneros, o pusieron algunas bases, para lo que sería después el heavy metal y el punk. Y, por supuesto, sus conciertos: música tocada a un volumen brutal, con actuaciones volcánicas, salvajes -que incluían el destrozo de instrumentos, y letras sobre la confusión de la edad (I can’t explain) o la imposibilidad de confiar en el amor (I can see for miles)-; eran presentaciones que se convertían en verdaderas epopeyas musicales, con un rock de alta tensión que electrizaba. (De hecho, su álbum Live At Leeds, de 1970, es uno de los directos más potentes registrados en disco, que suele aparecer entre las listas de los mejores de la historia.) Aclaro: hoy sigue asombrando que aquel combo funcionara. Verán, el grupo estaba formado por cuatro tipos superdotados, cuatro almas con personalidades de distinto calibre: inquietas, introvertidas, extrovertidas, atormentadas todas, egocéntricas. Primero con el nombre de The Deutors, y luego por un breve periodo llamándose The High Numbers, The Who comenzó a funcionar en 1964. Ahí estaba el carismático e hiperactivo Keith Moon -un tipo que revolucionó la interpretación de la batería, y que estaba más cerca de la estética del jazz (be bop) que a la mera marcación de pulsos-. Y ahí estaba el “Jimi Hendrix del bajo”, John Entwistle, considerado como uno de los más grandes bajista del rock, y que llevó al instrumento a unos caminos sonoros como no se habían visto hasta entonces. (Ambos, por cierto, formaron una de las secciones rítmicas más ricas y dinámicas que ha conocido el rock.) Ahí estaba también Roger Daltrey, un cantante asombroso, una fuerza de la naturaleza, un guapo de voz potente, a pesar de su baja estatura. Les acompañaba un guitarrista filoso, un tipo enorme y desgarbado de nariz gigantesca y gesto de «hooligan»: Pete Townshend, quien, además, se convertiría en compositor principal.  
Roger Daltrey y Pete Townshend

Foto tomada de la página oficial del grupo

Eso sí -y mejor aclaro-: los Who fueron un grupo extremadamente infeliz en sus primeros tiempos. Conflictos con la discográfica Polydor (y con Decca, en Estados Unidos), un desventurado contrato firmado con el productor Shel Talmy, el desplume (monetario) por sus tendencias destructivas dentro y fuera del escenario, unas relaciones internas tan desafortunadas que terminaban en puñetazos y expulsiones temporales. Pero, de alguna manera, esa caldera de frustraciones también alimentaba su música. Vamos a ponerlo de esta manera: si los Beatles abrieron la llave del pop y los Rolling Stones trajeron la sexualidad a la música juvenil, los Who fueron uno de los primeros grupos que consiguió capturar la rabia adolescente y convertirla en canciones. Después de todo, el movimiento “mod” de los sesenta tuvo en ellos a uno de sus referentes principales, aunque quisieron desprenderse rápidamente de la etiqueta. Es cuestión de recordar: eran los sesenta, y el mundo entero era un hervidero.   Destrucción de la guitarra En su autobiografía (Who I am), Pete Townshend echa luz a varios episodios del grupo. Por ejemplo, cuando se justifica por su adicción a destruir su guitarra en los conciertos. Dice: “Algunas personas contemplaron la destrucción como un ardid publicitario, pero yo sabía que el mundo estaba cambiando y estábamos mandando un mensaje. La vieja manera convencional de hacer música ya nunca iba a ser la misma.” Más adelante, explica el contexto en el que nació y en el que se movió The Who: “Por primera vez en la historia una generación entera tenía la oportunidad económica y educacional de volverle la espalda a los trabajos alienantes, sin futuro, de sus padres, quienes, traumatizados por dos guerras mundiales, habían reaccionado amparándose bajo una conformidad protectora.” Bajo este auge de esperanza, “los Who salimos a manifestar el gozo y la rabia de una generación que luchaba por la vida y la libertad. Aquella había sido nuestra tarea. Y con ella cumplimos. Primero lo hicimos con singles pop, luego con exhibiciones más dramáticas y épicas”. Y aquí un punto importante: “No estaba tratando de tocar una música que fuera hermosa”, dice en otro momento Pete, “sino que confrontaba a mi audiencia con el sonido visceral, atroz, de lo que sabía que era la única verdad absoluta de nuestra vulnerable existencia: un día un avión soltaría una bomba que nos iba a liquidar en un abrir y cerrar de ojos”. Eso es cierto. Lo que comenzó como un pasatiempo (hacer música) pronto creció hasta convertirse en exploración de las delicias y miserias de crecer en los años sesenta. Porque con los Who, el rock exportó agudas reflexiones generacionales; las hay desde sus primeros discos: My generation (1965), A Quick One (1966) o The Who/ Sell Out (1967). Hablamos de un yacimiento emocional que también alentaría obras tan ambiciosas como Tommy (1969) y Quadrophenia (1973). De igual forma, los Who también trataron de innovar, al integrar secuencias de sintetizadores en el rock, como quedó registrado en el contundente y poderoso Who’s Next (1971). Así, cuando todo parecía trazado para una larga vida de éxitos -como grupo seguían produciendo álbumes, y como solistas cada uno iba despuntando a su manera y a sus tiempos-, su delicado equilibrio interno se fue desbaratando; primero por lo ocurrido en Cincinnati, donde 11 personas murieron aplastadas en una avalancha; segundo, por su inclinación a las drogas legales e ilegales. Townshend la libró por un pelo, mientras que Roger intentó enderezar a sus compañeros a la brava. No resultó: Keith Moon murió en 1978 a consecuencia de una sobredosis de medicamentos para que lidiara, paradójicamente, con sus síntomas de abstinencia al alcohol. (John Entwistle, por su parte, murió en 2002, debido a un ataque al corazón inducido por el consumo de cocaína. Estaba esperando en su habitación a Alycen Rowse, una stripper de encantadora belleza.)
Foto tomada de la página oficial del grupo

Foto tomada de la página oficial del grupo

Aquí vale una aclaración. Tras publicar Face Dances (1981) e It’s Hard (1982), en los últimos 30 años la vida del grupo ha sido de ida y vuelta, de regresos y silencios. Primero anunció y se embarcó en una gira de despedida en 1982. Sin embargo, tanto en los ochenta como en los noventa volvieron a reunirse para conciertos-homenajes, y conciertos para causas benéficas. Desde finales de los noventa hasta la fecha, los Who (o lo que queda de ellos: Pete y Roger) se han embarcado en diferentes giras. Eso sí: no habían sido capaces de completar un álbum entero de canciones nuevas, pero en 2006 lo lograron. Con Endless Wire -antes habían editado recopilatorios con alguna canción inédita-, quedaba demostrado que Townshend seguía siendo uno de los músicos más inteligentes y explosivos que ha iluminado la escena inglesa, y que la voz de Daltrey se conservaba en buen estado. De hecho, con ese disco, y con la gira promocional del mismo, The Who tenía programada una presentación en el (entonces) Distrito Federal, la cual sería cancelada tras enfermarse Roger Daltrey (y, según trascendió, por la baja venta de boletos).   50 años para llegar Así que nueve años han tenido que pasar para que The Who, una de las más grandes bandas del rock and roll, salde esta cuenta pendiente con México. Por supuesto, más de 50 años han tenido que transcurrir para que The Who, uno de los grupos más innovadores y poderosos de la escena musical, desembarque en la Ciudad de México. Y sí: hay algo de acontecimiento en ello. Y sí: es raro que un grupo con tantos años de vida genere una sensación tan novedosa. Pero son los Who, cuya grandeza se ha generado entre himnos indiscutibles del rock y memorables conciertos. Por lo pronto, y mientras termina ahora sí la espera, vale hacer lo que recomienda la hermana de William Miller en la estupenda película de Cameron Crowe, Casi famosos (Almost Famous). El chaval, tras echar un vistazo a los vinilos que su hermana le acaba de heredar (están The Beach Boys, The Rolling Stones, Led Zeppelin, Neil Young, Crosby, Stills & Nash, Jimi Hendrix, Cream, Joni Mitchell, Bob Dylan), se topa con uno de The Who, acompañado de una nota: “Escucha Tommy con una vela encendida y verás todo tu futuro”. En efecto: funciona. Nota bene: The Who se presenta hoy (miércoles 12 de octubre de 2016) en el Palacio de los Deportes.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @Pepedavid13   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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