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La economía mexicana, como he dicho en numerosas ocasiones, se enfrenta a una difícil situación. La economía se muestra estancada en tanto en cuanto crece la inflación, y esta situación, como la definen los economistas, nos advierte del riesgo existente de producirse una situación de estanflación; muy temida por los expertos, así como autoridades, teniendo en cuenta las consecuencias y la dificultad para salir de dicha situación. En otras palabras y a la luz de los datos, México se encuentra en una encrucijada, con la necesidad de actuar, pero con el miedo de ante las consecuencias que tendría dicha actuación.

Las previsiones que ofrecen los distintos organismos, en el presente, nos deja un escenario más pesimista que el que se esperaba hace unos meses. El crecimiento económico, como decíamos, se apaga con el paso de los meses, con una previsión que, en el mejor de los casos, supera el 2,5%. La inflación, por otro lado, sigue moderándose, pero, pese a ello, sigue desbocada, no bajando del 7,5% atendiendo al último registro. Y esta combinación de problemáticas nos deja ante la necesidad de retirar estímulos para contener las presiones inflacionarias, pero con el miedo de excedernos en la retirada y hundir la economía.

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Sea como sea, hace escasos días, en su conferencia mañanera desde el Palacio Nacional, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador , comentaba las previsiones citadas, a la vez que repasaba las recientes cifras publicadas por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, el INEGI, en las que se recogía el crecimiento de la economía mexicana durante el primer trimestre del año. Y aprovechando este repaso, también citó otros indicadores económicos que, de paso, complementaban el discurso.

En la conferencia, el presidente, que estimaba un crecimiento del 4% hace unos meses, se topó con una realidad muy distinta, en la que las previsiones ofrecían un 1,6%, con la posibilidad de producirse nuevas rebajas en el futuro y ante el escenario de excepcional incertidumbre en el que nos encontramos. Tras meses de discusiones entre los organismos y las autoridades, e incluso después de proponer una alternativa al PIB para medir la economía mexicana, AMLO se vio en la necesidad de reconocer la debilidad de la economía mexicana, así como el difícil escenario en el que se encuentra.

Durante la conferencia, el presidente comentó que, tras el batacazo, la recuperación económica de México no es la que se esperaba, resaltando que la economía “apenas se está recuperando”, atendiendo a los datos que ofrecía el INEGI, los crecimientos recogidos a lo largo de los meses pasados, así como las previsiones mencionadas a lo largo de estas semanas, elaboradas por el Banco Mundial, FMI, Banxico, entre otros. Y hay que decir que sorprenden mucho estas palabras, teniendo en cuenta la obsesión del presidente con los indicadores económicos y su manía de no reconocer una situación que, a la luz de los datos, no es, ni de lejos, la prevista tras la crisis pandémica.

Desde hace meses, ha sido un presidente conocido por la polémica mantenida con diversos organismos, en lo que a la medición de la economía mexicana y el crecimiento de esta se refiere. Para él, los indicadores iban en contra de su mandato, ofreciendo un “falso” pesimismo que únicamente manchaba su imagen, pese a ir en contra de la realidad que vivía el país. Y es que hay que señalar, para hacernos una idea, que pidió una alternativa al PIB para tratar de cambiar la visión sobre una economía que, como muestran los indicadores tradicionales, no funciona correctamente, ni se recupera como debía.

Por esta razón, sorprende tanto que AMLO reconozca la realidad a la que se enfrenta la economía mexicana, tras meses de disputas con los expertos, así como cualquier economista que resaltase un mal resultado de la economía mexicana. No obstante, y como dije hace unos meses, hablamos de una situación que únicamente beneficia a la economía mexicana y a su población. Pues, como señalan los diversos organismos, México precisa trabajar en numerosas reformas que únicamente saldrán adelante con un plan en el que la autocomplacencia de un gobierno centrado en el “qué dirán” no tiene cabida.

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Desoír las recomendaciones y contradecir a los expertos, por mucho que pueda parecer la estrategia acertada para AMLO de cara a evitar la crítica y la llamada de atención popular, no cambia la realidad que, por otro lado, muestran esos indicadores. Y cambiar los indicadores para ofrecer otra realidad, como muestra la ciencia, no es más que una falacia que nos distrae de lo que realmente importa y nos permite salir del atolladero en el que nos encontramos inmersos: el trabajo. Y hay que decir que, pese a todo ello, esa insistencia estaba comenzando a transformarse en una autocomplacencia que alejaba a México de esas soluciones que precisa.

Pese a lo negativo que pueda resultar reconocer la situación, que así sea es, prácticamente, un hecho que celebrar. Pues, como dijimos, no reconocer la realidad no la cambia, pero sí podría llevarnos a no hacer nada por cambiarla, y eso es algo que México y su gobierno, con todo el trabajo que tiene por delante, no puede permitirse.

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