En las profundidades de Texas, una compañía canadiense ha encontrado una manera de desenterrar combustible para reactores nucleares. Esto ha desatado una lucha poco usual en los esfuerzos estadounidenses sobre la fracturación hidráulica.    Por Christopher Helman   El recorrido por la planta procesadora de Uranium Energy Corp. (UEC) en Hobson, Texas, se da por terminado hasta que el director general Amir Adnani te invita a mirar dentro de un gran bidón negro de acero. Ahí –casi lleno hasta el tope– yace un polvo de color amarillo-naranja. Es óxido de uranio (U3O8) conocido también como pastel amarillo. Ésta es la sustancia con la que están hechas las bombas atómicas y el combustible de los reactores nucleares. El bidón de 220 litros pesa aproximadamente 453,5 kilogramos y cuesta alrededor de 50,000 dólares en el mercado. Cuando Adnani mira adentro, ve el futuro de Estados Unidos. Estados Unidos depende más de fuentes extranjeras de uranio que en fuentes extranjeras de petróleo”, afirma Adnani, quien nació en Irán. Las plantas de energía nuclear de Estados Unidos generan un 20% vital de la electricidad nacional. A principios de la década de 1980, Estados Unidos extraía más uranio que ningún otro país del mundo, produciendo 94.6 millones de kilogramos al año. Pero la producción actual se ha reducido a 8.8 millones de kilogramos al año. Durante los últimos 20 años, Estados Unidos compró a Rusia anualmente 44 millones de kilogramos de uranio. Sin embargo, en 2013, los 8,000 millones de megatones para el Programa de Megavatios se terminan. La producción en aumento de Kazakhstan (85.8 millones de kilogramos al año), Canadá (39.6 millones) y Australia (26.4 millones) llenarán el hueco. Pero China –con sus 15 reactores nucleares, 26 en obra y 100 más en planeación– competirá cada vez más por estos suministros finitos.   El método  Adnani insiste que puede cerrar la brecha del pastel amarillo a través de una tecnología parecida a la fracturación hidráulica o fractura hidráulica que ha creado el auge energético en el sur de Texas. La UEC perfora en ranchos a través de capas de roca muy porosas que no sólo contienen mineral de uranio sino también agua subterránea valiosa. Posteriormente inyecta agua oxigenada en la arena para disolver el uranio. La solución resultante es extraída con bombas, después procesada y puesta a secar en la planta de Hobson de la compañía. El uranio emite principalmente radiación alfa, que la piel no absorbe; lo cual no significa que el pastel amarillo sea seguro. Inhalarlo o tragarlo –por ejemplo beberlo en el agua potable– puede causar cáncer o daños en el hígado o riñón. Por eso es que la planta de Adnani ha despertado preocupaciones. Esta parte de Texas se ubica en el corazón de las formaciones de esquisto Eagle Ford, actualmente el yacimiento de gas y petróleo más lucrativo de Estados Unidos. Las personas que viven en los alrededores saben que la fracturación del esquisto y la inyección de miles de millones de litros de agua cargada de químicos y arena, se da a 3.2 kilómetros bajo tierra. Y también saben que la tubería de acero dentro del concreto, no va a filtrar químicos en sus aguas. Los procesos de la UEC se llevan a una profundidad que va de 122 a 244 metros, no sólo en las mismas profundidades del agua, sino en las mismas capas de roca porosa que la contienen. “Por su diseño es mucho peor que la fracturación hidráulica”. “Se trata de una contaminación intencional de un manto acuífero al liberar no sólo uranio sino también otros elementos que se le agregan a la arena. Sabemos que este método contaminará el agua en el subsuelo; de eso se trata todo”, afirma el abogado Jim Blackburn, de Houston, quien está demandando a la UEC por encargo de los residentes que viven cerca del nuevo proyecto de la compañía en Goliad, Texas. La UEC argumenta que le está haciendo un favor al medioambiente. “Estamos extrayendo una material radioactivo del manto acuífero que no estará ahí para las generaciones futuras”, afirma Harry Anthony, el director de operaciones de la UEC. Adnani agrega: “El agua ya está contaminada. El uranio está tan cerca del agua que subproductos como radio y radón ya están en ella. Dicho análisis no ha calmado las críticas. Pero fue un argumento suficiente para que esta compañía desconocida continúe a todo motor.   Expansión La UEC, que ya cuenta con una mina en operación, una segunda en construcción y un puñado más en obra, es el productor de uranio más grande del sur de Texas. Ahora bien, comparada con otras compañías, es aún bastante pequeña. Fundada en 2005 en Vancouver, sus cimientos estaban más en el marketing que en la minería. Antes de la UEC, Adnani, de 34 años, fundó Blender Media, una firma de relaciones con inversores que ofrecía sus servicios a compañías mineras especulativas de Vancouver. La UEC cotiza en las Bolsa de Valores Estadounidense y de Frankfurt. Además, BlackRock, Oppenheimer Funds y Geiger Fund, un fondo de capital fijo, poseen grandes tajadas y la compañía se jacta de una capitalización bursátil de 250 millones de dólares (mdd), muy a pesar de una pérdida neta de 25 millones el año pasado sobre ventas de pastel amarillo de 13,7 millones. Durante cinco años desperdició más de 100 millones, si bien el dinero de las ofertas de acciones de seguimiento continuo ha mantenido a la compañía libre de deudas, con aproximadamente 17 millones en reservas. El valor de sus acciones se situó en 6,70 dólares en los meses que presidieron a Fukushima. Ahora han bajado hasta 2,45 dólares. A partir de la década de 1950 y hasta principios de 1980, las grandes compañías de petróleo y químicos, como Union Carbide, Exxon, Chevron, Conoco y hasta U.S. Steel, extrajeron uranio en el sur de Texas. La UEC heredó un legado accidentado. Pero en el proceso, hicieron un desorden, excavando minas lodosas y construyendo estanques de desechos para almacenar sedimentos tóxicos restantes del mineral procesado con ácido. Una mina de uranio en Karnes County fue designada un sitio de Superfondo; hoy en día sigue estando contaminada al igual que el sitio de procesamiento de uranio en la ciudad cercana de Falls City, donde, afirma la Secretaría de Energía: “Hay contaminantes de interés potencial como cadmio, cobalto, fluoruro, hierro, níquel, sulfato y uranio”. La emblemática sede de la UEC, Palangana, también ha tenido algunos problemas. El tesoro de uranio de Palangana se descubrió en la década de 1950. En 1958, Union Carbide se llevó el primer golpe al desarrollar una mina subterránea ahí, pero al final desistió por los altos niveles de gas de sulfuro de hidrógeno. Union Carbide lo intentó de nuevo en 1967; volvió a fracasar. Los porcentajes de recuperación fueron desalentadores y en 1980 Union Carbide vendió Palangana a Chevron. Chevron, por su parte, pensó que había suficiente uranio para justificar una mina a tajo abierto, pero cuando los precios del uranio cayeron en la década de 1980, archivó la idea y en 1991 vendió Palangana a General Atomics. En 2009, la UEC adquirió Palangana y la planta de Hobson de Everest Exploration y su socio, Uranium One, por un millón de dólares en efectivo y 2,7 mdd en acciones, que en aquel entonces tenían un valor de diez millones. Desde entonces, ha invertido más de diez millones en limpiar un sitio cercano a Everest. De modo que, después de una historia de desastres mineros ¿pueden los rancheros texanos confiar en la UEC y en su proyecto Golian? Anthony, de la UEC, afirma que no hay nada de que preocuparse. Pero los escépticos de Goliad han estado luchando contra los planes de la UEC durante cinco años. El agua, no petróleo, es el oro líquido de la región a largo plazo. “Nos estamos quedando sin agua; no quiero que me arruinen la mía”, afirma un ranchero que pide no ser citado. “Cuando no tienes agua, no tienes nada”. Tiene razón de estar arisco. Un estudio realizado in situ el año 2009 en las minas de Texas por parte del U.S. Geological Survey (USGS), determinó que el agua del subsuelo cerca de los depósitos de uranio tiene, por naturaleza, un índice elevado de sustancias no deseadas, tales como arsénico, cadmio, plomo, selenio, radio y, por supuesto, uranio. Aunque los niveles de algunos contaminantes resultaron ser más bajos después de minar y de algunos esfuerzos por contrarrestarlos, el USGS no encontró casos en los cuales hubiera más selenio y uranio en el agua que antes de minar. Otra investigación in situ de 76 sitios de minas del geocientífico Bruce Darling, relizado por cuenta de los lugareños en Goliad County, concluyó que la incapacidad de los productores para reducir suficientemente las concentraciones de uranio (y otros contaminantes) “pone en entredicho el entendimiento del operador de la geoquímica de los sistemas hidrogeológicos que están explotando”. La Railroad Commission de Texas, que regula la minería en el estado, le concedió el permiso a UEC para llevar a cabo perforaciones de exploración en Goliad. Posteriormente, en 2007, la UEC fue investigada y demandada por no taponar como es debido los pozos de exploración. Un juez federal encontró un motivo para creer que la UEC había actuado de modo impropio, pero no tuvo otra opción más que desechar la demanda de Goliad County para bloquear perforaciones futuras porque su corte carecía de jurisdicción. En 2008, Goliad County exhortó a la Comisión de la Calidad del Medioambiente de Texas, otra agencia reguladora, a denegar los permisos de perforación de producción de la UEC. La petición fue rechazada. Harry Anthony insiste que las innovaciones tecnológicas hacen bastante irrelevantes a los errores del pasado. Añade que la sección de los mantos acuíferos donde la UEC minará no contienen agua potable, para empezar, y que el anillo de los pozos de monitoreo que instalarán alrededor del sitio detectará cualquier movimiento de uranio disuelto más allá de los pozos de producción.   Inversión En diciembre, para ayudar a apaciguar cualquier escepticismo, Spencer Abraham, ex Secretario de Energía de la administración de George W. Bush, se incorporó al consejo de asesores de la UEC como director. “Estados Unidos tiene los estándares de regulación minera más estrictos del mundo establecidos de una manera sólida. Las actividades de explotación minera del uranio, incluyendo las realizadas por la Uranium Energy Corp., se están llevando a cabo siguiendo los estándares reconocidos de seguridad más altos”, afirma Abraham en un intercambio de correos electrónicos. Y para poner un poco de dinero donde está la boca, la UEC ha puesto cinco millones de dólares en garantías de cumplimiento de obligaciones contractuales que se destinarían para posibles esfuerzos de reclamación. Afirma Anthony: “No se degradará el agua del estado de Texas”. Los desafíos son considerables. La planta de Hobson cuenta con capacidad para 2,200,000 kilos de mineral al año, cinco veces más de lo que produce ahora. Con el proyecto de Goliad y un puñado de otras posibilidades, la UEC tiene como objetivo obtener 6,600,000 kilos al año antes de que finalice la década. Esa cantidad de producción coincide con la retórica nuclear de Adnani. “Después de Fukushima todavía hay un auge de instalaciones nucleares en el mundo”, afirma Adnani. “Y aún sin nuevos reactores, la demanda rebasará el suministro”. Eso es un hecho en Estados Unidos, que, a pesar del desastre de Fukushima, se dirige poco a poco hacia un renacimiento nuclear. Donde se queda corta la retórica de Adnani es en la necesidad de uranio a nivel nacional. Las plantas nucleares estadounidenses no están preocupadas del suministro, afirma Jonathan Hinze, analista de Ux Consultants, una empresa dedicada a estudiar las tendencias del mercado para los mineros, las plantas de energía y los inversionistas institucionales. Los reactores son reaprovisionados una sola vez al año, así que el suministro no necesariamente debe provenir de cerca. Por eso es que para Blackburn, y para la gente que representa, la idea de que una pequeña compañía arriesgue los mantos acuíferos de una región por un mercado que quizá nunca aparezca, parece descabellada. “No hay fuente de agua en la región mas que la de los mantos acuíferos”, afirma Blackburn. “¿Cómo puedes minar dentro de mantos acuíferos potables?” Y sin embargo sucede. El mes pasado, la UEC recibió el último permiso que necesitaba: una exoneración de acuíferos de la Agencia de Protección del Medioambiente. La construcción y perforación en Goliad ha comenzado y la UEC ha arrendado más de 8,094 hectáreas en la zona. La compañía planea producir uranio ahí al final de este año.

 

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