Cada una de las personas que conviven hoy en las empresas han tenido experiencias particulares marcadas por las característica de la sociedad en la que crecieron y se educaron. Si entre las disciplinas del saber trabajar no representa lo mismo, entre las personas pasa algo similar. Las circunstancias que las diferencian una visión de las demás, determinan en mayor o menor grado, la forma en que ven la vida, afrontan el trabajo y se relacionan en el espacio profesional.

Desde la Teoría generacional, creada por los autores William Strauss y Neil Howe en 1584, hasta nuestros días, se describe una recurrencia de ciclos de generaciones en la historia. Strauss y Howe sentaron las bases para su teoría en la historia de los Estados Unidos como una serie de relevos generacionales. Tal vez por eso muchos expertos, como Mayte Rius opinan que la respuesta a la pregunta de si vale la pena trabajar tan duro puede variar dependiendo de la fecha de nacimiento de cada individuo y no estoy de acuerdo. 

Es cierto, el empleo y la autoridad parecen no significar lo mismo para quienes nacieron en la posguerra o vivieron en medio de una crisis o se criaron bajo regímenes totalitarios o políticas de estado represoras o estuvieron sujetos a la premisa de que a los padres se les obedece o para quienes nacieron en una sociedad con la libertad como uno de los pilares fundamentales o se insertaron en el mercado laboral en una época de mucha incertidumbre por el fin de la Guerra Fría o los que llegaron al mundo laboral durante la muerte del capitalismo puro y después de ver que sus padres trabajaron mucho y ese esfuerzo desmedido no les permitió alcanzar sus ambiciones ni les libró de ser despedidos durante las sucesivas crisis de los económicas.

Sin duda, se sostiene que mientras unos quieren disfrutar en el momento otros hablan del compromiso al trabajo y la fidelidad al empleador, o al menos esas han sido las quejar recurrentes que vemos y escuchamos.

Por un lado, los más jóvenes parecen no admitir el compromiso y los más viejos padecen la responsabilidad como si fuera una carga dura de cargar. La realización del individuo viene acompañada de un conjunto de conceptos propios para cada generación. Por eso, si adoptamos ese punto de vista, discernir dónde se encuentra el punto correcto es complicado. Es verdad que las diferentes generaciones que hoy conviven en el terreno profesional tienen un punto de vista distinto y en muchas ocasiones antagónico, creo que la respuesta a si vale la pena trabajar tan duro no va relacionada con la fecha de nacimiento de las personas sino con el propósito que tienen y las metas que se plantean al trabajar. 

Evidentemente, hay características que sí podemos notar y diferenciar. Los baby boomers se sienten cómodos trabajando en el mismo sitio, esperan seguridad y estabilidad de su lugar de trabajo y están acostumbrados a trabajar muchos años en la misma empresa. Los de la generación X aspiran a un desarrollo profesional dentro de la misma empresa y reflexionan bastante antes de hacer un cambio en sus vidas profesionales, son estables, saben trabajar en equipo y fomentan relaciones laborales de confianza y se han adaptado a la llegada de internet a sus vidas y al desarrollo tecnológico posterior, han hecho de su quehacer profesional parte de su identidad. Los millennials tienen mucho compromiso pero no con las organizaciones sino con ellos mismos y no les asusta cambiar de trabajo y los de la generación Z buscan trabajos flexibles, a distancia, y que les permitan realizar varias actividades a la vez. 

Las visiones por generación varían y no es ahí donde encontraremos la respuesta ya que todas las posturas tienen puntos muy acertados y otros que son francamente criticables. Me temo que la contestación tampoco es única para cada persona. A todos los seres humanos nos une un hilo conductor que es delgado y en ocasiones dejamos de ver y por ello no le ponemos atención.  Además, el Hombre tiene una naturaleza que le de la posibilidad de fijarse sus propios objetivos y buscar la trascendencia y esto es lo que se conoce como propósito. Cada persona tenemos nuestros motivadores individuales para llevar a cabo ciertas actividades con mayor o menor ahínco. El problema es que en un mundo tan veloz, en el vértigo de la modernidad, olvidamos preguntarnos cuál es el verdadero propósito que nos mueve a desempeñarnos profesionalmente.

Hay quienes creen que trabajar es un medio para conseguir los satisfactores necesarios. En esa condición, se labora con el fin de conseguir dinero para pagar la renta, la comida, el vestido y asegurar el sustento, servicios de salud, vacaciones y uno que otro gusto. Sin duda, trabajar resuelve la inmediatez. Entonces, al conseguir resolver lo inminente, podría darse por satisfecho y si ya lo tiene conseguido, puede darse por satisfecho. No obstante, el Hombre siente atracción por bienes superiores. Es decir, hay quienes después de alcanzar una vida lograda, quieren más, buscan plenitud que es la máxima aspiración del hombre en el ámbito terreno. 

Según el Dr. Carlos Llano, la motivación es el atractivo que ejercen determinados bienes y su necesidad de adquirirlos por causas que tienen más relación con el sujeto que con aquello que les atrae. Estos motivos personales que cada individuo tiene para aspirar a ellos están afectados por una dimensión de subjetividad que no puede darse por descontada por una variable circunstancial. En esa condición, son los motivadores los que debiéramos analizar. Por lo tanto, para que el fenómeno de motivación sea posible, para que podamos apuntalar el atractivo que ejercen sobre nosotros ciertas aspiraciones que queremos alcanzar necesitamos saber:

  1. La complejidad de aquello que queremos alcanzar.
  2. La realidad específica que nos lleva a querer lograr algo.
  3. La visión integral a corto y mediano plazo que cada individuo tiene para querer conseguir algo.

¿Vale la pena trabajar duro? La respuesta debe de ir en concordancia con nuestro propósito, pero no únicamente con el que quiere resolver la cotidianidad, sino con aquel de más largo plazo, con el que nos acerca a lo que queremos, disfrutamos y nos ayuda a conseguir lo que queremos mañana y dentro de algunos meses o años. Vale la pena trabajar duro si aquello que hacemos nos acerca a lo que aspiramos, si no, no. 

 

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