Por: Cristina Gil*

Rara vez nos detenemos a contemplar la naturaleza en toda su magnitud y comprender el rol de las distintas especies en el equilibrio ecológico. ¿A quién no le emociona saber que hay elefantes en la India, llamas en el Perú, manatíes en nuestras costas, gorilas en el Congo o leones en el Norongoro? 

El Día Mundial del Medio Ambiente se celebra el 5 de junio. El tema de este año:  Biodiversidad. A pesar de que la mayoría de nosotros vivimos en ciudades, los vegetales en nuestra dieta provienen de plantas que habrán gozado algún control de plagas natural o han sido polinizadadas por alguna abeja, una mariposa, un colibrí o un murciélago. El agua que sale de nuestro grifo, con altísima probabilidad, se capturó en una cuenca cuyas plantas y suelos retuvieron el agua, para después terminar en un río o acuífero. El oxígeno que respiramos, como bien aprendimos en la primaria, no estaría allí sin la fotosíntesis. Estos son, en efecto, servicios ambientales. La protección de huracanes que provée un arrecife de coral, la regulación del clima por un bosque, la purificación del agua, lo son también.  Según un estudio publicado en 2014 en la revista científica “Global Environmental Change”, el valor global de los servicios ambientales puede ascender a 145 billones de dólares al año. Pienso que conforme se refinen estas metodologías esta cifra se redefinirá exponencialmente hacia arriba (en 1997 se estimaba en 33 billones de dólares).

Ahora bien, el monto anterior no incluye otros ramos de la economía que también se benefician de la diversidad biológica. ¿Qué hay del turismo? ¿O toda la investigación y desarrollo que se logra utilizando y observando la naturaleza? La industria farmacéutica lo tiene clarísimo. Y no nos debemos limitar a la medicina, distintas especies han sido aliadas de ingenieros y científicos en otras áreas, como bien lo captura Janine Benyus bajo el concepto de “Biomimicry”.  Por ejemplo, el tren bala en Japón mejoró gracias al estudio del pico del martín pescador. O qué decir del velcro, cuyo inventor observó la “habilidad” de las semillas de bardana de engancharse en su ropa y el pelo de su perro de dónde obtuvo la inspiración para diseñarlo.

Un entendimiento más profundo de la biodiversidad seguramente se traducirá en otorgarle más valor. Yo soy prueba de ello, el reino fungi adquirió otra dimensión cuando comprendí que el organismo más grande del mundo es un hongo o que hay micelios que transportan nutrientes de un árbol a otro, o bien los sofisticados laboratorios químicos que son estas especies. Y sobre todo, su rol reparador en la restauración de ecosistemas como lo propone Paul Stamets. 

Si queremos continuar gozando del legado de millones de años de evolución, se tiene que detener la tendencia de extinciones, y por tanto la destrucción de hábitats. Lo anterior requiere reforzar políticas públicas y aumentar la colaboración internacional. El pago por servicios ambientales a los poseedores de tierra cuyos ecosistemas benefician a muchas otras personas, es una herramienta que podría expandirse y fortalecerse. 

El ingenio humano está lleno de soluciones también. Por ejemplo, al impulsar ciertas tecnologías, podemos reducir la presión sobre los recursos naturales.  Tal es el caso de los sistemas de riego por goteo. Muchos conocerán la tragedia que es la Zona Muerta en el Golfo de México. Una zona de hipoxia que asciende a 23 mil kilómetros cuadrados. Ha tenido fuertes impactos en pesquerías. Una solución sería justamente aplicar fertilizante de forma precisa, mediante el riego por goteo, evitando que la alta carga de nutrientes termine en ríos y en el mar. De igual forma, cuando vemos cuánto sufren los agricultores con la pérdida de polinizadores, de manera muy especial las abejas, nuevamente, tenemos una solución poderosa al aplicar el control de plagas por goteo enterrado. La población humana sigue creciendo y demandando una mayor cantidad de alimentos. Ya la mitad de la superficie habitable del planeta se destina a la producción de alimentos. Sería interesante explorar qué tanto se puede detener la conversión de uso de suelo, que continúa siendo uno de los principales motores de la deforestación, incrementando la adopción de sistemas de riego por goteo, que aumentan significativamente la productividad por hectárea.

La pandemia del COVID-19 es un recordatorio de que la salud humana está vinculada a la salud del planeta. El Dr. Aaron Bernstein, del Centro de Salud Climática y Medio Ambiente Global de Harvard, así como varios otros expertos, llevan tiempo alertando que la pérdida de biodiversidad y la destrucción de hábitats, así como el cambio climático, podría ser justamente lo que está arrojando infecciones cuyo huésped han sido otros animales, hacia la población humana.

En el marco del Día Mundial del Medio Ambiente, los invito a centrar nuestra curiosidad y acciones positivas hacia el patrimonio natural y a reflexionar de qué manera, como sociedad, sector privado y gobierno, podemos promover sistemas y marcos legislativos que nos permitan proteger nuestros ecosistemas y revalorizar los servicios que estos nos proveen.

Contacto:

Cristina Gil es VP de Sustentabilidad en Orbia

**Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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