En una carta enviada al comité ejecutivo de Twitter y a las autoridades financiareis de Estados Unidos, Elon Musk anunciaba que retiraba su oferta de comprar la red social. La razón principal, explicaba el también dueño de Tesla y Space X, es que Twitter no estaba dando información concreta sobre la cantidad de bots y spam presentes en la plataforma, ya que el cálculo inicial fue de un 5% del total de usuarios.

Por supuesto, esto causó una reacción y Twitter demandó a Musk en una corte de Delaware y frente a la Comisión de Valores para que cumpliera su oferta. Incluso, debería pagar una multa  de 1000 millones de dólares extras debido a que la especulación que ha provocado la cancelación del trato ha causado daño a la compañía.

En este contexto, dos cosas son ciertas: por una parte, desde el anuncio de la compra de Twitter por parte de Musk, sus otras empresas han tenido una baja importante en sus acciones, principalmente Tesla, que ha perdido casi 500 mil millones de dólares desde el anuncio. A los inversionistas los ponía nerviosos ver a Musk distrayéndose con Twitter, al parecer.

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Y, por otra parte, la transparencia de Twitter y los bots y cuentas fantasma siempre ha sido un verdadero problema para la compañía, ya que, a pesar de los esfuerzos, continua siendo la red social en la que más fácilmente se pueden crear este tipo de cuentas, hecho que lejos de estar resuelto, se agudiza.

A ello, hay que agregar que Twitter no ha sido la red favorita de las nuevas generaciones y tampoco ha sabido reinventarse al ritmo que su competencia. Sin embargo, el verdadero valor de la red de microblogging se encuentra en la influencia que ha ejercido en el espacio público, ya sea como un canal de comunicación oficial, como un detonante de movimientos sociales o, incluso, como un foro de debate abierto en el que los usuarios han confrontado sus ideas de manera abierta.

Ese es el valor de la red: que se ha convertido en un megáfono mundial que ejerce una influencia real sobre el mundo de la política y la economía. De ahí, que las especulaciones sobre el para qué Musk quiere a Twitter se centren en la capacidad de construir narrativas y volverlas tendencia a nivel internacional, lo que sin duda, es algo que el millonario sí atesoraría.

Esto también parece ser una estrategia, poco ética por cierto, para bajar el precio de las acciones de la red social y pagar una cantidad menor a la ofrecida inicialmente. 

Por lo pronto, la viabilidad de la compra está en entredicho y aunque hay una serie de acciones legales en curso, nada está escrito, salvo que las extravagancias de Musk seguramente seguirán metiendo en problemas a la de por sí atribulada red que no ha logrado tener una conexión importante con las grandes audiencias digitales desde hace un buen tiempo. 

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