Enero de 1994 potenció nuevas y distintas oportunidades de negocios para Canadá, México y Estados Unidos de América [EUA], con motivo de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte [TLCAN]. Todo indicaba que la globalización había llegado para quedarse. Un buen número de tratados comerciales entre países de todo el mundo lo ratificaba. Las fronteras estaban libres de barreras al comercio. Sin embargo, la elección de Donald Trump como presidente de los EUA ha puesto en jaque ese paradigma, con la advertencia de su parte de que el TLCAN tendrá que renegociarse o, de lo contrario, su país lo dará por concluido. De ambas posibilidades, la más complicada es la de abrir el tratado a nuevas negociaciones para cambiar su clausulado. En efecto, en lo que hace a las enmiendas al TLCAN, el tratado prevé que los tres países podrán convenir cualquier modificación o adición al mismo, siempre que exista un acuerdo entre ellos que sea ratificado conforme a su legislación interna (en el caso de México, por la Cámara de Senadores). El reto para nuestro país es que, a diferencia de los años 90, el escenario con Trump se espera complicado. Considerando la fuerza de la economía norteamericana, nuestro margen para negociar hoy el TLCAN es limitado. Además, deben considerarse los costos y tiempos del proceso de renegociación. Para que los tres Estados lleguen a acuerdos sobre puntos específicos del tratado que deseen cambiar o suprimir, deberán fijarse agendas temáticas y celebrarse rondas que consumirán varios meses de negociación, sobre todo si a los ojos de Trump existen aspectos específicos que afectan a su país. De esta forma, el camino sencillo para EUA es salirse del TLCAN, no sólo por los pocos alicientes para renegociar -Trump dixit-, sino porque el propio tratado ofrece una cláusula expedita para renunciar al mismo. Bastaría con que ese país comunicara por escrito a Canadá y a México su intención de actuar en ese sentido. Esto traería dos consecuencias: la primera, que la salida de los EUA -’denuncia’ del tratado, como se conoce legalmente-, operaría seis meses después de la comunicación escrita, que es como públicamente lo ha manifestado Trump. La segunda consecuencia sería que el tratado continuaría vigente entre nuestro país y Canadá, a menos que alguno de estos países decidiera, a su vez, darlo por terminado; o renegociarlo, incluso, pero sin la participación de EUA. Obviamente, la salida de los EUA del TLCAN conllevaría ajustes operativos, legales y fiscales en las dinámicas entre los tres países. Los cambios normativos y regulatorios tendrían impactos importantes en la multiplicidad de operaciones transfronterizas. Lo paradójico del caso es que un tratado que tomó mucho tiempo celebrar y que llevaría meses renegociar, podría denunciarse -darse por terminado- con una simple carta firmada por Trump, cuando este asumiera la presidencia de los EUA. Desde el punto del derecho internacional, sería así de simple. Legalmente no hay mucho más que agregar. En ello radica su fuerza para abrir el tratado a renegociación.   Contacto: Twitter: @LuisPerezdeAcha Página web: LMPA Pérez de Acha   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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