Por Marcelo Delajara Las economías alrededor del mundo se encuentran en un proceso de ajuste. Dicho ajuste responde a una baja en la demanda agregada mundial, a un exceso de capacidad en las industrias extractivas y manufactureras, a tasas de interés reales negativas en algunos países y caídas precipitadas en los mercados de valores. Así, la economía mexicana, entrelazada a la economía estadounidense, se encuentra en una posición de espectador que espera el momento adecuado para reaccionar a los desafíos del entorno. Hace unas semanas, sin mayor sorpresa, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público anunció una reducción en el gasto público planeado para el presente año. Lo que no se anticipaba era que esta medida se anunciara en coordinación con un aumento de la tasa de interés objetivo del Banco de México y cambios en el tipo de intervención que éste realiza en el mercado de divisas. De esta manera, las políticas monetaria y fiscal responden con urgencia ante un entorno global que amenaza la estabilidad macroeconómica del país, caracterizada por una inflación baja y estable, un déficit fiscal limitado y una deuda relativamente baja respecto al PIB. Las expectativas de estabilidad macroeconómica fueron dañadas por la caída en el precio del petróleo, la depreciación del peso y las pérdidas de Pemex. Esto explica la contundencia de la respuesta de la SHCP y del Banco de México, y que el grueso de la reducción del gasto se haga en Pemex. Si bien la reforma energética fue en la dirección correcta, ahora se comprueba que su implementación tiene un rezago cronológico que no permitió al gobierno adelantarse y evitar esta situación. La reducción del gasto público tendrá un impacto sobre el crecimiento económico del país en el corto plazo. De acuerdo con las Expectativas de los Especialistas en Economía del Sector Privado reportadas por el Banco de México, la tasa de crecimiento del PIB esperada para 2016 disminuyó de 2.69% en enero a 2.45% en febrero. Esta última cifra es ya similar a la registrada en 2015, y de materializarse significaría el fin de una etapa en la que el crecimiento económico pareció ir ganando mayor dinamismo, si bien con un crecimiento del PIB per cápita por debajo del 1%, que es claramente insuficiente para elevar el nivel de vida de los mexicanos y reducir las desigualdades económicas y sociales. Una interpretación de esta coyuntura es, entonces, la siguiente: el precio que debemos pagar por mantener la estabilidad macroeconómica y el desempeño de la economía en el largo plazo es un menor crecimiento económico en el corto plazo. Hasta acá todo bien si no ponemos mucha atención a las partidas del gasto público que se recortarán. UNICEF ha alertado en días pasados sobre las repercusiones que tendrá la reducción del gasto social. El gasto social se encuentra definido por la Ley General de Desarrollo Social y está compuesto por rubros que van más allá del presupuesto de Sedesol (actualmente intacto en los recortes presupuestales). El gasto social recibirá una reducción debido a que algunas de las secretarías con mayores recortes serán la de Educación Pública y la de Salud. De acuerdo con UNICEF, 14.6% del total de presupuesto asignado a la atención de la infancia será recortado. Esto nos coloca ante una disyuntiva:

– Por un lado, la estabilidad macroeconómica es necesaria para el desarrollo y crecimiento del país en el largo plazo. Las acciones del gobierno antes referidas son las adecuadas para asegurarla y mantenerla para las futuras generaciones.

– Por otro, la reducción en el gasto social afectará la precaria situación en la que viven muchos mexicanos. Habrá recortes en el gasto social que tendrán un impacto irreversible en el desarrollo y calidad de vida de niños pobres, de acuerdo con UNICEF.

Este episodio arroja dos lecciones:
  1. El gobierno federal no puede seguir condicionando su inversión en desarrollo social a la evolución de ingresos transitorios y volátiles como los del petróleo.
  2. Los recortes no estuvieron tan bien pensados como lo dieron a entender las autoridades. Así, el gobierno federal debe reconsiderar sus prioridades y revisar su plan de recortes.
No debería haber incongruencia entre las medidas de austeridad, que buscan salvar la estabilidad macroeconómica, y el ejercicio del gasto social en la niñez: necesitamos ambas cosas para asegurar el futuro de México.
Marcelo Delajara (@MarceloDelajara) se doctoró en Economía en la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona, 1999). Fue profesor, investigador y consultor en diversas instituciones (UDLA-P, CIDE, BID, PNUD, Banco Mundial y Banco de México, entre otras). Actualmente es investigador del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY). Las opiniones de Marcelo Delajara son a título personal y no representan necesariamente el criterio o los valores del CEEY.   Contacto: Twitter: @ceeymx Facebook: ceeymx Página web: CEEY   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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