Por David M. Ewalt Magic Leap busca mezclar lo digital con lo físico y a pesar de que nunca ha lanzado un producto, nunca ha dado una demostración pública de un producto, nunca ha anunciado un producto, nunca ha explicado su tecnología “lightfield” que hace posible su producto, ha levantado casi 1,400 mi­llones de dólares (mdd) en capital de riesgo, incluyendo 794 millones en febrero pasado, la ronda C más grande de la historia. Aparente­mente, todos los inversionistas tecnológicos de primera fila tienen una participación, incluyendo a Andreessen Horowitz, Kleiner Perkins, Google, JPMorgan, Fide­lity y Alibaba; además, hay capital de fuentes menos convencionales, como Warner Bros. y Legendary Entertainment, el creador de películas como Godzilla y Jurassic World. Magic Leap fue valuada en 4,500 mdd en su última ronda de financiamiento. Como cualquier buen mago, el fundador y CEO, Rony Abovitz, de 45 años, mantiene sus cartas cerca del pecho. Magic Leap ha operado en el secreto extremo desde que fue fundada, en 2011. Sólo unas pocas personas han podido ver su tecnología, y apenas algunas de ellas saben cómo funciona. Lo que todas ellas tienen en común es que fueron obligadas a firmar tantos acuerdos de no divulgación que apenas podían admitir que la compañía existía. Ahora, la compañía está saliendo de las sombras. En una rara entrevista, Abovitz dice que Magic Leap ha gastado 1,000 mdd en perfeccionar un prototipo y ha comenzado a desarrollar líneas de fabricación en Florida, antes de lanzar una versión para el consu­midor de su tecnología. Cuando llegue (se espera que eso ocurra dentro de los próximos 18 meses), podría inaugurar una nueva era de la computación, la interfaz de próxima generación que usaremos durante las próximas décadas. “Es­tamos construyendo un nuevo tipo de computadora contextual”, dice Abovitz. “Estamos haciendo algo muy, muy diferente”. También puedes leer: Israel tiene una fábrica secreta de startups  La innovación de Magic Leap no es sólo una pantalla de alta tecno­logía: es una máquina disruptora. Esta tecnología podría afectar a todas las empre­sas que usan pantallas o computadoras y a muchas que no lo hacen. Podría des­truir el mercado de 120,000 mdd de pantallas planas y sacudir el negocio mundial de electrónica de consumo de 1 billón de dólares. Las aplicaciones son profundas. Deshazte de tu PC, tu lap­top y tu teléfono móvil, por­que el poder de cómputo que necesitas estará en tus lentes, y éstos pueden hacer que una pantalla aparezca donde sea, del tamaño que lo desees. De hecho, pueden hacer que aparezcan otras cosas, como la dirección de tu próxima reunión, e indicaciones para llegar ahí en for­ma de flechas amarillas dibujadas a lo largo de las calles de tu ciudad. Podrás ver ese nuevo sofá que estás pensando comprar justo en tu sala de estar, desde todos los ángulos imaginables, bajo todas las condi­ciones de iluminación, sin salir de tu casa. Incluso los menos hábiles para la mecánica serán capaces de arreglar sus automóviles con un programa interactivo que resalta exactamente qué parte necesita ser reemplazada y que avisará si el reparador lo está haciendo mal. Magic Leap se posiciona para aprovechar todas las interacciones: no sólo del hardware y software que venderán, sino también, quiere creer, del torrente de datos que po­dría recopilar, analizar y revender. “Es difícil pensar en un área que no vaya a cambiar completamente”, dice Abovitz. Ni un juego de realidad virtual (RV) ni de realidad aumentada (RA) como Pokémon GO pueden hacer lo que la “reali­dad mixta” de Magic Leap hace. La RV te lleva a otro lugar. La RA puede hacer que Pikachu aparez­ca en tu sala. La realidad mixta te mantiene donde estás y logra que Pikachu cobre vida. ¿Cómo lo hace? La pieza central de la tecnología de Magic Leap es una pantalla montada en la cabeza, pero el producto final debe caber en un par de lentes. Cuando usas el dispositivo, no bloquea tu visión del mundo; el hardware proyecta una imagen directamente sobre tu retina a través de un sistema óptico incorporado en una pieza de vidrio semitransparente (el producto no fríe tus ojos: replica la forma en que naturalmente observamos el mundo, en lugar de forzarte a mirar la pantalla). El hardware también recolecta constantemente informa­ción, escaneando la sala en busca de obstáculos, escuchando las voces, rastreando los movimientos de los ojos y siguiendo tus manos. Como resultado, los objetos de la realidad mixta están al tanto de su entorno y tienen la capacidad de interactuar con el mundo real. En el hardware de Magic Leap, un Poké­mon podría escapar de ser captura­do al agacharse detrás de tu sofá o, suponiendo que vives en una casa “inteligente”, apagando tus luces y escondiéndose en la oscuridad. En una de sus demostraciones, el equipo de Magic Leap mostró un “humano virtual interactivo” generado por computadora, de tamaño natural y sorprendentemente rea­lista. Abovitz y su equipo imaginan a personas virtuales (o animales o cualquier otra cosa) como asis­tentes digitales (piensa en Siri en esteroides, excepto que tendría una presencia física, lo que facilitaría la interacción y lo volvería más difícil de ignorar). Pídele a tu asistente virtual que entregue un mensaje a un compañero de trabajo y podría salir de tu oficina, reaparecer al lado del escritorio de tu colega a través de su propio dispositivo de realidad mixta y entregar el mensa­je en “persona”. En un mundo de realidad mixta, el poder de cómputo no se limita a un gadget en tu escritorio. Es algo que puedes vincular a cual­quier objeto, real o virtual, dándole conciencia de tu ubicación, detalles acerca de su propósito y una guía de cómo podrías usarlo. “Piensa en él como el futuro de la informática”, dice Abovitz, “donde el mundo es tu escritorio”. Primero tenía­mos mainframes, luego PCs, más adelante, dispositivos móviles. Si Magic Leap alcanza su objetivo, la próxima generación será virtual. Rony Abovitz siempre Rony Abovitz nacio en 1971, en Cleveland, en el seno de una familia de inmigrantes israelíes. Cuando Rony tenía 11 años, la familia se mudó al sur de Florida. Él ingresó a la preparatoria a los 13 años, un año antes de lo habitual. Después de la graduación, fue aceptado en el MIT, pero eligió la Universidad de Miami, quedándose cerca de casa. Recibió un título de Ingeniero Mecánico en 1994 y uno de maestría en Ingeniería Biomédi­ca dos años después. Luego comen­zó a pensar en Star Wars de nuevo. En 1997Abovitz cofundó su primera compañía Z-KAT. En 2004, Abovitz y varios de sus cofundadores escindieron el grupo de robótica de Z-KAT y crearon una nueva compañía, Mako Surgical, que fabricaba brazos ro­bóticos para ayudar a los médicos a realizar cirugías ortopédicas. La demanda de droides fue alta y, en 2008, la compañía salió a bolsa, recaudando 51 mdd. En 2010, inició una nue­va empresa, Magic Leap Studios, para desarrollar el proyecto como una serie de novelas gráficas y una franquicia de largometrajes. También puedes leer: La startup que ‘sueña’ con que tires tu colchón “Yo era el único empleado, y la oficina estaba, literalmente, en mi garaje”, dice Abovitz. “Mi mamá cosió un pedazo de tela con algunas letras de colores que decía ‘Magic Leap Studios’”. Para conseguir ayu­da para el proyecto, usó parte del dinero que había ahorrado de Mako para contratar a Weta Workshop, una empresa creativa y de efec­tos especiales con sede en Nueva Zelandia, que se volvió muy célebre por su trabajo en la trilogía de The Lord of the Rings. En 2011, Magic Leap Studios cambió de enfoque y se convirtió en Magic Leap Inc., y Abovitz contrató a un pequeño equipo para ayudarlo a desarrollar esta idea de la realidad mixta. En poco tiempo, la empresa tenía prototipos funcionales. “La primera vez que tuvimos un sólo pixel en el espacio y pudimos moverlo por la habitación, estu­vimos sumamente emocionados”, dice Abovitz. “Otras personas decían: ‘¿Qué es eso? ¡Es sólo un punto!’. Pero, en ese momento, supimos que iba a funcionar”. También supieron que necesi­tarían mucho más dinero. Abovitz había financiado inicialmente la compañía con lo ganado en la salida a bolsa de Mako. Después de que Mako fue adquirida en 2013 por el fabricante de dispositivos médicos Stryker Corp., por 1,700 mdd, tam­bién invirtió parte de ese dinero. Abovitz no revelará la cantidad exacta que gastó para poner a la empresa en funcionamiento (“mi­llones”, es lo único que dirá), pero sabía que no sería suficiente. Afortunadamente, la tecnolo­gía se vendió por sí sola. “Cuando hablábamos con la gente de lo que estábamos haciendo, no nos creían”, dice Abovitz. “Entonces volaban hasta acá para visitarnos y decían: ‘Oh… de verdad hicieron estas cosas realidad’. Ésa fue la dinámica de todos los que invirtie­ron: Pasaron de ‘Esto es imposible’ a ‘Queremos entrar’”.   El futuro Magic Leap comenzó a construir su nuevo campus de 2.5 hectáreas en octubre de 2015 y espera que la mayoría de sus 850 empleados actuales se mude allí antes de fin de año. El resto de los trabajadores está disperso en nueve oficinas alrededor del mundo, no sólo en los puntos de interés tecnológico, como Silicon Valley y Austin, sino también en puestos de avanzada como Wellington (Nueva Zelandia) y Tel Aviv (Israel). Algunos grupos ya ocupan las nuevas oficinas, in­cluyendo a varios equipos de inge­nieros. Para Abovitz, es importante mantener juntos a los equipos de desarrollo crítico como parte de un modelo de “hardware ágil”, que ha permitido a la empresa producir “li­teralmente cientos de iteraciones” de su prototipo de visor. “Parte del porqué Magic Leap puede iterar tan rápido es que tenemos a todas las personas adecuadas en los lugares correctos”, explica Abovitz. La compañía también constru­ye una planta de fabricación en el campus de Plantation. “Ésta es la parte más espaciosa de Magic Leap”, dice Abovitz, mientras reco­rremos la línea de producción: una serie de bahías largas, autónomas y modulares alineadas como sub­marinos en un puerto. Cada línea puede activarse según sea necesa­rio, aumentando la producción de miles de unidades al año a más de un millón. Abovitz quiere que Magic Leap se quede en Florida. Uno de los be­neficios de fabricar en ese lugar es que le permite a la empresa guardar sus secretos. Si tuviera su sede en California, eso sería casi imposible, dada la cultura de trabajo de Silicon Valley y la fábrica de rumores bien lubricada de la industria. Por supuesto, también le resultaría más fácil contratar al talento que nece­sita, pero Magic Leap ha logrado atraer por igual a la gente del valle y de otros centros de tecnología. “Hemos atraído una gran cantidad de talento tecnológico de ingeniería de gama alta y de fabricación”, dice.   La competencia Naturalmente, Abovitz no es el único emprendedor que ve oportunidades en este cam­po. En los últimos 12 meses, se han invertido 2,300 mdd en empre­sas de realidad virtual y realidad aumentada, según DigiCapital. Por su parte, International Data Corp., afirma que los ingresos mundiales para el mercado de realidad au­mentada y virtual crecerán de 5,200 mdd este año, a más de 162,000 mdd en 2020. Con ese tipo de crecimiento, todos los grandes nombres pelean por entrar al negocio. Google ya experimentó con la RA en 2013, con su malogrado Google Glass, un par de lentes que hacía apare­cer una pantalla de computadora virtual flotando frente al usuario. El proyecto se estancó en su versión beta, entre preocupaciones por la privacidad y la seguridad, pero la inversión de Google en Magic Leap indica que su interés sigue vivo. “Desde nuestras primeras con­versaciones con Rony y su equipo, supimos que queríamos ayudarles a acelerar su visión”, declara Don Harrison, vicepresidente de Desa­rrollo Corporativo de Google. Apple también trabaja en un proyecto de RA, pero no está claro si desarrolla su propio visor o busca agregar capacidades al iPhone. Las startups de Silicon Valley, como Meta (que ha levantado 73 mdd) y Atheer (23 mdd), trabajan en sus propios visores de RA y presumi­blemente serían candidatos natura­les de adquisición, si tienen éxito. Sin embargo, por ahora el mayor competidor de Magic Leap es Microsoft, que, en 2014, anunció un visor de realidad aumentada llamado HoloLens. Microsoft envió una versión de preproducción, Ho­loLens Development Edition, a un número no especificado de desa­rrolladores de hardware y software en marzo de este año, y se espera que la versión para el consumidor llegue en algún momento de 2017. “Microsoft tiene una gran ventaja en el sector de negocios debido a sus relaciones”, dice Brian Blau, analista de investigación de Gart­ner. “Tienen profundos vínculos en los negocios, y es exactamente ahí donde posicionaron a HoloLens”. Eventualmente, Magic Leap ve un mayor impacto de su tecnología en las aplicaciones empresaria­les, especialmente en el campo médico y de las ventas minoristas (imagínate “probarte” prendas de vestir en casa, sin problemas). Pero, al igual que con la mayoría de las tecnologías, las ofertas de entretenimiento robarán cámara. Magic Leap desarrolla gran parte de su contenido bajo su techo y ya ha contratado a varios diseña­dores de videojuegos, dibujantes, artistas y escritores célebres. Neal Stephenson, autor de Snow Crash, una novela seminal de 1992 sobre la realidad virtual, es el principal futurista de Magic Leap, y trabaja en un juego súper secreto desde la oficina de la compañía en Seattle. Otro contenido proviene de los aliados de Abovitz en Weta Wor­kshop, que opera junto con Magic Leap un laboratorio de 25 personas en Nueva Zelandia. Su primer pro­yecto, Dr. Grordbort Invaders, es un juego de acción ambientado en un universo alternativo steampunk: El jugador tiene a su disposición una pistola láser y pelea contra robots malvados que quieren atravesar su sala y sobrevuelan su casa. En junio, Magic Leap también anunció una alianza estratégica con ILMxLAB, la división de entretenimiento inmersivo de Lucasfilm, y abrió un laboratorio de investigación en el campus de Lucasfilm, en San Francisco. “Es como estar en los primeros días del cine”, dice Vicki Dobbs Beck, directora de ILMxLAB. La colaboración ya ha dado como fruto varias experiencias de realidad mixta en el universo de Star Wars, entre ellas una que fue revelada durante el anuncio, y que incluye a C-3P0 y R2-D2, y otra secuencia de acción aún no reve­lada de la icónica Batalla de Huth en The Empire Strikes Back. Eso ha llevado a Rony Abovitz a cerrar el círculo. El hombre que se convirtió en empresario porque secretamen­te quería construir X-Wing Figh­ters, por fin tiene la oportunidad de hacerlo.

 

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