El líder de la Iglesia Católica sostuvo un encuentro con cerca de 50,000 jóvenes en la colonial Morelia, capital del estado donde hace tres años el crimen organizado y grupos de autodefensas civiles estuvieron al borde de una guerra civil por los feroces abusos de los delincuentes.   Reuters El Papa Francisco pidió el martes a los jóvenes del estado de Michoacán, uno de los más violentos de México, que no se dejen convertir en sicarios del narcotráfico, un destino al que muchos se ven empujados por la falta de empleo y la descomposición familiar. El líder de la Iglesia Católica sostuvo un encuentro con cerca de 50,000 jóvenes en la colonial Morelia, capital del estado donde hace tres años el crimen organizado y grupos de autodefensas civiles estuvieron al borde de una guerra civil por los feroces abusos de los delincuentes. “Es mentira que la única forma de vivir, de poder ser joven es dejando la vida en manos del narcotráfico o de todos aquellos que lo único que están haciendo es sembrar destrucción y muerte”, sentenció el Papa ante un entusiasmado auditorio que gritaba y agitaba banderas blancas y amarillas. “No se dejen desvalorizar, no se dejen tratar como mercancía (…) Jesús, el que nos da la esperanza, nunca nos invitaría a ser sicarios, sino que nos llama discípulos. Él nunca nos mandaría al muere, sino que todo en Él es invitación a la vida”, agregó, mientras algunos le gritaban “¡Te queremos, Papa! Michoacán ha reportado en la última década 7,250 homicidios que forman parte de los más de 120,000 muertos y más de 26,000 desaparecidos en México desde que en el 2006 empezó el combate abierto al crimen organizado, que trafica con drogas, personas, extorsiona, secuestra y roba recursos energéticos y minerales. Hartos de las extorsiones, saqueo de tierras, asesinatos, violaciones de mujeres y otros delitos, grupos de civiles en Michoacán se armaron en el 2013 para combatir al cártel Los Caballeros Templarios, cuyo líder fue detenido el año pasado. En un intento por poner orden, el presidente Enrique Peña Nieto envió miles de efectivos federales y nombró en el 2014 a un comisionado para la seguridad del estado. Pero sólo duró un año en el cargo porque, pese a haber detenido a miembros de las autodefensas, no logró reducir los homicidios. “No hay mejor momento para tener al Papa aquí (…) Hay todavía muchos problemas sociales y de corrupción, necesitamos que personas como él nos alienten a sobrevivir y a llevarlo cada día”, dijo Juliani Naranjo, una joven de Morelia de 21 años.   No a la resignación Más temprano, el Papa ofició misa ante más de 30,000 sacerdotes, monjas y seminaristas a quienes pidió no resignarse ante la convulsionada situación de la región, donde varios curas fueron asesinados o viven amenazados por grupos criminales. “Frente a esta realidad nos puede ganar una de las armas preferidas del demonio, la resignación. Una resignación que nos paraliza y nos impide no sólo caminar, sino también hacer camino; una resignación que no sólo nos atemoriza, sino que nos atrinchera en nuestras ‘sacristías’ y aparentes seguridades”, dijo el Papa en su cuarto día de gira por México. Aseguró que la resignación puede venir “de ambientes muchas veces dominados por la violencia, la corrupción, el tráfico de personas, el desprecio por la dignidad de la persona”. Al menos 15 sacerdotes han sido asesinados entre 2013 y 2015 en distintos puntos del país, según medios locales y reportes de autoridades de la Iglesia. Antes de que llegara el Papa, los religiosos contaron hasta 43 en voz alta, en recuerdo de 43 estudiantes de magisterio del vecino estado de Guerrero que fueron supuestamente masacrados por policías coludidos con criminales, en un caso que cimbró al país y al que se esperaba que el Papa hiciera referencia en su gira o se reuniera con sus familiares.

 

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