A estas alturas, cualquier decisión que tome Grecia implica enormes costos políticos, sociales y económicos. Sin embargo, tal vez la salida más rápida y menos dolorosa sea dejar el bloque europeo. ¿Por qué?   Grecia experimenta una de las peores encrucijadas económicas en lo que va del siglo XXI: permanecer o abandonar la eurozona. Si sale, apenas implemente su nueva moneda se prevé que sufra devaluaciones por encima de 50%. Si continúa en el bloque, más austeridad y recortes a pensiones serán inevitables para el gobierno griego, acompañadas de un panorama de recesión de al menos cinco años y protestas sociales sin precedentes. La crisis en Atenas ya está vigente: este lunes 29 de junio, los griegos amanecieron con los bancos cerrados, además de una orden gubernamental —que durará hasta el 5 de julio— de control de capitales, incluidos los cajeros automáticos, para que los retiros por persona no rebasen los 60 euros. De ahí la urgencia del gobierno de Alexis Tsipras para concretar un acuerdo con la zona euro. En el caso de que aceptara las decisiones de la Troika (Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo y Comisión Europea), Grecia tiene que adoptar una disciplina fiscal muy importante. Eso va a limitar el crecimiento, pero, por otro lado, va a contar con el respaldo de las instituciones financieras, y en ese sentido no es menor una cantidad de recursos atados al cumplimiento, dice Leticia Armenta, directora del Centro de Análisis Económico del Tecnológico de Monterrey campus Ciudad de México. El problema con los planes de austeridad de la Troika es que, al implementarlas, Atenas no puede devaluar su moneda, política que generalmente acompaña los recortes de gasto gubernamental. Esto impide que sus exportaciones sean más competitivas, explica Paul Krugman, Premio Nobel de Economía 2008, en un artículo de The New York Times. “La economía griega colapsó, en gran parte, como resultado de las medidas de austeridad, arrastrando la recaudación con ellas. Y este colapso, a su vez, tuvo mucho que ver con el euro, que atrapó a Grecia en una camisa de fuerza económica”, argumenta el economista estadounidense. Aun así, todas las medicinas propuestas por los acreedores europeos son amargas para Grecia y tendrá que escoger la que implique menos daño en el largo plazo. Mientras los gobiernos e inversionistas europeos temen el default griego, países como Islandia y Canadá, ejemplifica el Premio Nobel, han implementado políticas de austeridad, decidieron caer en el impago… y se recuperaron… Aunque Grecia, sin su propia moneda, no tuvo esta opción. Pero también esta vía tiene muchas dificultades. La industria griega, en caso de salir de la zona euro, no tiene la fortaleza de las exportaciones petroleras de Canadá, ni el apoyo del FMI que tuvo Islandia luego de que no rescatara a la banca nacional. A estas alturas, todas las decisiones de Grecia incluyen un costo; no obstante, existen aspectos positivos que podrían beneficiar a la nación helena si abandona el bloque europeo. “Se decía incluso que el gobierno griego tiene un diseño de estrategia para salir del euro. En realidad podría no ser el camino más doloroso. Es un hecho que Grecia quedaría aislado del sistema financiero internacional, pero, por otro lado, podría encontrar un nuevo camino para retomar el crecimiento, pues si se queda, las medidas de austeridad a las que se sometería serían demasiado agresivas”, dice Carlos Brown, asesor y consultor económico independiente.   ¿Por qué sí le conviene? Sin una reestructura de deuda para Grecia, que asciende a 317,000 millones de euros (177% de su PIB), el plan de la eurozona implicaría un programa de choque con un costo social muy alto. Además, la recesión duraría por lo menos cinco años, comenta en entrevista Pablo López Sarabia, coordinador de Estudios Económicos de Banamex. Si los griegos dicen que “no” a la propuesta de los acreedores durante el referéndum del próximo 5 de julio, existiría la posibilidad de incorporar una nueva moneda, y Grecia podría pagar salarios y servicios… aunque generaría inflación. “Tendrían el control de su política monetaria. La parte positiva de la salida es que podría haber una recuperación de la economía griega en el corto plazo. Eso pinta bien porque tendrían recursos, controlarían el dinero. Podrían afrontar sus compromisos e impulsar el crecimiento”, explica López Sarabia. Además, si la moneda va perdiendo valor (porque no está respaldada) tendría una depreciación acelerada; eso generaría un incentivo para los exportadores griegos. Pero, ¿la industria de Grecia soportará los golpes de una salida del euro? Sin considerar las aceitunas y el cemento, prácticamente no tiene una, excepto la turística. “No hay una industria que les permita competir por una depreciación cambiaria”, advierte el analista de Banamex.   La tercera vía Desde su creación, la Unión Europea no consideró el retiro de alguno de sus miembros.  Por ello, el analista de Banamex retoma un concepto de la teoría de juegos que podría ayudar a resolver la crisis entre la eurozona y Grecia: el equilibrio ineficiente, es decir, que ambos traten de perder lo menos posible. “Los griegos tendrán que ceder. ¿Dónde? En hacer ajustes a las pensiones, subir los impuestos al consumo y alcanzar el superávit fiscal”, explica. Para este 2015, la eurozona tiene contemplado un superávit  fiscal de 1%, mientras que los griegos proponen solamente 0.6%, y en tres años, de 3.5% de su PIB, lo que representa una meta que difícilmente alcanzarán los griegos, según el analista. El gasto en defensa es un margen que también puede disminuir Grecia, aunque sería mínimo. Esto exigiría el ajuste a pensiones y alza de impuestos. Sin embargo, la eurozona —en particular Alemania— también deberá mostrar flexibilidad: “Es una cuestión económicamente básica de inviabilidad. Dada la tasa de desempleo y la atonía de crecimiento que ha registrado la economía griega durante los últimos cinco años, no hay manera de manejar el flujo de efectivo que les permita pagar su nivel de deuda”, comenta López Sarabia. Entonces, la Unión Europea necesita extender el plazo y generar una amortización, con una tasa más baja, o realizar una condonación de deuda, circunstancia que no sería extraordinaria. “En 2011, durante la primera etapa de crisis griega para el segundo paquete de rescate, los acreedores privados estuvieron dispuestos a absorber 50% de una quita de deuda, que ha sido una de las más grandes que se ha hecho en el mundo de esa proporción”, recuerda el analista. Pero para llegar a ese equilibrio ineficiente se necesita que Grecia y la Unión Europa cedan en conjunto con incentivos políticos. “La situación no es fácil. Requiere compromiso de ambas partes. Las dos cosas duelen para los alemanes y la eurozona: hacer ajustes y reestructura de la deuda tiene un costo político, sobre todo para los electores alemanes, que en su imaginario colectivo sienten que ya han hecho lo suficiente.” El martes 30 de junio, el FMI declaró oficialmente a Grecia en moratoria de pago, después de que las autoridades helénicas no pagaron 1,500 millones de euros que se tenían pactados. Mientras tanto, una nueva política de austeridad, caer en impago o incluso la salida de Grecia de la eurozona son escenarios que dependerán del referéndum de este domingo 5 de julio, pero podrían subordinarse si el bloque europeo decide reestructurar la deuda griega en condiciones favorables para ambos. El desenlace de esta tragedia griega aún está en suspenso.

 

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