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Para 1945 Corea era colonia japonesa, y en el contexto de la Segunda Guerra Mundial (y ante la inminente derrota del imperio japonés) se convirtió en un territorio antojable para su liberación y posterior disputa entre las dos súper potencias que marcaron tendencia durante la Guerra Fría. Una vez establecido el SCAP (Supreme Comand of the Allied Powers, por sus siglas en inglés) en Japón, Corea fue liberada y ocupada en su mitad norte por la Unión Soviética y en su mitad sur por los Estados Unidos. EU decidió retirarse de Corea del Norte en 1948 y un año después la URSS hizo lo propio, en junio de 1950 el ejército norcoreano invadió Corea del Sur con la aprobación del entonces líder soviético Stalin. Pero geopolíticamente la posición de Stalin ya era incómoda toda vez que justo en 1949 se había proclamado la República Popular China con el liderazgo de Mao. El resultado de la Guerra de Corea podía crear un contrapeso para China en Asia, no obstante, el origen de esta guerra, que a todas luces parecía una maniobra dentro del orden internacional comunista de aquel momento. Lograr la aprobación de una línea divisoria a lo largo del paralelo 38 como parte de una resolución de las Naciones Unidas, al interior del Consejo de Seguridad, se convirtió en el centro de un intenso y prolongado debate. En 1953, finalmente los chinos ofrecieron a Estados Unidos como punto de negociación el fin de la guerra y la división de Corea a lo largo del paralelo 38, aunque esto significara una extensión del campo de batalla; es decir, al final del proceso de negociación Estados Unidos logró sacar avante su política de contención (esa en la que lograba detener el avance del comunismo mediante la existencia de países contrapeso a los países satélites soviéticos) y por su parte, China había logrado la reivindicación y defensa de sus fronteras. El “empate técnico” derivó también en el empoderamiento de Corea del Sur no sólo como uno de los grandes aliados de EE en la región sino como uno de los países clave para el desarrollo del sudeste asiático. No obstante, la historia reciente nos ha demostrado que, en esta guerra, todas las partes sufrieron el embate de las consecuencias de una guerra inconclusa y carente de respaldo. Muestra de ello han sido los álgidos momentos en la relación bilateral entre las dos Coreas, entre Corea del Norte y los Estados Unidos y entre China y los aliados estadounidenses en la región. Después de seis décadas de amplias tensiones y disputas territoriales, militares y comerciales los líderes de las dos Coreas finalmente llevaron una reunión de alto nivel en el que sobresalió la buena voluntad para iniciar los trabajos que recuperarán la buena vecindad entre ambas naciones. Desde el establecimiento de mecanismos de cooperación bilateral, el cese de ejercicios militares, el restablecimiento de flujos migratorios y el inicio del intercambio comercial hasta una agenda conjunta, son puntos que además de reanimar el debate a favor del fin de un largo e innecesario conflicto, replantean el papel de la comunidad internacional en la solución del conflicto. A la luz del derecho internacional, las partes en conflicto no pueden terminar con el estado de guerra que prevalece de manera autónoma; no pueden alcanzar un acuerdo de paz como mera transformación de la tregua que impera. Parecería impensable que dos países que están en conflicto no puedan por su sola voluntad y expresión terminar con un conflicto de antaño, pero no podemos olvidar que para la mayoría de los países que integran el sistema internacional (y particularmente que son parte de la familia de organismos de las Naciones Unidas) el conflicto entre las Coreas no se trata de una guerra civil o de un conflicto interno, sino que es un conflicto que ocupó la agenda del Consejo de Seguridad y de generó sanciones internacionales así como misiones de intervención de diversos organismos en la región. En este sentido, no solo recae en la pertinencia de forma sino de fondo, el hecho de que un Tratado de Paz sostenible y sustentable entre Corea del Norte y Corea del Sur emane de la discusión y aprobación de un foro como el Consejo de Seguridad y, por ende, cuente con el aval del concierto de naciones participantes sobre todo en lo que toca al comercio de armamento y a la regulación del uso de energía nuclear.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @ArleneRU Linkedin: Arlene Ramírez-Uresti Google+: Arlene Ramírez Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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