El presidente Andrés Manuel López Obrador decretó desde Palacio Nacional, el fin del neoliberalismo como un modelo económico que se instrumentó en México durante las décadas pasadas, generando divisiones sociales, pobreza y marginación. El problema es que eso que se ha llamado neoliberalismo es difícil de definir y, más aún, de comprender en el contexto del desarrollo de las vertientes de pensamiento en el siglo XX. Sin embargo, ese no es el problema en el discurso del presidente, sino más bien plantear una dicotomía que debe tener referentes para poder ser funcional en términos de la diferencia que se quiere plantear para la administración que encabeza. En realidad, el neoliberalismo es una corriente en la política, la economía, las relaciones internacionales, la filosofía, etc., que desde la mitad del siglo XX replanteó los fines del liberalismo que en ese momento había tocado fondo en su declive, reafirmando los principios de individualidad y libertad, además de una concepción de la justicia basada precisamente en la persona y la sociedad. El planteamiento de Isaiah Berlin sobre la libertad negativa, donde los individuos buscan su libertad a pesar de la presencia del Estado que ha pasado por encima de los acuerdos básicos del contrato social, fue fundamental para que John Rawls y otros autores plantearan los límites y los alcances del “modelo” neoliberal, donde uno de sus objetos principales, era resignificar al Estado y sus capacidades de intervención en el espacio social y económico. De esta forma, el Estado tendría que renunciar a distintos espacios de participación, para dejárselos a los actores sociales que, desde el mercado o desde la sociedad misma, asumían responsabilidades que el Estado regulaba. No es claro que el libre comercio haya sido producto de la necesidad de retirar al Estado de áreas económicas, de hecho, las discusiones sobre el tema siguen, pero si hay procesos de expansión de la clase media, de sus capacidades económicas y de sus aspiraciones, en algunos países con más éxito que en otros. Lo que propone el presidente ahora es avanzar hacia diez principios que son dicotómicos con algunos referentes del “modelo” neoliberal, pero que no constituyen en si un plan como tal, pues apuntan a aspectos que ya fueron parte de las políticas económicas de sexenios pasados, o que son referentes simbólicos de las campañas en que ha participado. El problema es que no se plantean referentes de futuro, por ejemplo, ¿cuál se espera que sea nuestra posición como país en un contexto de amplia competencia e impacto tecnológico? ¿cómo vamos a aprovechar la soberanía energética y alimentaria que se ha propuesto? ¿cómo serán los mecanismos de redistribución de la riqueza y del ingreso? ¿cómo se fomentará el crecimiento económico al 4%? ¿cómo se define la idea de justicia que se plantea? Lo que se puede observar, es una intención de reapoderamiento del Estado, no únicamente de espacios de acción que antes tenía, sino también de controlar áreas que se han desarrollado recientemente; pero no se dice nada sobre la ley, los derechos, las libertades, la pluralidad y los mecanismos y tiempos en que el pueblo pone y quita a los gobernantes, lo que es fundamental para una democracia, así como para la construcción de cualquier idea de justicia con contenido social. Incluso los países que apostaron a un desarrollo económico controlado desde el Estado, como Japón, China, India, Corea del Sur, etc., se propusieron objetivos que declararon y sobre los que construyeron su política pública. En nuestro caso, más allá del discurso, no hemos visto cuáles son esos objetivos, es decir, ¿en qué nos diferenciaremos de otros países en la región? ¿cómo mantendremos la condición del 80% de exportaciones e importaciones a los Estados Unidos? ¿Cómo transformaremos la educación para referirla a los objetivos que se planteen? Son muchas las preguntas que aún no tienen respuesta, pues el plan es igual de ambiguo como lo es la idea del posneoliberalismo. Sería penoso que se repitiera la condición dada por la dicotomía modernidad/posmodernidad, donde esta última cae por su falta de sustento y de proyecto hacia el futuro.   Contacto: Twitter: @aglopezm Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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